REAL ZARAGOZA

Los días envenenados de Gabi en el Zaragoza como capitán salvador y con una acusación por amaño en un largo juicio

El técnico jugó en La Romareda entre 2007 y 2011 y vivió los espantos del 'agapitismo': del descenso de 2008 a la agónica salvación en Levante, que derivó en un largo juicio y su absolución en 2019.

Los días envenenados de Gabi en el Zaragoza como capitán salvador y con una acusación por amaño en un largo juicio
Mario Ornat

Mario Ornat

El Real Zaragoza ya tiene a Gabi Fernández como nuevo entrenador. Firma hasta junio. Abre en Zaragoza una etapa de 11 partidos en busca de la salvación, en un escenario de emergencia máxima para evitar el descenso a 1ª RFEF: será su valiente regreso a La Romareda, donde jugó entre 2007 y 2011, un periodo en que vivió todos los espantos posibles, en los años más oscuros de la propiedad de Agapito Iglesias.

Basta decir que Gabi llegó a Zaragoza en 2007, la segunda campaña con el empresario soriano al frente del club. El equipo se había clasificado el año anterior para jugar la Copa de la UEFA en el primer regreso de Víctor Fernández al banquillo. Y ese iba a ser el verano de las vanidades zaragocistas: el del pago de la cláusula de seis millones al Villarreal por Fabián Ayala después de vender a Gabi Milito al Barcelona por 20,5; el del controvertido fichaje de Matuzalem al Shaktar Donetsk, que acabaría costándole al club 13,9 millones de euros (el doble del precio inicial) después de que el Shaktar ganara su recurso al TAS. Y el de adquisiciones como Pavón, Luccin, Paredes, el propio Gabi (todos traspasados), más la cesión de Ricardo Oliveira desde el Milan.

En total, más de 32 millones que acabaron... en el descenso a Segunda División más inexplicable de la historia del club. Y puede que también de la Liga. Porque en el Zaragoza ya estaban Carlos Diogo, Diego Milito y Andrés D'Alessandro (cuyas opciones de compra tras cesión se hicieron efectivas ese verano), más Pablo Aimar, Ewerthon, Juanfran García o Sergio Sánchez, llegados el año anterior.

Gabi llora tras consumare el descenso del Zaragoza en Mallorca en 2008.  EFE
Gabi llora tras consumare el descenso del Zaragoza en Mallorca en 2008. EFE

Aquel Zaragoza concebido para la ambición terminó en el hoyo. Y Gabi vivió en primera persona, y como titular habitual en el centro del campo, una temporada marcada por la destitución de Víctor Fernández tras la 19ª jornada y la sucesión de hasta cuatro entrenadores: Ander Garitano (dirigió un solo partido, que ganó), Javier Irureta estuvo en seis antes de irse; y el último fue Manolo Villanova, cuyo rescate se hizo imposible. Ah, también dimitió Miguel Pardeza como director deportivo: un último gesto de gallardía profesional y zaragocista.

También ahora Gabi será el cuarto entrenador después de Víctor Fernández, la interinidad de un encuentro de David Navarro y las diez jornadas (una sola victoria, siete puntos) de Miguel Ángel Ramírez: como para ponerle un sonrojante colofón a su nefasto paso por el Zaragoza, Ramírez llegó el sábado por la noche al aeropuerto de Zaragoza encapuchado para que no lo reconocieran los aficionados que acudieron a recibir al equipo. Y el domingo por la mañana, tras su destitución, salió de la Ciudad Deportiva oculto en el asiento trasero de su propio coche.

Las similitudes asustan al corazón más templado: aunque no hay parangón con aquellos fastos del agapitismo, también la plantilla de este año es la más cara que ha juntado el Zaragoza a lo largo de sus doce campañas consecutivas en Segunda. Pero el club va a confiar, precisamente, en alguien que en medio de ese tiempo de extraordinaria convulsión social y deportiva fue dando muestras crecientes de su capacidad de liderazgo. Una competencia muy necesaria para tomar la bandera en medio de un vestuario con la autoestima deportiva por los suelos y afrontar lo que se le viene encima al actual Zaragoza. Once jornadas en las que, entre otros y después de recibir al Córdoba el lunes próximo, se enfrentará a un calendario endiablado: Racing, Mirandés, Eibar, Levante y Huesca de manera consecutiva.

Gabi ya conoce el sabor que la Segunda División tiene en Zaragoza: jugó en su segundo ejercicio en La Romareda en lo que hoy es la Liga Hypermotion. Pero hay una diferencia de recursos, entorno y bagaje acumulado incomparables. Aquellas fueron temporadas duras, en un club caracterizado por la zozobra. Pero, al cabo, el infierno duró sólo un año: como había hecho en 2003, el Zaragoza ascendió de vuelta en un solo año, con Marcelino García Toral en el banquillo, la irrupción de Ander Herrera en el filial y 28 goles de Ewerthon que levantaron al equipo, amén de otros factores, hasta ascender como segundo por detrás del Xerez.

Esa temporada, Gabi se instaló como fijo junto con Alberto Zapater en el doble pivote, donde también se sumó el polivalente Leo Ponzio, de regreso al club. El verano anterior, Agapito había ejercido la opción de compra por Ricardo Oliveira para intentar obtener beneficios de sus 22 goles en la campaña anterior. Finalmente vendió la mitad de su pase al Betis en enero de 2009.

