Vinicius, Ansu Fati y los enfadados que están por venir

La tensión se palpa en el ambiente y hay demasiada gente que anda de morros. Mires donde mires, y ya ni cuento todo lo que rodea al arbitraje, se masca el nerviosismo en este final de curso que se somatiza como en ninguna otra parte en los caretos. Son futbolistas, pero a estas alturas se comportan como opositores.
A Vinicius Junior, Vini para los colegas, no le gusta en el Real Madrid eso de que el pueblo se pronuncie democráticamente y, por eso, ante el Athletic hizo una huelga a la japonesa: no alentó con las manos a la grada como suele y hacía Raúl González, pero encaró a su par como si lo fueran a prohibir. Lo de Bellingham ya es una constante. Está enfadado con el mundo corriendo de un lado para otro. Quizás su amargura es por eso mismo, por no decirle al que manda que lo suyo es el área.
En el Barça, mientras, Ansu Fati, Ferran, Fermín y hasta Héctor Fort decidieron patalear en el banquillo frente al Celta llevándose todo por delante. Unos porque no cuentan para nada y la culpa (claro) es del resto, y otros porque, ahora que vuelan, parece que hay días en los que se empeñan en frenarles.
Ancelotti y Flick van a tener que acostumbrarse a los desplantes. Lo que se avecina no es precisamente una broma y, casi sin tiempo para recomponernos de la Champions y del cardiaco fin de semana, empieza en esta nueva jornada de Liga a traspiés. Hoy y mañana, cuando el Barça y el Madrid se miden al Mallorca y al Getafe respectivamente, hay quien prefiere no jugar que hacerlo. Como suena. Aunque suene contradictorio. Anecdóticamente, algunos de los que estén entre los 11 elegidos o, mucho peor, complete los 90 minutos empezará a ver fantasmas a su alrededor. La cercanía de la final de Copa (sábado, 22:00) hace que las alineaciones de estos dos partidos tengan más importancia de la habitual.
El Barça, al comparecer primero y por tanto tener 24 horas más de descanso, puede permitirse ciertos lujos. Se juega sentenciar el campeonato y, al rumiar esa competitiva realidad, se espera que se abrace menos a las rotaciones y los experimentos. Pero imaginen si Araujo o Gavi salen en la foto inicial. Blanco y en botella. Claves ante el Mallorca y al banquillo contra el Madrid. De ser así no me gustaría cruzarme con ellos. Sabiendo que de buenas ya echan humo, no me los quiero imaginar algo torcidos.
Y en el Madrid sucederá más de lo mismo, teniendo en cuenta que su duelo en el Coliseum acabará en la medianoche del miércoles y que su recuperación será menor. Ojito con Rodrygo. Si él entra en los planes de Ancelotti ante Bordalás, y por ejemplo descansan Vinicius y/o Bellingham, que se dé por fulminado en Sevilla. Mbappé, pase lo que pase ante el Geta tras su sanción y las molestias en el tobillo, jugará en el próximo Clásico de inicio por lo civil o por lo criminal. A no ser que el técnico italiano quiera acelerar su fichaje por Brasil y tenga la intención de provocar al titiritero.
Los futbolistas saben inglés y, concretamente en estos casos, saben que de aparecer ahora en la pizarra, el sábado lo tendrán en chino en La Cartuja. Este tipo de conjeturas, esa necesidad por conocer cuanto antes el futuro, son ley de vida. Uno está presente en un partido pero, en realidad, está jugando dos. Y no saben la angustia que se pasa. Servidor, salvando claramente las distancias, he llegado a delinquir por terminar cuanto antes con este tipo de incertidumbres. En 'Por si acaso' (Libros del KO) quedó escrito.
Agobiado, sin dormir y casi en ayuno por tener el estómago cerrado por la duda de si iba a ser titular o no en uno de los encuentros más importantes de mi vida, me excedí. Se trataba, ni más ni menos, que de la visita siendo juvenil a mi pueblo, Alcázar de San Juan, con la camiseta del Alba. Así que mientras todo el mundo inspeccionaba el césped del Municipal antes de que los entrenadores recitasen el once en la caseta y comenzara el espectáculo, simulé ir al servicio como estrategia saltándome los códigos del grupo. Hice que iba a beber agua para no deshidratarme y al ver en la camilla el librito con las fichas que el delegado debía entregar al colegiado —que era lo que realmente buscaba— lo cogí como poseído y fui pasando hojas hasta que vi que a mitad de camino, en el puesto de mediocentro, estaba entre los titulares. No recuerdo si celebré o me desmayé. Personalmente (que autoexigencias tan poco saludables) me jugaba el prestigio.
El enfado, los desplantes y el nerviosismo son inherentes al fútbol y hasta justificables cuando van acompañados de mesura, cierta educación, arrepentimiento y por supuesto el perdón. Miren a sus hijos los sábados por la mañana o recuerden lo que hacían ustedes de corto. No hay nadie libre de pecado. Aquí lo importante es la moraleja. La primera vez que me salí del redil, cuando mandé a la mierda a mi entrenador en el cole sabedor de que a final de curso nos dejaría, un ser superior me atizó. El heredero fue su hermano, al que trataba y había formado como un hijo... Fue algo así como meterte con Carletto y que el siguiente en el banquillo sea Davide... Y la siguiente y última ocasión en que fallé y no hice lo debido, aquella tarde calurosa en mi regreso a casa en el que rebusqué mi ficha sin deber, no olvidaré de qué va realmente esto: en concreto cuando en el minuto 60, feliz con mi titularidad pero extenuado con unos días previos en los que debí pensar menos y prepararme mejor, tenía los gemelos en el cuello y tuve que pedir el cambio cuando más disfrutaba de la goleada.
Más conveniente que quejarse, poner caras, anticipar y repartir culpas sin autocrítica, es estar preparado para cuando un entrenador confíe en ti.
Vinicius y Rodrygo bien podrían haberse rebelado contra el Arsenal. O, ya puestos y con el disgusto digerido, que paguen los platos rotos con Koundé y Cubarsí. Y a Ansu Fati qué decirle: estaría bien que Flick le diera la titularidad ante el Madrid, algo que no va a suceder. Él mismo, entonces, se daría cuenta de cuál es la realidad. Los que iban a dar patadas a diestro y siniestro por esa hipotética decisión iban a ser los mismos —compañeros incluidos— que ahora le perdonan sus injustificados aspavientos. El verde nunca engaña.