REAL VALLADOLID

Los capítulos de la historia que llevó a Paulo Pezzolano a ser héroe y villano de un Valladolid de Primera

El uruguayo ha demostrado ser un ejemplo de resiliencia ante una afición con la que tuvo enfrentamientos personales durante todo el año.

Los capítulos de la historia que llevó a Paulo Pezzolano a ser héroe y villano de un Valladolid de Primera
Alejandro de Paz

Alejandro de Paz

Para muchos, el villano de una historia mal contada. Para otros muchos, alguien que, pese a haber conseguido el objetivo, no ha tenido tanto mérito y ha jugado con la afición. Una división que refleja a la perfección lo que ha sido la temporada de este Real Valladolid. Un equipo alejado de su masa social que han conseguido ascender juntos. Pero, ¿cuál es el origen de esta tragedia de final feliz?

Paulo Pezzolano llegó a Valladolid sustituyendo a Pacheta, destituido tras una mala racha en Primera la temporada pasada pese a tener al equipo fuera de los puestos de descenso. Al uruguayo no le costó ganarse a la afición en un inicio, poniendo carácter en el vestuario, en el campo y en las ruedas de prensa con un discurso de esfuerzo y motivación. Sus protestas en varias ocasiones le costaron expulsiones y sus críticas sanciones. Los pucelanos confiaban en su entrenador y se sentían respaldados por él.

El declive comenzó a pocas jornadas del final de aquella liga. Pese a depender de sí mismos para salvarse, el Real Valladolid no consiguió pasar del empate a cero ante el Getafe sin ni siquiera tirar a puerta. Los resultados de los demás partidos, esta vez, fueron en contra de las necesidades pucelanas, y mandaron al equipo de Pezzolano a Segunda División. El descontento y enfado de la afición, evidentemente, era lógico.

Más lo fue cuando Ronaldo Nazário, en la rueda de prensa posterior al descenso, quiso mantener su confianza en el técnico pese al descenso. Además, en esta comparecencia, atacó a parte de la afición más crítica y exigente del José Zorrilla, que pedía explicaciones al brasileño tras perder la categoría y seguía exigiendo deshacer el cambio de escudo. El "odio" a Pezzolano no se entendería primero sin el "odio" a Ronaldo. Este cúmulo de sucesos provocó una división entre el club y su afición que, ni a día de hoy, con el ascenso y el escudo de vuelta de su emblema, se ha solucionado.

La afición del Valladolid celebra en las calles el ascenso de su equipo. EFE

De descenso a ascenso directo y con récords de imbatibilidad

No es algo que solo podamos achacar al Real Valladolid de Pezzolano, ya que ha sido la tónica reinante de toda la temporada en todos los equipos de LaLiga Hypermotion. Irregularidad, inestabilidad, altibajos… es algo que a una afición no suele gustarle vivir. En el caso del Pucela, ha llegado a estar en puestos de descenso, luego de ascenso directo, para después salirse incluso de puestos de playoff y acabar remontando y subiendo a falta de una jornada. De rachas de cinco victorias consecutivas o récords históricos de imbatibilidad, a estar cuatro meses sin ganar fuera de casa o épocas de ganar un solo partido en ocho jornadas.

En Valladolid, la gente nunca se conformó con estar en puestos de playoff. Quería estar en ascenso directo y no iba a exigir menos a su equipo. La plantilla tenía calidad suficiente para ello. Pero esto no fue lo único que hizo que parte de la grada perdiera la confianza en Pezzolano. Desde el primer momento ha habido decisiones del uruguayo que no se entendían en las gradas. Onces cambiantes sin un modelo claro, sin tener un estilo de juego definido… independientemente de los resultados, la afición no ha disfrutado del fútbol de su equipo.