Tiempos convulsos

Pero con el regreso del Zaragoza a Primera División volvieron las convulsiones. Marcelino fue destituido tras 14 partidos y una rueda de prensa incendiaria, fortalecido por el sostén de la grada y la censura a la propiedad y el club presidido por Eduardo Bandrés. Sus relevos fueron dos héroes mayores de la Recopa: José Aurelio Gay y Nayim. El Zaragoza se metió en Navidad tras encajar un 6-0 en el Bernabéu y el 30 de diciembre anunciaron su dimisión Bandrés y el consejo del Real Zaragoza en pleno. Agapito volvió a asumir la presidencia y continuó su huida adelante.

En el mercado invernal apostó todo por la salvación, con siete fichajes de carácter decisivo: el portero Roberto del Atlético —que hizo media temporada providencial—, Matteo Contini y Jiri Jarosik en la defensa, Edmilson en el medio campo, más los delanteros Eliseu, el chupete Suazo y Adrián Colunga, que en 16 partidos aportó siete goles. El Zaragoza se pasó varias temporadas añorando su regreso, nunca concretado. Y salvó la categoría.

La última campaña de Gabi en el Zaragoza no iba a mejorar las cosas en lo deportivo. Pero sí su consideración entre los aficionados, a quienes la decadencia sostenida ya había levantado en los primeros actos de protesta organizada contra el presidente y máximo accionista. Los tiempos de atar a los perros con longaniza se habían terminado. Y si algo lo resume son los nombres de los fichajes de esa temporada: el portero Leo Franco y perfiles como Adam Pinter, Sinama-Pongolle, Maurizio Lanzaro, Said Boutahar, Nicolás Bertolo o Marco Pérez: aquel colombiano que se enredó con la pelota mientras la conducía en el acto de su presentación y se fue al suelo con estrépito. El club hubo de maniobrar con las televisiones para evitar que emitieran la imagen, tan representativa del estado de las cosas.

celebra un gol con Sinama Pongolle. EFE
celebra un gol con Sinama Pongolle. EFE

Ese año también cayó tormenta sobre el banquillo. Gay y Nayim se fueron después de una sola victoria en once partidos, tras haberse jugado por amor al club el prestigio de la memoria de su época de futbolistas. La nueva campaña de emergencia le correspondió a un técnico versado en todos los géneros del fútbol: Javier Aguirre. Al Vasco le tomó lo suyo enderezar la nave: no logró ganar hasta el sexto partido. Pero después encadenó tres victorias en cuatro encuentros y en la vigésima jornada sacó al Zaragoza de los puestos de descenso por primera vez en todo el año.

El peligro no quedó conjurado hasta el último día, después de un tramo final de puro infarto: seis derrotas y seis victorias en las últimas doce jornadas. El todo o nada del Ciudad de Valencia, contra el Levante, permitió a Gabi rematar su perfil de héroe de la campaña: él hizo los dos goles del triunfo que sacó al Zaragoza literalmente del pozo. Fue el colofón a su mejor temporada: en tiempos de extraordinaria dificultad se erigió en capitán en todos los aspectos. Fue un faro de compromiso, fútbol creciente, pulso de acero en la ejecución de los penaltis (anotó cinco sin fallo) y un total de 11 tantos que lo señalaron entre los medios más productivos de la Liga. En realidad, su campaña lo hizo aparecer en casi todos los apartados estadísticos entre los mejores del campeonato.

La progresión de Gabi lo llevó traspasado de vuelta al Atlético de Madrid, que hizo valer una cláusula de su contrato de compraventa al Zaragoza cuatro años antes: el derecho preferente de adquirir su propiedad pagando el doble del precio de venta. Agapito lo despidió en un acto con honores en el que le entregó el brazalete de capitán, un acto simbólico de identificación que el tiempo iba a revelar envenenado.

En el Calderón, a Gabi lo aguardaban los mejores años de su carrera deportiva, en todos los aspectos. Pero quedaron mezclados con la denuncia por amaño del partido contra el Levante, impulsa por Javier Tebas en 2013 desde LaLiga. Gabi fue uno de los 36 futbolistas encausados en un proceso que no se resolvería hasta 2019, seis años en los que fueron revisados los movimientos de dinero protagonizados por Agapito y los jugadores del Zaragoza, con Gabi implicado en su condición de capitán: según la acusación, que llegó a pedir dos años de cárcel y seis de inhabilitación para él y varios implicados más, el destino de 1,7 millones de euros eran los futbolistas del Levante, quienes se habrían dejado ganar.

Gabi, a su salida de los juzgados tras declarar por el caso Levante.  EFE
Gabi, a su salida de los juzgados tras declarar por el caso Levante. EFE

El juicio absolvió finalmente a todos los implicados, salvo Agapito y su entonces director general Javier Porquera. El nombre de Gabi y el resto de implicados quedó limpio y el futbolista terminó su carrera en el Al-Sadd catarí, antes de iniciar su periplo por los banquillos. Un viaje que ahora le trae de vuelta a Zaragoza, donde las interminables consecuencias y la acumulación de posteriores equivocaciones han conducido al Zaragoza al trance más desesperado de sus 93 años de historia, que precisamente su cumplen este martes 18 de marzo. Gabi, valiente y comprometido, asume el mayor desafío enfrentado nunca por un técnico del Real Zaragoza.