El verano más "duro" para Bolo cuando se cayó su fichaje por el Athletic: "Me dolió, era la ilusión de toda mi familia"
El delantero y hoy entrenador repasa su carrera en Relevo, desde sus inicios a un presente en el que busca un hueco en la élite como entrenador.
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Jon Pérez Bolo está viviendo semanas diferentes. Esos procesos que todo entrenador tiene que vivir alguna vez en la vida, esperando un nuevo reto y una oportunidad mientras asume un despido. Ya saben lo que dicen: los entrenadores no lo son hasta que no han sido despedidos al menos una vez. El bilbaíno, con una carrera repleta de éxitos sobre el césped, se convirtió también en uno de los entrenadores del momento tras encadenar ascensos con el Arenas y la Ponferradina –su casa en cuanto a banquillos–, pero las últimas experiencias en Oviedo y en Burgos han acabado de forma abrupta. Él sigue igual. Con brillo en los ojos en cuanto habla del juego y de una profesión que le 'agarró' cuando menos lo esperaba para dar continuidad a una carrera que recuerda en una extensa entrevista en la que repasamos sus inicios, el sueño de jugar en San Mamés y, sobre todo, los éxitos conseguidos con la franja vallecana.
El Rayo lo es todo para él. Y él para el Rayo. Uno de los ídolos de un club de barrio que le acogió siendo muy jóven y en el que vivió cinco temporadas y media. Pero por el camino hubo también mucho fútbol en Lezama y San Mamés. Experiencias que repasamos en esta primera entrega de la charla, dejando sus inolvidables goles con el Rayo para una segunda parte en la que desgranará sus sentimientos hacia la entidad vallecana.
Sus primeras cesiones en Osasuna y Hércules le valieron para volver a un Athletic de Champions en el que disfrutó pese a la falta de minutos y en el que convenció siempre a Luis Fernández, que cada verano intentó retenerle pese a su deseo de seguir su carrera en Vallecas. Y, sobre todo, sus goles con la franja le hicieron estar muy cerca de un fichaje por el conjunto vasco que se truncó cuando parecía ya una realidad. Un momento duro que ya no le pone "triste", pero que de alguna manera sigue siendo una espina complicada por haber rozado el sueño con la yema de las manos. Además, tras aquel fichaje frustrado llegaron sus momentos más duros en Vallecas, con dos descensos consecutivos que son el mayor "lunar" de su carrera. Fútbol, goles y banquillos. Tiempo de sentarnos con Jon Pérez Bolo, un mítico del fútbol de los 90 y los primeros años de este siglo XXI.
Empecemos por el principio. Creo que tuviste muchas dudas entre el fútbol y el béisbol por influencia familiar, ¿no?
Empecé a jugar en el cole al fútbol 5, pero vino el Danok Bat a un torneo de futbito en el que quedé máximo goleador de ese torneo y me invitaron a jugar un par de partidos con ellos. Estuve muy a gusto y ahí empecé a jugar a fútbol 11, compaginándolo con el béisbol, que como bien dices era por un tema familiar, porque mi padre y mis tíos jugaban al béisbol (su padre fue olímpico en Barcelona 92). Pero llegó un momento que (José Mari) Amorrortu me llevó a una selección de Vizcaya en juveniles y cuando él fichó por el Athletic me llamó para incorporarme a lo que entonces se llamaba los Juveniles Sub-19. Sabían que jugaba al béisbol también y me dijeron que ya no era posible jugar a los dos deportes, que esto ya empezaba a ser más serio. Lo comenté en casa y mis aitas me dijeron que era decisión mía. Me decidí por el fútbol pero lo recuerdo como un momento difícil porque el béisbol me encanta. Pero claro, jugar en el Athletic era mi sueño desde niño.
Llegas a Lezama con 17 años y te sucede un poco lo mismo que en toda tu carrera en Bilbao. Coincides con una camada muy buena.
