OPINIÓN

El Espanyol es único y Puado eterno... ¡Chen, vende ya!

Piña de los jugadores del Espanyol tras el segundo gol de Puado. /EFE
Piña de los jugadores del Espanyol tras el segundo gol de Puado. EFE

En el bar Flamenco de Düsseldorf se crea un universo paralelo donde lo importante no es ni el Alemania-Suiza ni una actuación de breakdance ni una bandera de Albania que preside la barra, pues ya calientan motores para el partido ante España de este lunes. En ese submundo hay mesas de madera cual taberna irlandesa, corre la cerveza y hay camisetas del Oviedo de "Somos de Primera", otras del Espanyol y alguna de la Selección con el nombre de Tamudo, el hombre que conecta todos los milagros de un club que se agarra a la vida aunque sea sujetado de un alfiler, capaz de soportar el peso de su historia y salir a flote.

Así lo hizo las cinco anteriores ocasiones que descendió y ascendió a la primera y así lo ha vuelto a hacer, con 33.000 pericos en las gradas y un hombre de la casa, que lo siente y lo sufre, que tiene sus haters pero que siempre los acalla con goles como los que han devuelto la fe en un club sin presidente, ni propietario, ni altavoces, ni apoyos institucionales, que esta semana ha vivido en la sombra como si fuera escocés. Pero ahí surgió Javi Puado para ser lo que antes fue Raúl Tamudo o Ferran Corominas, el hombre que siente los colores, que los lleva en su piel y que aparece en esos momentos solo para los elegidos.

Cuántas veces hizo llorar Tamudo con sus goles. En aquella final de la Copa del Rey de 2000 y su burla a Toni, o el de la Copa de 2006 en el Bernabéu ante el Zaragoza, o el Tamudazo en el Camp Nou o aquel 1-0 al Murcia en la salvación de 2004 en un Montjuïc repleto y enloquecido, donde hasta los empleados se quitaban la camiseta y lo celebraban subidos a las pupitres de prensa. No hubo ningún gol como el de Coro ante la Real Sociedad, en el minuto 93, cuando la deuda del club lo hubiera llevado a la casi desaparición, a pase de Dani Jarque antes de la peinada de Pandiani. Cuanto se añora y cuanto se recuerda.

Así se vive el ascenso a primera desde Alemania. Relevo

En ese libro de la historia, Puado ya ha grabado su nombre. Y lo ha hecho con dos acciones que definen a un futbolista fabuloso, quizás algo irregular, fruto también de un Espanyol que ha dado tantas veces tumbos que no sabe ni a qué juega, ni con quién ni cómo, como si sus jugadores no tuvieran las herramientas ni las seguridades para desarrollarse. Puado es Espanyol.Y un partido así le hace pasar a la eternidad en el Espanyol.

Los 33.000 hinchas son el mejor patrimonio de una entidad muy viva en lo social pero que necesita una reestructuración profunda para no volver a caer en la desidia, la dejadez y el descenso. El presidente Chen debe vender de una maldita vez para que coja el club alguien serio y con nuevas ideas, que invierta y tenga criterio, que ponga orden en el caos en el que se ha convertido el club.

Más allá de nombres, de Manolo González, Fran Garagarza o Martin Braithwaite, la entidad necesita alguien con visión. Tiene patrimonio, aficionados, una cultura de supervivencia única y a muchos 'Puados'. De lo contrario, seguirá sumido en la hecatombe. Este lunes al despertar de una pesadilla con final feliz hay que empezar a construir el futuro. Todo lo que no sea eso, será el comienzo de otra nueva pesadilla. Y así en bucle hasta el juicio final.