TELEVISIÓN

La historia de 'El Día Después', el programa que cambió la manera de contar el fútbol: "Los reporteros teníamos un mandato, 'Busca historias, no mires al balón'"

El emblemático espacio de Movistar+ nació en octubre de 1990 y, casi 35 años después, se adapta a los cambios del fútbol y de la sociedad sin perder su distintiva esencia original.

Lobo Carrasco, Michael Robinson y Ramos Marcos, en el plató de El Día Después. /
Lobo Carrasco, Michael Robinson y Ramos Marcos, en el plató de El Día Después.
Mario Ornat

Mario Ornat

Noemí de Miguel dice que para ser reportero de El Día Después "hay que tener un talento y un talante especial". Es una apreciación que apunta de manera directa a la esencia del programa. No parece casual que su sección más popular y distintiva se llame Lo que el ojo no ve. Porque, en efecto, lo que diferenció a EDD desde el primer día y aún hoy permanece es su forma tan particular de enfocar el fútbol a través de las cámaras. Y, por supuesto, de mostrarlo a los espectadores. "Los redactores de El Día Después tienen una mirada diferente. Donde tú ves sólo un cúmulo de imágenes, ellos ven una historia", resume la periodista, hoy presentadora del programa.

El Día Después se estrenó el 8 de octubre de 1990 y —con muchos cambios en el fútbol y la sociedad, distintas etapas, un hiato de varios años y sucesivas generaciones de periodistas y presentadores— ha llegado hasta el día de hoy, tres décadas y media más tarde. "Lo que más me gusta es que el programa está más vivo que nunca, que ha evolucionado con el fútbol y la sociedad, y que refleja sus cambios —explica Noemí de Miguel—. En un tiempo en que las pantallas separan a las familias y cada uno está en casa viendo una cosa diferente, en EDD tenemos el privilegio de ser un contenido que consume y reúne los lunes a toda la familia delante de la tele".

Como tantas cosas en el periodismo deportivo reciente, esa forma de mirar y contar el fútbol la concibió Alfredo Relaño en sus días de director de Deportes, en el entonces recién nacido Canal+. Todo en El Día Después pretendió desde su origen conformar una marca alejada del lenguaje, la estética y los temas habituales. Desde el mismo presentador. El primero fue Nacho Lewin, un veterano periodista con un perfil alejado de las convenciones del fútbol televisivo, tanto por su trayectoria profesional como por su apariencia distinguida: había sido copiloto de rallies antes de entrar a formar parte de la redacción deportiva de El País en los años 70, encargado del automovilismo. Y en los 80, coordinador en dos programas presentados por Fernando García Tola en RTVE: Esta noche y Si yo fuera presidente.

A su lado, Relaño situó como analista a Jorge Valdano, otra declaración de intenciones. Ambos le proponían a la cámara una presencia y un lenguaje que rompía con los moldes y tamizaba las pasiones balompédicas con un poso de reflexión y pausa, más próximos al humor que al histrionismo y las polémicas. Los contenidos también iban a alejarse de cualquiera de las formas de narración del fútbol habituales en la televisión española hasta ese momento: "El Día Después responde exactamente a mi sensibilidad futbolística", resumiría Valdano su sintonía con el programa. En una entrevista en el especial que celebró el 30º aniversario del programa sintetizó: "Era una forma nueva de mirar al fútbol".

Si Lewin y Valdano fueron los protagonistas frente a la cámara en aquellos días inaugurales, Antoni Daimiel vivió el proceso en primera persona desde el otro lado: se incorporó al canal como becario y formaba parte del equipo de redactores y reporteros de El tercer tiempo, el programa que resumía la jornada futbolística los domingos, y también del propio EDD. "En mi trayectoria profesional fue muy importante: esos programas marcaron para mí un antes y un después —valora Daimiel, que bromea—: uno de mis primeros partidos fue en Pamplona y me acuerdo porque era la primera vez que viajaba en avión".