Tengo una anécdota muy buena con mi primer día en el Lezama. Fui solo y pregunté a dónde tenía que ir y me dijeron que al vestuario 4, me invento. Y claro, yo voy ahí al 4 con mi bolsa, abro la puerta, entro y me encuentro a Julen Guerrero, entre otros. 'Hostias, me he equivocado'. Cerré la puerta, me fui para atrás y fui donde la persona encargada. 'Oye, perdona, me has dicho el vestuario 4, pero yo creo que el mío no es ese'. Y me dice: 'Sí, sí, tú tienes que ir al vestuario 4, al Sub-19, con Amorrortu de entrenador'. Yo era un año menor que la mayoría y cuando entré allí ya sabía quiénes eran y pensaba que no podía ser, que iba para el Juvenil Nacional. Pero sí era, sí. Al principio me costó mucho, eran jugadores buenísimos y recuerdo que yo no debuté hasta los dos meses y medio de haber empezado la liga. Fue difícil adaptarme y ponerme a su nivel, pero luego ya empecé a jugar y fui escalando hasta llegar al primer equipo con Stepanovic.
Primero debutas con Heynckes, ¿no?
Sí, pero bueno eso fue un partido solo, en Zaragoza.
Suficiente para entender cómo era Heynckes, supongo.
Exigente. Muy exigente. Con todos. Yo antes de debutar con el primer equipo, recuerdo que solía ir a un torneo que se hacía de la ETB y que se jugaba los lunes por la noche con los jugadores que no jugaban en Liga. Lo hacíamos con Heynckes y era muy serio, muy estricto, con unas normas y una forma de comunicarse con los jugadores muy peculiar. Debí hacer algo bien en esos partidos porque me dio la oportunidad.
En 1994-95 te llega ya el premio de ser parte del primer equipo, con Stepanovic, y después con Amorrortu, precisamente. Pero te vuelves a encontrar con una camada de delanteros impresionante.
Estaba Ernesto Valverde, Julen Guerrero, Cuco Ziganda… Jugadores muy contrastados que llevaban tiempo en el primer equipo. Era complicado y, aún así, jugué bastantes partidos con Stepanovic y al final con José Mari también, sobre todo un partido muy importante en Anoeta contra la Real, que creo que empatamos a dos y eran momentos difíciles porque estábamos en la parte de abajo.
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¿Y tú cómo lo vivías? Hay jugadores a los que les cuesta más, otros que les cuesta menos o que tienen mucho desparpajo.
Con humildad, la verdad. Yo siempre he sido un jugador trabajador y sabía lo que me había llevado a debutar con el Athletic y lo que tenía que seguir haciendo. Y era eso, ser humilde, trabajar, saber dónde estaban mis limitaciones y dónde estaban esas virtudes, que creo que son las que me han hecho jugar tantos partidos a nivel profesional. Y ese ímpetu, esas ganas, esa humildad, el querer trabajar, el ser ambicioso. Yo siempre he querido más y más y más y cuando no jugaba me enfadaba muchísimo y al día siguiente en el entrenamiento iba al 200%, como si me jugara la vida y creo que eso ha hecho que haya podido disfrutar tantos partidos a nivel profesional entre Primera y Segunda división.
Coincidiste también con Luis Fernández.
Con Luis coincido un año entero, lo que pasa que al final de temporada Osasuna estaba pasando un momento difícil y me fui en marzo. En Pamplona estuve solo dos meses, unos 7 partidos. Es que en el Athletic solo jugaba al final de los partidos...
Era dura la competencia con Isma Urzaiz, supongo.
(Se ríe) Eso me decían mis amigos siempre: Estás en el Athletic y eres el suplente de Urzaiz. Y yo decía, joder, te parecerá poco. ¿Tú sabes lo que es Urzaiz? El pedazo delantero que tengo delante. Pues soy el suplente de Urzaiz, orgulloso de serlo. Y estaba también Santi Ezquerro, Joseba Etxeberría, Julen Guerrero.... También tenía jugadores que eran una competencia importante. Y bueno, aunque no jugué muchos partidos era un grupo que luego quedó subcampeón y que era un equipazo. Sabía los jugadores que tenía al lado y lo que intentaba era aprender de ellos. Vino un día Luis y me dijo que quería hablar conmigo y subí a su despacho. Y me hizo la propuesta: Osasuna les había pedido un delantero cedido y habían pensado en mí. Hablándolo con él, me dijo que estaba muy contento conmigo, de hecho renové tres años antes de marchar, y nos fuimos para Pamplona a disfrutar de la experiencia. Fue corto, pero conseguimos la permanencia en Segunda que era el objetivo.
