REAL ZARAGOZA

El día que César Alierta dejó a un lado Telefónica para salvar de la ruina al Zaragoza, el club de fútbol de su vida

El exmáximo accionista del Real Zaragoza se hizo con la propiedad en su momento más delicado, pero siempre estuvo en la sombra.

César Alierta /EFE / Kai Försterling
César Alierta EFE / Kai Försterling
Javier Mercadal

Javier Mercadal

España despide esta semana a César Alierta, el ex presidente de Telefónica y Tabacalera que ha fallecido a los 78 años de edad. Todos le recuerdan por su gestión al frente de una de las compañías más grandes del país, pero en Zaragoza también lo hacen porque rescató al club de fútbol de la ruina y estuvo al mando en la sombra durante varios años.

Para contar los lazos maños de César Alierta hay que remontarse a julio de 2014, cuando el Real Zaragoza caminaba irremediablemente hacia la desaparición. El primer equipo vagaba en Segunda División, más cerca de los puestos de descenso que de la promoción a Primera. Por su parte, las arcas del club acumulaban una deuda de 106,4 millones de euros, productos de la gestión de Agapito Iglesias, entonces propietario y mandamás de la entidad aragonesa. La afición, desesperada, se echó a la calle en una protesta histórica que recorrió el centro de la capital aragonesa. Unas 15.000 personas exigieron en la calle que no se dejase morir al histórico club blanquillo.

Eran días de confusión y desesperación, un caldo de cultivo perfecto para oportunistas. Un mes antes había salido a la palestra la figura de Khadir Sheikh, un supuesto empresario alemán de origen pakistaní cuya solvencia nunca se demostró. Se acercó también a otros clubes en problemas como Sporting de Gijón o Mallorca, sin probar nunca sus promesas de un futuro mejor. Prácticamente al mismo tiempo, un grupo de empresarios locales liderado por Mariano Casasnovas, y a los que se conoció popularmente como los comisionistas por su intención de realizar una compraventa, también intentaron sacar tajada de la situación moribunda del club. De hecho, llegó a haber una cesión inicial de acciones que fue revertida. En 2023, Casasnovas fue noticia al huir de la Justicia para no entrar en prisión por una condena de cuatro años por estafa inmobiliaria.

Se trataba, por lo tanto, de una situación muy delicada. De seguir Agapito en la propiedad la disolución era inevitable. Los impagos se acumulaban y La Liga tenía preparado el descenso administrativo como castigo, lo que hubiese supuesto el golpe de gracia a la entidad blanquilla. Es entonces cuando aparece, entre otros, César Alierta.

Un zaragocista que siempre quiso estar en segundo plano

El 17 de julio de 2014 se presentó en sociedad la llamada Fundación Zaragoza 2032. Se trataba de la unión de un grupo de empresarios aragoneses que tenían en César Alierta su rostro más reconocible, por entonces presidente de Telefónica. Aquella opción fue finalmente la elegida, oficializándose el 24 de julio. Seguramente, el día que el Real Zaragoza fue salvado.

Los que le conocieron, hablan de César Alierta como un gran zaragocista que siempre quiso permanecer en un segundo plano. De hecho, no se le veía por la Romareda durante los partidos del Zaragoza, pero sí estaba presente su sello empresarial: no es mera coincidencia que, durante su estancia al frente de Telefónica, la entidad de telecomunicaciones patrocinase hasta en dos periodos diferentes la camiseta del Real Zaragoza (de 2005 a 2008 junto a la Expo 2008 y de 2009 a 2013 primero con Telefónica y, después, mediante el programa Proniño). Por ello, cuando la situación fue insostenible, dio un paso al frente haciéndose cargo de la entidad.

El Real Zaragoza, un asunto casi familiar

Alierta heredó la pasión por el león rampante de su padre, Cesáreo Alierta, quien había sido alcalde de la ciudad de 1966 a 1970 y antes presidente del Real Zaragoza de 1952 a 1958. De hecho, en su mandato se inauguró el estadio de La Romareda, en 1957, cuando el pequeño César tenía 12 años. Por tanto, es lógico que para él, el viejo club que en 2014 agonizaba, era mucho más que un equipo de fútbol, sino una responsabilidad casi familiar que, cuando hizo falta de verdad, no pudo eludir.