Desde su origen, la consigna en El Día Después era hacer algo que no se hubiera visto antes, en consonancia con el lenguaje novedoso que incorporó Canal+ a la televisión española: "La gente decía que el espectador nunca pagaría por ver la tele. Los primeros meses recuerdo que teníamos la sensación de que el canal estaba a prueba". El Día Después significaba una apuesta singular pero arriesgada: "En aquellos tiempos con Nacho Lewin y Valdano, Alfredo Relaño estaba muy encima del programa: él marcaba todas las pautas, estaba todo el fin de semana pendiente y los lunes asistía a todas las reuniones", cuenta Daimiel. "La voluntad era hacer algo diferente, algo que no ofrecieran las demás televisiones. Y, para conseguirlo, nuestro trabajo consistía en ir a los campos y traer imágenes", define el periodista.

"EDD está más vivo que nunca: en un tiempo en el que cada persona ve un contenido diferente en su propia pantalla, tenemos el privilegio de juntar a toda la familia los lunes ante la televisión"

Noemí de Miguel Presentadora de El Día Después

Canal+ se había hecho con los derechos televisivos para ofrecer un partido los domingos por la tarde y el libro de estilo de sus transmisiones ya se apartaba de lo conocido: añadía puntos de vista inéditos con un mayor número de cámaras, trataban igual un partido entre dos equipos grandes que otro con protagonistas más modestos, y sus realizaciones exploraban nuevas maneras de narrativa visual. Ese impulso animaba también la esencia de El Día Después: ir a cualquier campo, no sólo a los importantes, y contar historias de un modo nunca visto: "En Canal+ la imagen era lo primordial. Antes siempre primaba el mensaje del locutor, del narrador, y las imágenes iban en función de eso. El Día Después le dio la vuelta: primero buscábamos las imágenes y después montábamos el relato", explica Antoni Daimiel.

Ese ánimo de explorar las pequeñas historias que orbitan alrededor del fútbol se ha mantenido hasta hoy: es una suerte de cultura interna del programa, transmitida y defendida a lo largo de los años. La inauguraron gente como Daimiel, Nico Abad o Juanjo Vispe, entre otros, y quienes los siguieron los nombran como referentes de un estilo: "En la búsqueda de esas historias éramos muy atrevidos —explica Daimiel—. Nos daban una responsabilidad que no nos habíamos ganado e íbamos a los campos sin consignas, con toda la libertad editorial y respaldados en nuestro atrevimiento para mirar y captar la historia que se nos apareciera delante".

El proceso tenía mucho de intuitivo, una improvisación reglada por la filosofía del programa: "Cada uno seguíamos una rutina diferente —recuerda Antoni Daimiel—. A mí me gustaba llegar muy pronto a los estadios, como tres horas antes. Y me dedicaba con el cámara a grabar reuniones de los empleados del campo antes del partido, veías quién mandaba, tal. Luego ya según cómo iba la cosa apostabas por algún jugador, algún detalle que surgiera. Y si el equipo ya estaba muy trillado, buscabas en la grada... En fin, todo muy improvisado, muy de ver en el momento qué aparecía: por lo general no llegábamos allí con nada concreto o decidido".

Un ejemplo de ese tipo de comportamiento devuelve a la memoria de Daimiel uno de sus primeros encuentros como reportero, en un Sevilla-Deportivo. "Estábamos grabando la entrada de los jugadores del Dépor al Sánchez Pizjuán y de pronto vimos que varios de ellos no entraban y se iban por la calle, alejándose del campo". Daimiel y su cámara decidieron seguirlos a cierta distancia. "Acabaron metiéndose en una cafetería por ahí cerca, a tomarse un café. Y ya se dieron cuenta de que los estábamos grabando, empezaron a saludar a la cámara, todo muy relajado".