¿Lo asumiste bien?
Lo acepté. El club me expuso el planteamiento de renovar tres años, que era bueno para mí, me explicaron que allí iba a jugar y cogimos las maletas y nos fuimos dos meses para allí.
Pasas un año también en Alicante, en el Hércules, con muy buenos números, y eso te hace volver al primer equipo del Athletic en un año muy bonito, jugando la Champions. Pero solo disputas un partido hasta diciembre. ¿Esperabas más?
Fue duro porque yo sólo entrenaba. Volví a coincidir con todos esos jugadores que hemos hablado… Yo sabía que tenía que salir porque a mí lo que me gustaba era jugar y no estaba teniendo oportunidades. Y venía del Hércules, de jugarlo todo, de hacer buenos números y Luis Fernández quería que esté otra vez en la plantilla en un año increíble como era el de la Champions. No tuve la oportunidad de disfrutarla dentro del campo, pero la disfruté desde fuera.
¿Se puede disfrutar en una situación así?
Sí, sí, porque era muy bonito. Es cierto que caímos en la primera liguilla, pero bueno, jugar contra la Juventus, Galatasaray… Era increíble por los viajes y todo lo que rodea a una competición tan importante. Estaba agradecido y contento, pero yo lo que quería era jugar. Tenía 23 años y tenía el miedo de ver que mi carrera se estancaba y que no iba hacia adelante. Por mucho que me doliera el tener que salir del Athletic y dejar otra vez a mi familia y marcharme, lo tuve claro. Y tuve la suerte de que el Rayo vino a por mí.
¿Te costó salir?
Fui donde Luis y se lo dije. Que quería irme, que quería salir porque no tenía oportunidades. Al principio no me dejaba marcharme, pero le insistí y llegamos a un acuerdo de que si caíamos eliminados de la ronda de la Champions, en diciembre me dejaba salir. Y ahí salí otra vez cedido al Rayo Vallecano.
¿Qué te llamó la atención del Rayo? Era la época de Ruiz Mateos, que imagino que tendrás mil anécdotas.
Anécdotas en el Rayo tengo mil, pero no solo por los Ruiz Mateos, sino por lo que es el Rayo, lo que es el barrio y cómo te tratan. Vinieron a Bilbao a explicarme el proyecto, insistían en que el Rayo estaba muy arriba en la clasificación en Segunda División y que el objetivo era subir a Primera; que habían pensado en mí y que estaban ilusionadísimos con que pudiera ir para allí. Era petición del entrenador, de Juande Ramos. Lo tuve claro desde el primer momento, el siguiente paso que tenía que dar era ir a Vallecas. Y es la mejor decisión que he tomado a nivel deportivo de mi vida, de eso no tengo ninguna duda.
[Su etapa en el Rayo Vallecano será tratada en una segunda entrega]
Jugaste cedido en el Rayo esta temporada, ascendisteis y me imagino que tú querías seguir allí. ¿Fue fácil conseguirlo?
Difícilísimo. Luis no me dejaba. Yo hice toda la pretemporada con el Athletic y Luis no me dejaba. Que no, que no, que no y que no. Que me tenía que quedar, y que no. A mí solo me quedaba un año en el Athletic y él solo decía que me tenía que quedar. Y yo le decía que no quería quedarme. '¿Pero cómo no te vas a quedar, chaval? Que es tu casa, que aquí te queremos' (con acento imitando al entrenador francés). 'Que no, que no, que no puedo quedarme, Luis, que están los mismos compañeros y sé que no voy a jugar porque yo sé lo que piensa usted de Santi, de Etxebe y no me veo otra vez en la misma situación'. Había dado un paso adelante en mi carrera, el Rayo me quería… Es que el Rayo me compró, eh. No es que me dejara el Athletic libre, pagaron una cantidad, que no fue muy alta, creo que 35 millones de pesetas. Y yo decía que me tenía que ir, que era una oportunidad para mí y al final firmé un contrato de cuatro años. Con lo que había hecho la gente me quería mucho y sentía que allí podía seguir desarrollando mi carrera y jugar más de lo que iba a hacer en el Athletic. Faltando una semana para empezar la liga me dejó marchar porque llegaron a un acuerdo. Le dije que quería demostrar en Primera División que podía ser válido y, si eso, que me volvieran a llamar. Si no había ningún problema, si yo podía volver encantando porque el Athletic es mi casa, pero sentía que en ese momento tenía que marchar y que mi carrera seguía adelante.
