Cuando al Real Madrid le sale un partido canalla, es canalla de verdad

Con todos los respetos y reconocimientos a un Rayo corajudo e impetuoso que supo montar en Vallecas las barricadas pertinentes para que el Real Madrid se sintiera en terreno poco amigo, la realidad es que los muchachos de Ancelotti, unos más muchachos que otros, tampoco parecían estar por la labor de tener un buen día. Muchas razones quedaron en evidencia: partido post-Champions, horario más propio de tomar el aperitivo que de jugar al fútbol, ausencias de algunos jugadores por aquello del reparto de esfuerzos y de las oportunidades, pero que se antojan imprescindibles para el buen funcionamiento del colectivo...
Al Madrid, de vez en cuando, le salen actuaciones como ésta del viejo Vallecas y cuando al Madrid se le pone canalla un partido, es canalla de verdad. No lo puede disimular. Hasta pierde dos jugadores, Carvajal y Camavinga, para el encuentro siguiente por pasarse de la raya con las protestas al árbitro. Lo mismo que cuando todos sus jugadores, al unísono, están por la labor y la suma de las individualidades completa un notable alto colectivo, cuando los blancos, vistan del color que vistan, se sienten incómodos, la suma de sus individuales se queda en el suspenso generalizado, con escasas excepciones. Estamos ante esta última situación. Si Ancelotti hubiera tenido que reconocer los méritos de sus jugadores con un estrechón de manos, los únicos que se hubieran sentido reconocidos serían Lunin, Lucas, Nacho y Camavinga, Joselu (por el gol)... Al resto, les sobraba con una palmadita en la espalda.
No fue el mejor partido de Vinicius, que parecía fastidioso con el pegadizo marcaje de Balliu y por tener que jugar un poco más por dentro para dejar espacio por fuera a las incorporaciones de Fran García. Tampoco apareció como se esperaba Luka Modric después de cinco partidos sin ser titular. Sin Kroos y sin Bellingham, era una gran ocasión para reivindicarse y demostrar a su entrenador que continúa siendo un jugador diferencial. Era un mediodía para coger el partido por la solapa y hacerse dueño de la situación. Pero el croata, con Óscar Valentín siempre muy encima, no encontró ni el segundo justo para pensar, ni el metro medido para salir de la presión. ¡Hasta erró pases de esos que él coloca con el exterior milimétricamente!
Tampoco fue el mejor partido de Tchouameni en su estrenada posición. Aunque siga pensando que de central tiene hasta los andares, ante el Rayo cometió dos o tres errores de principiante, de falta de oficio. Nada que no se pueda corregir y rectificar. La misma medicina se le puede aplicar a Brahim, que partía esta vez desde la banda derecha y no desde la mediapunta. Participó menos del juego, aunque esta carencia se podía apuntar en el haber del Rayo, que le enjaulaba bien en sus diagonales interiores.
A Valverde, autor del pase del único gol y de un remate al poste, también se le podría exigir más. A lo peor el estadio de Vallecas se le quedaba pequeño. Como en el caso de Modric, sin Kroos y Bellingham era otro buen momento para estirar el cuello y mirar el partido desde arriba... y, así, uno por uno al resto de del equipo, que tampoco es cuestión de ir uno por uno. La sensación final que deja el partido es que el equipo todavía necesita mucho a Kroos para organizar la salida del juego y que la presencia de Joselu en el centro del ataque obliga a cambiar determinados conceptos ofensivos en los que no todos los jugadores se sienten realizados.