Así hasta que los tres futbolistas retornaron al Pizjuán. Y la cámara, tras ellos. "La cosa fue que cuando llegaron otra vez al campo, el empleado de la puerta no les dejó entrar. No se creía que eran jugadores del Deportivo, decía que ya habían entrado todos. Los futbolistas empezaron a ponerse nerviosos, temían ganarse una multa y hubo unos minutos ahí muy divertidos con el gorrilla... Lo grabamos todo. Hacíamos ese tipo de cosas, que surgían por pura casualidad".

"Éramos muy atrevidos en la búsqueda de historias para el programa: no teníamos ninguna consigna y estábamos muy respaldados en ese atrevimiento"

Antoni Daimiel Ex reportero de El Día Después

Después del primer año de emisión, Jorge Valdano abandonó el programa para fichar como entrenador del Tenerife. En su lugar, Relaño puso en el plató a Michael Robinson, quien había ejercido como colaborador de El Larguero de la Cadena Ser. Con Robinson, la combinación de lo periodístico y lo lúdico empezó a funcionar muy bien: "La incorporación de Robinson condicionó mucho el programa, a mejor. Por su sentido del humor, por las cosas que él veía. Le dio otra vuelta, siempre con la aquiescencia de Relaño que era quien lo había fichado, y el programa creció mucho", analiza Daimiel.

Robinson comenzó dándole a El Día Después el tono de análisis que había representado Valdano, pero lo aderezó con su estilo: una mezcla improbable de experiencia futbolística, humor desenfadado y un olfato periodístico diferencial: "Siempre quise contar historias como si estuviera en un pub", fue su propia forma de definirlo en alguna ocasión. Analizaba tácticamente los partidos primero en La pizarra cibernética, y después con una maqueta de Atocha, cuando el viejo estadio de la Real Sociedad fue derruido para construir Anoeta. Ese tipo de guiños retro marcaban un tono de autenticidad que, con el tiempo, El Día Después explotaría con enorme éxito: La conexión emocional con fútbol de toda la vida, el modesto, el que llega al corazón de la gente. El fútbol real, por decirlo así: "Nos dimos cuenta de que lo que enganchaba a la gente era que enseñábamos el fútbol que todo el mundo conocía y había vivido, pero que hasta entonces no se había contado", resume Daimiel.

La capacidad única para capturar el alma del juego, más allá de los goles, las estrellas y las estadísticas, cimentó el creciente éxito de la propuesta. Desde 1994, Robinson pasó a presentar el programa junto a Lobo Carrasco, otro ex futbolista. Y su influencia creció, alimentada por su natural desparpajo, el singular acento y una simpatía muy burlona que resultaba cautivadora: "Él siempre te decía lo del spray de la sonrisa", cuenta Noemí de Miguel. "Yo entré en Canal+ en 2005 y a Michael lo conocí en la cobertura del Mundial 2006 en Alemania. Y recuerdo que, mientras preparábamos vídeos para los espacios que hacíamos entre los partidos, me decía eso: "Noemí, nosotros entramos en casa de la gente sin pedir permiso: tienes que sonreír, ser amable, lo que hacemos es puro entretenimiento".

Además de Robinson, El Día Después continuó sumando rostros que enseguida se convirtieron en activos notables del programa. En 1992 había aparecido Joaquín Ramos Marcos, desaparecido hace pocos días, quien encajó a la perfección tanto en el tono como en su capacidad para desarrollar un espacio con vida propia: Lo que el árbitro no ve. Los contenidos iban aquilatando el estilo y sumando un atractivo diferencial. Hubo momentos rompedores, como el reportaje en el que el árbitro Pajares Paz aceptó llevar un micrófono durante el partido para que se escucharan todas sus conversaciones: el origen remoto de los actuales insides que ofrece el programa.