Después de brillar con el Rayo tienes la opción de volver a Bilbao en el verano de 2002, pero creo que se cae en el último momento.
Sí, hay la posibilidad. Yo tenía cerrado mi vuelta al Athletic porque Isma Urzaiz no había renovado y se marchaba. Estaba Jupp Heynckes de entrenador, la segunda etapa, y yo tenía cerrado todo, mi contrato y todo. Solo dependía de que el Athletic llegara a un acuerdo con el Rayo, que estaba muy próximo. Y al final no pude volver porque luego Ismael renovó.
Cuando tienes el caramelo en la boca y te lo quitan…
Sí, la verdad que fue un verano muy duro. Porque durante todo el verano los dos clubes estuvieron hablando para llegar al acuerdo. Yo tenía el contrato ya cerrado con el Athletic y solo dependía de fijar la cantidad, que tampoco eran cantidades muy altas. Isma (Urzaiz) tampoco debió llegar a ningún acuerdo con otro club y, estando yo en Madrid, se anuncia que vuelve Isma al Athletic, que había llegado a un acuerdo con el club y que renovaba. Yo ya estaba en Madrid porque empezaba la pretemporada con el Rayo y me entero allí. No volví a saber nada más del Athletic. Una vez que renueva Isma, el club no se vuelve a poner en comunicación conmigo.
No sé si quieres hablar más del tema porque se nota que es algo que te dolió mucho.
Fue una situación muy complicada, pero ya han pasado tantos años que bueno, pues ya no me cuesta hablarlo. Son cosas que pasan en el fútbol y en ese momento sí que me dolió. Creo que se podía haber hecho de otra forma, pero no lo entendieron así y no hay que darle más vueltas. Ya ha pasado tanto tiempo que ya no me pongo ni triste. Es verdad que lo pasamos muy mal, sobre todo mi familia, porque era una ilusión muy grande el poder volver. No pudo ser y mi carrera siguió y conseguí buscar otros retos. Volver era uno de mis objetivos, como se lo dije aquel día a Luis Fernández cuando quería irme al Rayo. Estuve muy cerca de poder hacerlo y no se pudo dar.
No pudiste volver a Bilbao y seguiste en Vallecas, antes de pasar por Gimnástic de Tarragona y Numancia, donde consigues otros dos ascensos. ¿Cómo vives esos últimos años? ¿Ya empezabas a pensar en ser entrenador?
No, no, para nada. Yo siempre he dicho que he vivido con compañeros que se veía que iban a ser entrenadores, como pueden ser Míchel o Julen (Lopetegui), que estaba clarísimo, pero en mi cabeza no. En ese momento no pensaba que fuera a ser entrenador, fue mucho más tardío. Estoy muy orgulloso también de esos dos últimos ascensos a Primera División con Nástic y Numacia. La pena fue que cuando conseguimos el ascenso en Soria no me renovó el club y ahí mi cabeza ya dijo basta. No me veía para seguir en el fútbol profesional, aunque tuve alguna opción. Creo recordar que el Tenerife me llamó, pero con la desilusión en Soria, donde había jugado todo y tenía la ilusión de acabar jugando en Primera, me vine un poco abajo y decidí no continuar. No por físico, sino más por la cabeza. No me veía bien para jugar y decidí volver para casa y desechar el tema del Tenerife.
A Barakaldo, ¿no?
Sí, decidí que era la hora de volver a casa con la familia, con los dos niños que tenía y me invitan desde el Barakaldo a entrenar unos días. Fui para matar el gusanillo y los chavales me convencieron para jugar. Y cuando acaba la temporada llega un entrenador y, aunque tenía otro año más de contrato, me dice que quizás había llegado el momento de que me retirara y me propone entrar a la Secretaría Técnica. Ahí empezó el gusanillo de entrenar: viajando, viendo jugadores, viendo partidos, viendo entrenadores… Hostia, yo me veo ahí. Me empezó a picar ese gusanillo y decidí empezar a sacarme los carnets de entrenador con la Federación. Cuando acaba esa temporada empiezo a entrenar en el club donde empecé jugando, en el Danok Bat.
