El Madrid de oro y diamantes

Llegar. Llegó 4 veces y metió 4 goles, aunque uno no valiese. Ver. Vio cuándo le tocaba, cómo volver a sacar a Eric en la foto, jugar a lo que quieren Kroos y Modric, con una muralla atrás que ni Lewandowski se acercó a invadir, dio falsas ilusiones cediendo el balón, pero el Barcelona no sabía qué hacer con él. Y venció, de nuevo, el Real Madrid.
La tarde en el Bernabéu podría ser la más efectiva del otoño. Claro que todo parece muy fácil cuando tienes al Balón de Oro y no te perdona una; o al diamante de Valverde, que ya no es en bruto, aunque nadie sepa ahora mismo hasta dónde puede volar ese pájaro, que no 'Pajarito'… Y si encima acaba apareciendo Rodrygo, definitivamente más cómodo entrando con la fiesta a medias que en los preparativos.
Este Real Madrid es cruel. Te engaña, te traiciona y te mata. Le hicieron creer a los de Xavi que habían perdido el dominio. Incluso les ajustaron el marcador y el Barça se vino arriba. Pero no, porque al Madrid no le hace falta la pelota, ni dar diez pases para acercarse a Ter Stegen, ni que Ancelotti invente nada nuevo, ni crear más de cinco ocasiones para meterte tres. Pareciera, incluso, que no quisiera hacer sangre de la herida de Milán.
El Barça cayó en la trampa de sentirse vivo con el gol de Ferran, y el Madrid supo hacer eso que a veces se le atasca en el gatillo: rematar, no sólo matar.