En 1996 empezaron a participar otros dos históricos del formato: Raúl Ruiz y sus historias del fútbol pequeño en El fútbol según Raúl; y Julio Maldonado, Maldini, quien inauguró en 1997 La parabólica, con sus compactos del fútbol internacional. La emisión de partidos del calcio italiano y la Premier League suponía otro de los elementos de tracción de nuevos abonados para Canal+ en aquellos años. Esa misma temporada entró como copresentador Josep Pedrerol. Y a las diferentes secciones se sumaron Las noticias del guiñol, adaptación al fútbol del informativo con muñecos que ya emitía el canal. El gran pelotazo fue, por supuesto, Lo que el ojo no ve: una idea de Robinson, quien se encargaba personalmente de locutar los reportajes sobre la marcha, en el mismo plató. El ojo encarnaba la culminación de un estilo.

Su popularidad disparó la del programa y dejó multitud de imágenes para la historia de la televisión deportiva española: la célebre bronca del pito de Benito Floro en el vestuario del Real Madrid; un grupo de aficionados del Cádiz acompañando las carreras del juez de línea por la banda en el viejo Carranza; las explosiones telúricas de José Antonio Camacho en el banquillo; el "¡Pisálo, pisáaalo!" con acento criollo de Bilardo en el Sevilla; aquel glorioso "¡ya no sabes cómo jodennos, ¿no?!" de Fernando Hierro a un linier; el "¡joder, Rafa, mecagüen mi madre... ¿expulsión de quién?", el día que Mejuto González hizo célebre a Rafa Guerrero en La Romareda... Y, por encima de todo, las imprevisibles formas de vivir el fútbol de la gente que poblaba las gradas. Ahí es donde El Día Después encontró un filón inagotable.

"Los redactores éramos el ejército de Michael Robinson: él nos inculcó, sin grandes charlas, que los periodistas debíamos dar un paso atrás y dejar el protagonismo a las historias"

Luis Fermoso Ex reportero de El Día Después

El Día Después alcanzó hacia finales de los noventa su punto álgido de éxito. Se emitía en abierto, amplió su horario en el lunes noche y llegó a liderar la franja. A tal punto que Canal+ se decidió a incorporar a su parrilla una especie de secuela que, en realidad, se emitía los sábados: El día antes introducía la jornada del fin de semana. A esas alturas, la impronta de Michael Robinson había llegado mucho más allá de su personalidad. Su singular modo de conducirse ante las cámaras lo inundaba todo. Agregaba un punto de calidad en el tratamiento periodístico y divertía a públicos diversos. La evolución de su carrera en la televisión y los formatos que puso en marcha demostrarían que en Robinson había mucho más que un tipo divertido frente a las cámaras.

Esa capacidad inspiradora la define de manera perfecta Luis Fermoso, redactor de El Día Después desde 1997: "Antoni Daimiel, Nico Abad, toda esa gente fueron referentes para los que llegamos después de ellos", valora Luis Fermoso. "Éramos el ejército de Michael Robinson. La historia de EDD no se puede contar sin él: fue quien nos inculcó aquella idea de que los periodistas teníamos que dar un paso atrás y dejar que el protagonismo lo tuviese la historia que contábamos. Ese libro de estilo nos lo dio él, sin grandes charlas ni grandilocuencia", explica el periodista, quien tras salir de EDD trabajaría en programas emblemáticos como Informe Robinson e Informe Plus.

"Todo se basaba en la curiosidad y en contar historias desde la emoción. Mirar por la aguja de la cerradura e ir más allá de lo que se ve en el primer plano. El segundo plano es mucho más rico", define Fermoso. "El mandato era: tú trae historias, no mires al balón. Y así te pasaba que luego en la rueda de prensa oías a compañeros de otros medios que contaban tal o cual historia del partido y tú pensabas: "Pero si me he pasado el tiempo mirando en la grada a una abuela pendiente de su nieta, que se estaba portando como un demonio. ¿De verdad me van a pagar por esto?". Bueno, pues así llevamos 30 años", se ríe al hacer la reflexión Luis Fermoso.