Luego pasas por el Arenas, un club con mucha historia, en el que te conviertes en un entrenador con mucho nombre a nivel nacional.
Sí, yo estuve un año en el Danok y me llama el Arenas para entrenar al Juvenil y conseguimos el ascenso a División de Honor. El primer equipo del Arenas estaba en Tercera, con opciones de jugar playoff y en determinado momento destituyen al entrenador del primer equipo y me ponen a mí. Jugamos el playoff y no ascendemos, pero al año siguiente en Tercera conseguimos ascender.
¿Ya disfrutabas de la profesión?
Sí, sí. Disfruté muchísimo la primera etapa en el Danok Bat, con chavales jóvenes. Y luego en Nacional con el Arenas también, con un ascenso a División de Honor, que es para mí la mejor liga junto a la Liga Vasca Cadete. El primer año con el Tercera fue un poco desilusión porque no conseguimos subir, pero al año siguiente lo conseguimos. La verdad que he disfrutado mucho y de muchos momentos también. Y el año siguiente ficho por la Ponferradina y también conseguimos ascender al fútbol profesional...
¿Lo hacías con el objetivo de llegar al fútbol profesional?
Desde que empecé lo hice con la ambición de poder ser el mejor entrenador posible. Igual de claro que cuando era futbolista porque todo lo que hago en mi vida pongo el máximo, el 200%, y siempre intento mejorar. No pensaba en si iba a llegar o no, pero yo siempre quiero progresar, siendo ambicioso y queriendo más. Como entrenador he decidido formarme e intentar ser siempre el mejor. Está claro que no lo voy a ser, pero en mi mente está. Solo así puedes conseguir que tus jugadores tengan mucha ambición.
¿Quiénes son tus mayores influencias?
Luis Fernández era un fenómeno en cuanto a gestión de grupo. Muy bueno. Yo, por ejemplo, jugué poco con él pero siempre estuve contento. Me gustaba entrenar, me gustaba cómo planteaba las semanas, y la relación siempre ha sido buenísima. Hoy en día sigo hablando con él y me suele llamar de vez en cuando para ver cómo estoy. Y la gestión de grupo que tenía Luis para mí ha sido muy buena. Julen Lopetegui para mí siempre fue un referente como compañero y luego cuando fue mi entrenador lo era también. Y ahora mucho más, después de lo que ha conseguido en Oporto, en Sevilla o en todos los clubes e incluso en la Selección. Me fijo mucho en él, también en Míchel. Ernesto Valverde es un entrenador que me parece de lo más top que puede haber, no solo en España, sino a nivel mundial. Luis Enrique es un entrenador que me gusta mucho también... Cholo Simeone me encanta cómo transmite esa competitividad a su equipo. Incluso Bordalás. Es que hay muchos entrenadores....
Me gusta que hablas de perfiles completamente diferentes.
Es que para mí el fútbol es eso. No hay solo una forma de jugar al fútbol o de plantear los partidos y yo intento fijarme en muchos entrenadores para intentar sacar lo bueno que creo que tienen y luego adaptarlo un poco a la forma que tengo yo de entrenar y de ver el fútbol. Y creo que eso es lo bonito, que se puede jugar y puedes ganar de tantas formas… Y por eso me gusta fijarme en más de un estilo porque creo que todos son válidos. Si tú eres capaz de convencer a tus jugadores de tu estilo, de que lo hagan bien, te va a llevar a estar muy cerca de ganar los partidos.
Si el Rayo ha sido tu casa como jugador, me imagino que la Ponferradina es un poco también tu casa como entrenador.
Sí, es mi casa. La Ponferradina para mí ha sido y va a ser siempre mi equipo en cuanto a entrenador. Seguramente entrenaré en otros sitios, pero la Ponferradina siempre para mí va a ser la Ponferradina por lo que he vivido allí, no solo el ascenso, que es muy importante, sino todos los años a nivel profesional. Tuve la desgracia de esa pandemia que tuvimos que sufrir todos, de vivirla allí, pero por las amistades que hice sé que tengo una segunda familia en el Bierzo. Para mí la Ponferradina es lo máximo. Seguramente tenga muchos presidentes en mi carrera, pero ninguno se va a parecer a José Silvano. Es como un segundo padre por todo lo que me dio. Tengo una muy buena relación con él y ojalá en otros equipos que entrene pueda vivir lo que he vivido en la Ponferradina. La Ponferradina para mí siempre va a ser lo más.
