Xavi cambia el foco y 'viaja' de la pizarra a la cabeza del vestuario
La semana limpia de partidos sirve como punto y aparte para el técnico, preocupado ahora por posibles relajaciones.
El partido contra el Sevilla supone un cambio de etapa para el cuerpo técnico del Barça. La plantilla tiene sesión de recuperación este lunes por la mañana y después no volverá al trabajo hasta el jueves. Cuando regresen, los jugadores se encontrarán con un Xavi en un mood diferente.
Líderes a ocho puntos del Real Madrid, los azulgranas demostraron contra el elenco de Sampaoli que la maquinaria empieza a funcionar. El trabajo de automatismos comienza a dar sus frutos y el fútbol fluye. El margen de mejora aún es grande, pero este Barça es cada vez un poco más reconocible. Desde que asumió el cargo, Xavi ha tenido mucho trabajo táctico por delante. "Es extraño que haya jugadores del Barça que no entiendan el juego de posición", lamentaba el egarense en diciembre de 2021. Un año después, su equipo ha crecido y el técnico se centra en la siguiente fase: la cabeza del vestuario.
El excapitán azulgrana no quiere ningún tipo de relajación y su experiencia como jugador le dice que, ahora mismo, el gran peligro es creérselo más de la cuenta. El cuso pasado, el Barça también enlazó 15 partidos sin perder y justo después el Eintracht asaltó el Camp Nou y obligó al proyecto de Xavi a retroceder hasta la casilla de salida. Más que cuestiones estrictamente futbolísticas, lo que de verdad preocupa al cuerpo técnico ahora es que nadie levante el pie del acelerador. "No podemos bajar la guardia. Si no ganamos en Villarreal pueden volver las dudas", avisó este domingo el catalán.
Superada la primera mitad de curso, la temporada entra en una fase en la que la frescura mental y física cobra más importancia que lo técnico. Los partidos al todo o nada están a la vuelta de la esquina, de ahí que Xavi quiera concienciar a su grupo de la importancia de afrontar lo que queda sin sentirse los más guapos. La pizarra pierde peso y lo gana la versión psicólogo del de Terrassa.
"Esto no ha terminado para nada, quedan 18 partidos y va a ser una guerra", insistía Xavi. Contento con la progresión de su equipo, el entrenador culé ha logrado que el rendimiento colectivo esté por encima de las individualidades. Si no está Dembélé, aparece Raphinha. Si tapan a Lewandowski, la segunda línea toma el protagonismo. Y si el partido está encallado, los suplentes salen a morder para solventar la papeleta. Pese a las lesiones de Ousmane y Busquets, la competencia interna vuelve a ser alta y el gran beneficiado es el equipo.
El staff da mucho valor a que prácticamente toda la plantilla se vea con opciones de ser titular. Eso catapulta la intensidad de los entrenamientos, algo que se echó de menos en octubre cuando hubo la plaga de lesiones atrás. "Ya veréis como no hay once de gala", repetía Xavi en las últimas semanas. Y es que, de cara al vestuario, el técnico se esfuerza en trasladar un mismo mensaje: no se casa con nadie. Ansu, en negativo, lo sabe. También, en positivo, Balde.
Sin un Messi que resuelva, el equipo no puede dosificarse
Desde una posición de privilegio, el cuerpo técnico se centra ahora en que los jugadores miren la clasificación lo menos posible. Se les apretará incluso más para que la intensidad de las sesiones no decaiga lo más mínimo. Lo mismo en los partidos cuando el marcador es favorable. Frente al Sevilla, el Barça evitó repetir errores recientes y sí fue a por el segundo tras el 1-0 de Jordi Alba.
Incrementar la preocupación por el aspecto mental no va reñido con relajar otras cuestiones ya asimiladas. La presión alta y la interpretación del tercer hombre son facetas que se seguirán trabajando. Ahora que el fútbol empieza a fluir, Xavi no quiere que el buen momento afecte al cumplimiento de las obligaciones. Pero así como en el primer tramo de curso cuestiones tácticas han sido protagonistas en las charlas del técnico, a partir de ahora lo serán los inputs motivacionales. Aquellos relacionados con afrontar cada partido con la intensidad y humildad adecuada, huyendo de sobredosis de confianza. En el vestuario culé saben que si no salen al 1000% en cada envite se convierten en un equipo vulgar. Porque no hay un Messi detrás que lo arregle todo solo a base de calidad.