Tras recorrer los campos durante la jornada del fin de semana, los reporteros volvían a la redacción para ingestar su par de horas de grabación —el término técnico que define la incorporación de las imágenes al sistema— y hacer una primera edición de ese bruto. Ya desde los tiempos de Daimiel llamaban la panadería a esa parte del trabajo del equipo, que pasaba las madrugadas enfrascado en el proceso tecnológico-periodístico de cribar las imágenes y vislumbrar el embrión de una historia. "Trabajábamos mucho, pero con gusto —reconoce Antoni Daimiel—. Sabíamos que estábamos haciendo algo diferente y que gustaba, y nos empezamos a dar cuenta de que otras televisiones lo imitaban".

"Era un proceso muy grupal, en el que unos mirábamos las imágenes de los otros y a lo mejor un compañero te descubría en un plano algún detalle por detrás y te lo decía... y luego tirabas de ese hilo", recuerda Luis Fermoso de los tiempos en que lo hacía él. "A las diez de la mañana todos le enseñábamos esos ocho minutos más o menos a Michael y después también a Josep Pedrerol. Y de ahí, con las opiniones que incorporábamos, tenía que salir el vídeo definitivo que se emitiría en el programa", cuenta sobre su época como redactor.

Pese a todo el éxito, el programa finalizó sus emisiones en 2004, cuando Sogecable creó Cuatro y Canal+ cambió de frecuencia. Se intentó trasplantar el formato al nuevo canal, bajo el nombre de Maracaná 06, que contaba con el propio Michael Robinson como presentador, ahora acompañado de Paco González y el humorista Carlos Latre. Robinson lo dejó enseguida, a las dos semanas de comenzar su emisión, en desacuerdo con el concepto y la puesta en escena.

Maracaná duró sólo dos temporadas. Y El Día Después regresó en 2009, recuperado por Sogecable, con Juanma Castaño a los mandos, acompañado por Santiago Cañizares. En los años siguientes les sucederían José Antonio Ponsetti (2011/2016), el propio Santi Cañizares de nuevo (2011/2018), Antoni Daimiel (2016/2018), Carlos Martínez (2018/2021), Iñaki Urrutia (2021/2022) y, desde entonces hasta hoy, Noemí de Miguel.

"En un programa hice una sustitución de Juanma Castaño y, cuando él terminó su etapa al frente de EDD, le propuse a Carlos Martínez ser yo la presentadora", cuenta la periodista riojana. "Él me dijo que aún no era el momento, que encajaba bien pero que todavía era joven: ahora aún nos reímos alguna vez de eso cuando se lo recuerdo", bromea Noemí sobre el veterano narrador y hoy compañero en la mesa de presentadores de EDD.

Después de cubrir los Mundiales de 2006 y 2010, presentar junto a Nacho Aranda El día del fútbol, conducir programas de tenis y zambullirse durante varios años en el mundo de la Fórmula 1, la periodista se puso por fin en 2022 al frente de un formato que, como a tantos otros profesionales, siempre la fascinó: "Yo crecí con EDD, era la niña que los lunes corría a la televisión para ver el programa. Ser ahora yo quien lo lleva a la casa de todas las personas, imagínate lo que supone", valora.

Humanidad y denuncia

El Día Después ha cambiado porque el fútbol y la sociedad han cambiado. Y, dentro de la esencia de siempre, se han ido incorporando narrativas adicionales que también conforman su personalidad distintiva: "El programa tiene muchos valores y va más allá del deporte. Te guste o no te guste el fútbol, lo ves: eso es algo que siempre ha caracterizado a El Día Después —analiza Noemí de Miguel—. Y después, el programa incorpora mucha carga social, ha evolucionado con la sociedad española y recoge los mismos retos que tiene la sociedad", dice la presentadora.