En Oviedo te graduaste de entrenador porque se suele decir que hasta que no hay un despido…
Fue duro. Ya salir de la Ponfe fue una decisión muy dura, por todo lo que he dicho antes. No sé si fue acertado o no, pero voy al Oviedo y firmo con una propiedad y a la semana el club se vende y viene otra propiedad, del grupo Pachuca, con un recorrido en el fútbol internacional. Se hace una plantilla, empieza la temporada y no salen los resultados. Un grupo ganador como es Pachuca quiere ganar y en ese momento no ganábamos. No sé si porque yo no transmitía a los jugadores lo que yo quería, si porque los jugadores no creían en el mensaje que yo les transmitía, si porque ese perfil de jugador que teníamos no era lo que se ajustaba más a mi forma de ver el fútbol… No sabemos, en el fútbol nunca sabes por qué pueden suceder las cosas. Cada uno tendremos una perspectiva. Salió así y deciden destituirme. Yo lo entiendo porque si no ganas, el primero que tiene que salir es el entrador. Me tuve que ir para casa, así está montado en nuestro mundo y tienes que aceptarlo.
¿Te costó?
Sí. Porque era la primera vez y pensaba que yo podía darle la vuelta a la situación. Si es cierto que no estábamos pasando un buen momento, que nos metimos esa jornada en zona de descenso, pero yo pensaba que podía darle la vuelta a la situación. Tenía que tener quizás un poco más de tiempo para convencer a esos jugadores de la forma que yo quería jugar. Pensaba que era prematuro el despido en la jornada 11, pero entiendo que quieran ganar y esa propiedad no era la que me había fichado.
El cariño de la afición lo tienes en todos lados. Ahora en Burgos los aficionados también te dieron mucho apoyo cuando se oficializó el despido.
Es lo que te queda al final, el reconocimiento y el cariño de la gente. A todo el mundo no le vas a gustar y tienes que aceptarlo. Yo estoy muy contento de mi etapa en Ponferrada, contento del poco tiempo que estuve en Oviedo, porque al final yo creo que somos personas y lo que tiene que quedar es el saber que tú lo has dado todo. La cabeza alta y a seguir y esperar a que te llegue otra oportunidad para seguir demostrando que eres buen entrenador y que si estás donde estás es por el trabajo que has realizado.
¿Da miedo lo volátil que es este mundo? Cuando sales de Ponferrada lo haces siendo un entrenador de moda, luego llegan dos despidos… ¿Genera dudas salir de la rueda de entrenadores?
Es muy cambiante, pero yo no le llamaría dudas, o por lo menos yo no tengo dudas. Al menos no dudas internas, sino que hay que asumir que es un mundo en el que un día estás arriba y otro día estás abajo. Yo sé de lo que soy capaz y de lo que puedo aportar a un club. Está claro que ahora van a ser varios meses de incertidumbre, de esperar, de seguir formándome, de seguir viendo fútbol, viajando… No perder el hilo. No puedes encerrarte en casa a llorar, sino analizar qué es lo que ha pasado, en qué me he podido equivocar, qué tengo que mejorar o qué tengo que hacer. Yo soy más de eso, de mirar hacia adelante y de pensar que llegará otra oportunidad. Si te metes en casa y no viajas y no ves fútbol, no vas a estar preparado cuando llegue la oportunidad. Yo ya estoy haciendo mi lista de jugadores que me gustan, de tareas de entrenamiento, etc.
¿Te apetece salir al extranjero?
Cerrarme no me cierro a nada. Esa pregunta me la hicieron al día siguiente de salir de Burgos desde la empresa de representación que me lleva. ¿Estás dispuesto a salir a extranjero? ¿Por qué no? Sí. Si es un buen proyecto o un buen sitio donde poder trabajar, no tengo problemas. Cuando era jugador ya salí de casa. No me quiero precipitar y si tengo que pedir algo en el siguiente proyecto es que no cambie la propiedad del club al de unos meses de firmar, que no haya cambios y sí estabilidad.