OPINIÓN

¿De verdad que hay gente que no disfruta con esta Real Sociedad?

Los jugadores celebran el tanto de barrenetxea, que abrió el camino de la victoria frente a Osasuna. /EFE
Los jugadores celebran el tanto de barrenetxea, que abrió el camino de la victoria frente a Osasuna. EFE

La Real Sociedad lo ha vuelto a hacer. Una vez más. Y ya van unas cuantas. Y me refiero a lo de dar un nuevo golpe encima de la mesa. Tampoco es que le haga mucha falta, pero bueno. Tengo la sensación, eso sí, de que está obligada a hacerlo en cada partido que disputa. Es como si jugara una final cada tres días. Lo que hoy todo es alegría por la victoria ante Osasuna, que ha metido al conjunto blanquiazul en una nueva semifinal de Copa, dentro de dos días puede convertirse en lamentos si el Espanyol es capaz de puntuar en el Reale Arena. Es lo que tiene haberse convertido en uno de los equipos de moda del fútbol español, del que todos esperan algo. Y casi siempre, bueno. Los datos están ahí. Y es que desde la llegada de Imanol Alguacil al banquillo blanquiazul hace ya seis años, le pese a quien le pese, la Real vive días de vino y rosas.

Imanol valora las semifinales de Copa a las que ha llegado la Real estos últimos años. EFE

Más allá de los resultados, que también, lo más importante de todo lo que ha conseguido Imanol Alguacil al frente de la Real Sociedad es el cambio de mentalidad que ha experimentado un club que no hace mucho era más conformista que otra cosa. Tampoco es que haya que echar la vista muy atrás en el tiempo para darse cuenta de ello. Algunos jugadores, cansados de la falta de ambición de la entidad blanquiazul, optaron por hacer las maletas y emprender la aventura en otros clubs. Ahora es muy difícil ver algo semejante. Los que se van lo hacen porque la oferta tanto económica como deportiva es imposible de rechazar. Y a veces ni con eso deciden abandonar la Real Sociedad. Ahí están los casos de Martín Zubimendi, que desoyó los cantos de sirena del Liverpool este pasado verano, y de Take Kubo, que hizo lo propio con los que le llegaron desde Arabia.

Hace unos años esto era inviable. Claudio Bravo, por ejemplo, dijo, cuando se marchó al Barcelona, que la Real era un equipo sin ambición y que ese, entre otros muchos, había sido uno de los motivos por los que había decidido abandonar la nave blanquiazul. Él era uno de los líderes de aquel vestuario y no le entraba en la cabeza que la gente hablara más de salvar la categoría, de mirar siempre hacia atrás, y no aspirar a quedar lo más arriba. Nadie olvida, por ejemplo, la primera aparición de la Real Sociedad en la Champions League. Ese equipo, que tenía en sus filas al mencionado Bravo, pero también a Carlos Vela, Chory Castro, Antoine Greizmann, Xabi Prieto, Seferovic, Agirretxe, Zurutuza o Markel Bergara entre otros, solo fue capaz de sumar un solo punto en un grupo que no era del otro mundo con el Manchester United, el Shakhtar Donetsk y un Bayer Leverkusen que ni mucho menos era el equipo alemán que hoy entrena de manera brillante Xabi Alonso. "No nos daba para más", lamentó en una entrevista concedida a Relevo, Carlos Martínez, uno de los integrantes de aquella plantilla.

A aquel plantel, por ejemplo, tampoco le dio para compatibilizar Liga, Copa y Europa. Cayó eliminado a las primeras de cambio de la Champions y en la competición liguera llegaron al final del campeonato con el agua al cuello, tanto que estuvieron a punto de no clasificarse para la Europa League. Lo hicieron de manera agónica y con el 'premio' de tener que jugar dos rondas previas. La primera se pasó de aquella manera frente al Aberdeen y en la segunda se topó con un semidesconocido Krasnodar, que supuso el principio del fin de la era de Jagoba Arrasate, ahora venerado por la totalidad del fútbol español, y otrora vilipendiado por su propia afición. 'Quesero' le llamaban. De locos.

Diez años después de aquello, otro entrenador forjado en Zubieta, ha conseguido escribir alguno de los capítulos más brillantes en la historia de la entidad blanquiazul. Y lo ha hecho yendo a muerte en cada partido, aunque de un amistoso se trate. En Zubieta, los entrenamientos dicen que son demoledores. Digo lo de 'dicen' porque no se ven. Pero algún futbolista ya se ha llevado algún disgusto por las caricias de sus compañeros. Imanol disfruta con ello. No se conforma. De hecho, pide más. Y se enfada si ve que los suyos no dan el 200%. Y los jugadores, no todos -que se lo pregunten a Januzaj-, gracias a Dios han aprendido la lección. Se matan por la Real y por el Imanol, conscientes de que ha sido este uno de los artífices de los logros que se han conseguido hasta la fecha, que son muchos. Y eso no lo tenemos que olvidar. Porque muy pronto nos acostumbramos a lo bueno. Pero no podemos olvidar de dónde venimos.

No se nos puede olvidar lo mal que lo pasó la Real Sociedad, que dio con sus huesos en Segunda División por hacer las cosas de una manera tan calamitosa. Y estuvo tres años peregrinando por el desierto, protagonizando episodios que mejor olvidarlos. Veo lo que está pasando en Valencia y me pongo a temblar, aunque sí parece imposible que un empresario e inversor de Singapur acabe al mando de las operaciones en la Real. Bueno, aquí lo estuvo alguien que dijo que el dinero chino era la panacea. De lo que no podemos olvidarnos nunca es de lo que está consiguiendo este equipo. Y hay licencia para seguir soñando porque la Real está con vida en las tres competiciones, algo que muchos no pueden decir. Y eso ya es mucho para un equipo como la Real Sociedad. Por eso, me extraña que, como piensa Imanol Alguacil, hay gente que no disfruta de este equipo. Si es así, a mí también me daría pena.