Pedro Vila es el actual editor de El Día Después, un programa al que se incorporó en 2011 después de trabajar en otros formatos de Movistar+ como Bakalá o la serie de reportajes bajo el título de Los otros. "Siempre había querido trabajar en El Día Después —reconoce Vila, algo común a la mayoría de los periodistas que han pasado por el Plus a lo largo de los años—. Esa mirada de los redactores sigue igual de viva y es algo que tienes que vivir, lo tienes que mamar: yo, por ejemplo, no tengo la misma mirada. Los tiros que yo hacía cuando iba de reportero a los campos no tienen nada que ver con los que consiguen ellos. Lo logran con el tiempo: te metes y empiezas a tener esa forma diferente de mirar", explica el editor del programa.

Más allá de las evoluciones tecnológicas, la dinámica de trabajo de quienes viajan a los campos y llevan imágenes a la redacción continúa siendo igual. Pedro Vila es quien se encarga de visualizar las propuestas de cada redactor y decidir qué contenidos formarán parte del programa de cada lunes: "Puede ocurrir que un reportero vaya a un campo y regrese sin una historia: siempre ha ocurrido y alguna vez aún lo hace. Pero por lo general solemos tener exceso y no es raro que tenga que dejar un par de historias fuera", explica Vila.

El bruto que llega a la redacción puede rondar las dos horas. Los propios reporteros hacen una primera criba que deja cada vídeo en unos ocho o diez minutos. Eso es lo que se encuentran sobre la mesa los responsables de edición y realización —en la actualidad, Pedro Vila y Andrés Puntero—, y entre todo ese material deben apostar por cuáles entrarán en la escaleta y cuáles no. Para llegar al vídeo definitivo, aún quedan algunos pasos. Desde realización se agregan efectos, añadidos gráficos, músicas: en suma, se pone bonito. En algunos reportajes más cuidados incluso el equipo de realización se implica también desde la grabación. Y así se llega a la edición definitiva, el vídeo tal y como se emitirá, pulido hasta dejarlo en unos pocos minutos. Todo con el péndulo afilado de la hora de emisión y la urgencia sobre sus cabezas.

Pese a que las condiciones han cambiado y que, como pondera también Noemí de Miguel, "el trabajo de los redactores y redactoras tiene cada día un mérito mayor", la naturaleza distintiva de EDD se mantiene a día de hoy: "Es la esencia del programa. Que sea tan protagonista la estrella del partido como el linier al que le duele el estómago o está pasando un mal partido porque alguien no deja de insultarlo desde la grada", define Fermoso.

El tono de los reportajes de El Día Después siempre fue amable, respetuoso, incluso compasivo con los personajes de los que se nutría. Esa mirada permanece, pero además los reportajes adquieren a menudo un marcado carácter social y humano. Como en la historia de Álvaro Otero; o las que han girado alrededor de las víctimas de la DANA en Valencia "Queremos estar muy cerca de ese tipo de historias, que a mí me han llegado a emocionar en directo. Como la de las chicas del Pedralba o la del niño que te cuenta, con una madurez increíble para su edad, cómo su familia ha perdido todo, que están pagando la hipoteca de una casa que ya no existe; y cómo los amigos y compañeros recaudaron dinero para regalarles botas, equipación, para que puedan seguir jugando al fútbol, porque el resto de su vida lo han perdido. O Antonio, el abuelo del Reus, que se ha quedado viudo y termina de utilero de su equipo: cuentas una historia de soledad en la tercera edad, que es un problema social, y la capacidad curativa que tiene el fútbol", explica Noemí de Miguel.