Para representarle en el día a día del club, Alierta situó a su sobrino, Fernando Sainz de Varanda Alierta, como vicepresidente. En 2019, cuando se convirtió en el máximo accionista del Real Zaragoza tras una ampliación de capital, además entraron en el Consejo de Administración Luis Blasco, su mano derecha, y quien también había estado en Telefónica junto a él, y Juan Uguet de Resayre Alierta, también sobrino de César. A través de sus hombres de confianza estaba muy atento al día a día del club, pero nunca se involucró en la parte deportiva.

Así lo refrenda Ángel Martín González, el primer director deportivo que tuvo el Real Zaragoza una vez entró la Fundación 2032. "Conocí a César Alierta, le pude saludar y conversamos en alguna ocasión, aunque no traté nunca ningún tema deportivo con él. Siempre fue muy educado conmigo y me dejó trabajar con total libertad, lo cual es de agradecer", recuerda.

Estabilidad económica aunque no deportiva

La principal misión de Alierta con su Fundación siempre fue mantener con vida al Real Zaragoza. Un plan que se sostenía en dos patas: viabilidad económica y resultados deportivos. En la segunda falló estrepitosamente, puesto que el equipo no puedo subir a primera durante los ocho años que Alierta estuvo dentro del club. En la primera, en cambio, siempre mantuvo las cuentas a raya, lo que permitió que en el horizonte siempre hubiese una temporada más en la que abordar el ascenso.

De hecho, Alierta cogió el Real Zaragoza en 2014 con una deuda inasumible de 106,4 millones de euros y cerró el ejercicio de 2021 con una de 69,7 millones. Cada ejercicio fue cerrado con balance positivo, y todo ello teniendo en cuenta el daño que hizo la pandemia en el fútbol. Para ello, el Zaragoza tuvo que sostenerse en la venta de los principales valores salidos de la Ciudad Deportiva, a saber: Jesús Vallejo, Alberto Soro, Diego Rico, Pep Biel, Jorge Pombo o Raúl Guti. , por nombrar a los más destacados. Ventas millonarias que cuadraban balances, pero no daban continuidad al proyecto deportivo.

Los fiascos acumulados en el terreno de juego

Durante los ocho años que estuvo César Alierta en el Real Zaragoza, el equipo aragonés estuvo en posición de promocionar de categoría únicamente en tres de ellos. Un cómputo muy pobre para un equipo que, independientemente del presupuesto o limite salarial, mueve una masa social mucho mayor que la de varios clubes de Primera. A orillas del Ebro la exigencia siempre ha sido regresar a la élite, incluso cuando no había razones objetivas para pensar en ello.

El proyecto que más cerca se quedó de conseguir el objetivo fue, curiosamente, el primero de todos. En 2015 el Real Zaragoza se quedó a escasos cuatro minutos de convertirse en equipo de Primera División. El equipo, que fue sexto en Liga, llegó a la final del playoff contra Las Palmas. De hecho, en la ida los blanquillos consiguieron una, a priori, cómoda renta de 3-1 frente a los canarios. Sin embargo, en el minuto 86 del partido de vuelta, Sergio Araújo logró un 2-0 que otorgó el ascenso a los insulares.

El Real Zaragoza volvería a disputar el playoff en las temporadas 2017/18, con Nacho González en el banquillo, y 2019/20, con Víctor Fernández. En las dos ocasiones fue tercero en liga y quedó apeado en semifinales, contra el Numancia y Elche respectivamente. Especialmente dolorosa fue el año de la pandemia, en el que los aragoneses parecían disparados a Primera División cuando el mundo se detuvo a causa del Covid-19. Un estado de forma que no pudieron recuperar cuando regresó el fútbol.

Todas estas decepciones deportivas, sumadas a las varias temporadas coqueteando con el descenso a Segunda B, hicieron que, poco a poco, el proyecto encabezado por César Alierta perdiese el apoyo popular que tuvo en el momento de su llegada. Por ello, en 2022 se formalizó su salida del club al vender su paquete accionarial, ya entonces el mayoritario, al grupo de inversión encabezado por el empresario Jorge Mas, dueño del Inter Miami. Alierta dejó el club como vivió en él: sin hacer ruido. Se marchó, eso sí, de una institución en proceso de estar saneada económicamente y, sobre todo, viva. Con la certeza de que habrá una nueva temporada en la que recuperar, de una vez, el lugar que el Real Zaragoza merece en el balompié español.