Por otro lado, el técnico ha dado a lo largo de la temporada mucha confianza a jugadores que no han dado la talla, en detrimento de otros con mejor rendimiento que han tenido que esperar su momento en el banquillo. Son casos como los de John Victor en portería o Robert Kenedy. Jugadores como Joni Montiel, que casi cualquier equipo de Segunda hubiera querido tener en sus filas, tuvieron que abandonar el barco en invierno ante la falta de minutos. O casos como los de Juric, que perdió la titularidad sin motivo aparente cuando se hablaba de él como uno de los mejores jugadores de toda la categoría y estaba siendo pieza clave en el conjunto blanquivioleta.

En rueda de prensa, Pezzolano se escudaba en "decisiones técnico-tácticas" para respaldar sus juicios, sin dejar claros los motivos que le llevaban a llevar a cabo algunas de estas acciones. Su estilo de juego lo llegó a definir como "híbrido", una vez más dejando dudas en prensa y afición.

Enfrentamientos constantes con la afición

El descontento general con el entrenador se ha expresado entonando el "Pezzolano, dimisión" en la gran mayoría de los partidos. Tanto es así que hasta en victorias importantes o en la mismísima celebración del ascenso se oyeron estos cánticos en el José Zorrilla, lo cual demuestra que ya no es algo deportivo, sino personal.

La gente que le conoce y sus jugadores siempre han asegurado que a él no le afectan los cánticos y que trabaja y vive a gusto y tranquilo. Es cierto que muchas veces ha evitado tocar el tema, pero muchas otras ha hablado y lo ha hecho de manera desafortunada. "Te da lástima porque hay gente que se viene a desahogar y no ve lo bueno del equipo. Te duele porque esa gente esa sufriendo algo más que ya no sabés. Ojalá les podamos ayudar", dijo en su día sobre las críticas, algo que molestó a parte de la afición, que se lo tomó como un ataque personal.

Pero no han sido las únicas declaraciones similares. "Entras adentro de un estadio y hay gente que tiene maldad o que la pasa mal, todos tenemos diferente vida, y se viene a desahogar acá", aseguró en una entrevista hace meses a La SER. Una maldad de la que habló más veces, afirmando que "en todas las aficiones hay gente negativa en su vida y se viene a descargar del fin de semana. Nada les va a parecer bien". Pese a ello, siempre dijo que estaba contento de recibir él las críticas, protegiendo y haciendo de escudo a sus jugadores.

También hizo de escudo a Ronaldo, defendiéndole ante unos cánticos contra la directiva brasileña que se llegaron a malinterpretar como racistas. A estas y otras declaraciones se le suman enfrentamientos personales con algunos aficionados durante partidos o entrenamientos. En los últimos meses, Pezzolano llegó a decir que "no ascender no sería un fracaso", por lo que también se le echaron encima, y se refirió a la afición blanquivioleta como una afición "poco competitiva" el día que se llenó el José Zorrilla para animar al equipo ante el Espanyol, aunque días después acabó matizando sus palabras para indicar que se refería solo a una pequeña parte.

En la celebración del ascenso se oyeron pitos en la grada cuando los jugadores le mantearon, además de los cánticos recurrentes. Pezzolano dejó la clásica puntilla a sus declaraciones pospartido agradeciendo y dedicando "a gran parte de la ciudad" el logro. Pese a sus pullas a su afición, algo hay que reconocerle y es que ha sido un ejemplo de resiliencia ante adversidades, algunas motivadas por él y otras no, que se ha encontrado en una temporada que ha acabado con sus jugadores, de manera irónica, cantando "Pezzolano, dimisión" en la celebración.

"Hubo manipulación de la gente y de vosotros, los medios", dijo claro en su última rueda de prensa. "Yo he dejado a esta ciudad donde tenía que estar, porque su gente cuando te conoce, y les conoces, es cálida, linda, y me alegro por ellos", comentó, pero lamentó no haber podido llevar sus hijos al estadio para que no escuchasen los cánticos contra su padre. Para finalizar, terminó con una frase de superación: "Cuando nadie les quiera, demuestren lo que son; cuando nadie crea, háganlo ustedes, porque siempre se puede, como se ha visto este año". Paulo Pezzolano, héroe y villano de un ascenso inédito en el mundo del fútbol.