Ese estilo se mezcla con la denuncia firme en aquellos aspectos más reprobables del fútbol: "Cuando tenemos que exponer algo, y lo tenemos muy claro, lo mostramos tal y como es —explica Pedro Vila, editor del programa—. Con las manifestaciones de racismo en los campos lo hemos hecho y eso siempre lo vamos a denunciar. No hemos escondido ni una sola imagen, nunca. Vamos con cuidado y si lo tenemos claro, lo señalamos". Ahí, EDD se alinea con las campañas de LaLiga y los clubes para contribuir a erradicar un problema demasiado frecuente en las gradas.

Nuevos retos

Quizás el mayor reto a lo largo de los años haya consistido en mantener la forma y la calidad de los contenidos, mientras se incorporaban nuevos profesionales, más jóvenes, y los clubes de fútbol se hacían mucho más herméticos frente a los medios de comunicación: "Cuando íbamos nosotros —recuerda Daimiel— a los clubes les convenía. Nos apreciaban mucho y gozábamos de un prestigio enorme por cómo los tratábamos, porque les llamaba la atención que una tele de Madrid se ocupara de un partido en cualquier campo de España. Eso ha cambiado y ahora los clubes son mucho más cerrados".

El acceso y la capacidad de movimiento de los reporteros se ha restringido muchísimo: "En tiempos estábamos en el túnel de vestuarios y donde hiciera falta: recuerdo que cuando se lesionó Ronaldo Nazario íbamos a su lado. Los clubes sabían que los protegíamos. Con el tiempo nos han ido relegando", analiza Pedro Vila. "Cada vez cuesta más sorprender al espectador y las historias de la grada, por ejemplo, tienen que ser mucho más evolucionadas: en los 90 funcionaba muy bien, ahora te lo tienes que trabajar ya desde antes". 

"El trabajo de los redactores tiene hoy un mérito aún mayor. Antes teníamos acceso a todo, ahora los clubes se han cerrado mucho más y cada vez cuesta más sorprender: las historias tienen que ser mucho más evolucionadas"

Pedro Vila Editor de El Día Después

Hay que seguir encontrando historias en esas condiciones sin perder de vista la necesidad del respeto a la intimidad de quienes van a ser involuntarios protagonistas. "Con el futbolista, el entrenador, con la gente de la grada somos muy respetuosos —explica Vila—. Con las personas desconocidas es con quienes más mirados somos, porque es la gente gracias a la cual vivimos: salvo que se expongan mucho en un contexto y se sobreentienda, siempre les pedimos permiso y generalmente saben que van a salir".

"Es la fórmula que siempre nos daba Michael Robinson para los vídeos: "Vamos a contarlo de tal manera que mi padre no me mande a la cama sin cenar. Tenemos que reírnos con él, no de él", nos decía siempre. Esa lección nos ha marcado a todos los que hemos trabajado en El Día Después y ha hecho posible que se transmitiera a los profesionales que han ido llegando detrás".

Todas estas condiciones hacen aún más valioso el trabajo de los actuales reporteros y reporteras en los campos. Son alrededor de una decena de equipos que capturan y elaboran las historias para el programa. Un motor de profesionalidad anónima cuyo rendimiento elogian todos los profesionales del programa. "Quienes estamos en plató somos también espectadores del programa —cuenta Noemí de Miguel—. Y el reto para nosotros es no estropear lo que ellos nos traen, porque la realidad es que se superan todo el tiempo".

Ha funcionado. Lo sigue haciendo. "El programa se revaloriza con el paso del tiempo. Hay ahí trabajando un material humano que me tiene absolutamente sorprendido", reconoce Luis Fermoso, quien sintetiza la esencia de El Día Después: "Nos recuerda que el fútbol es una fuente inagotable de historias humanas". "Nadie que viera El Día Después en los 90 puede tener ninguna queja viéndolo ahora: el trabajo es mucho más difícil y el espíritu y la calidad se mantienen", valora Antoni Daimiel. Por eso sigue ahí todos los lunes. Dando respuesta cada semana a aquella pregunta con la que Relaño y Robinson enviaban a su ejército por los campos de España: "¿Qué pasa si no miramos al balón?".