OPINIÓN

El divorcio entre Simeone y Joao Félix tiene dos culpables

Joao Félix, junto a Simeone en un entrenamiento. /EFE
Joao Félix, junto a Simeone en un entrenamiento. EFE

A nadie le debe extrañar la separación entre Simeone y Joao Félix y que ha terminado con el portugués trasladándose, por ahora de forma temporal, a Londres. Según el Instituto Nacional de Estadística se registran en España aproximadamente 90.000 divorcios. Eso significa que quien no se haya separado ya, estará a punto de hacerlo o tendrá algún caso en la familia. El suyo, por tanto, no es un asunto singular. Tampoco la manera en la que se ha producido la ruptura, pues la mayoría responde a un patrón similar. Esta pareja, como prácticamente todas las que se declaran en ruinas, se ha roto poco a poco. El día a día, los partidos o los puntos en juego retrasaron lo inevitable, las gestiones, el papeleo. Pero siempre llega un momento determinado, normalmente después de las vacaciones, que se decide finiquitar todo legal y rápidamente.

Un final tormentoso que nadie presagió en el primer viaje al extranjero. Los primeros paseos son engañosos. Todo es tan bonito que confundimos excepcionalidad con costumbre. Nada más conocerse, Simeone y Joao se fueron a Nueva Jersey. Les acompañó el resto del equipo pues de lo contrario no se hubiera podido disputar un partido. El rival era el Real Madrid y el portugués, melena radiante y ganas de impresionar y comerse el mundo, condujo al Atlético a una goleada que sonó como un trueno. Fue una aparición tremenda.

Aquello parecía el comienzo de algo hermoso. Luego, ambos se zambulleron en la realidad cotidiana. Aunque en un primer momento no se temió por la relación. Como sucedía en muchas de las películas producidas por Enrique Cerezo, estaba escrito que la pareja atravesaría dificultades, superarían problemas cómicos y se reirían de la adversidad en las cenas de Nochebuena. Sin embargo, la mezcla acabó rompiendo la química: primero, el distanciamiento; luego, la frialdad; por último, los desplantes. Y ahora los atléticos se ven en estas, con su jugador franquicia y su entrenador tótem tan enfrentados que la única solución para el bien común ha sido separarlos.

Suele ser a la salida del notario cuando los familiares comienzan a buscar culpables del derrumbe de la pareja, a dividirse en partidarios, en bandos. Están los cholistas y los proJoao. No obstante, como sucede con las derrotas, el divorcio tiene muchos padres. Simeone y Joao los primeros y, diría, que a partes iguales.

El jugador, por no saber adaptarse a un modo de trabajo impuesto desde hace más de una década. Simeone no engaña a nadie. El talento sin brega ni esfuerzo solo sirve para decorar. Y el entrenador, por no ser capaz de manejar con tacto ese material sensible que son las joyas. El ingenio necesita aire, libertad (que no libertinaje). Un buen líder de grupo debe ser consciente de que no se puede tratar a todos por igual porque cada carácter necesita una receta diferente. Por muy extraño que parezca, el palo suele doler más que estimular. Ahí, el Cholo ha hecho aguas con un jugador que era apuesta del club.

Viendo que la recomposición de la relación era imposible, el Atleti ha dado luz verde a la separación temporal para quitarse de encima un problema que estaba desestabilizando el ambiente y desangrando el hogar. Y lo ha hecho con un acuerdo de cesión en el que el bolsillo no ha sufrido un roto: algo más de 15 millones por medio año (el Chelsea pagará 11,5 millones más la parte proporcional del sueldo de esta campaña por tener al menino seis meses).

En junio, con el asunto más destensado y con los resultados de la temporada en la mano, será el momento de tomar una decisión definitiva. Y esa puede pasar por tomar partido entre un entrenador que lleva 11 años en el cargo y que da la sensación de que ya no es capaz de empapar más al vestuario (acaba contrato en 2024) y un jugador de 23 que, cuando se ha sentido valorado ha dejado destellos de lo que puede dar, pero cuyo carácter es tan inestable como los matrimonios en España. Entre Simeone y Joao mataron la relación y ella sola se acabó muriendo.