OPINIÓN

Marcelo se va de Olympiacos porque nunca quiso irse del Real Madrid

Marcelo se despide de la afición del Real Madrid en Cibeles el pasado verano. /INSTAGRAM MARCELO
Marcelo se despide de la afición del Real Madrid en Cibeles el pasado verano. INSTAGRAM MARCELO

Hay rupturas que comienzan a germinar antes incluso de emprender el camino, cuando todo es un proyecto. Cuántas relaciones hemos empezado aún sabiendo que aquello no iba a acabar bien. Nos agarramos a ellas como tablas flotantes para que nos sostengan hasta que aparezca el crucero de Vacaciones en el Mar, con su música sugerente, a rescatarnos. Pero todo acaba rompiéndose antes de que salte por los aires. No se puede querer sin querer. Y eso es lo que le sucedió a Marcelo, un jugador que nunca quiso irse del Real Madrid y que se vio fuera forzado a poner buena cara aunque por dentro estaba hecho pedazos, como un vaso cuando se estrella contra el suelo. Sus palabras en el banquillo del Bernabéu, a pocos días de anunciarse que dejaba el club después de 16 años, demostraban tanta pena como impotencia: "No me van a renovar... he sido un puto ejemplo".

Se marchó del Real Madrid y se sumergió en el verano con lentitud, como cuando uno introduce la punta del dedo gordo del pie en la piscina para constatar si lo que espera nos recibirá con amabilidad o con hostilidad. Fue dejando pasar las semanas y no había oferta que le convenciera. Se especuló con el Getafe, con un retorno a Brasil e, incluso, con jugar en el CD Mafra, el club portugués de Segunda división que compró en 2021. Los rumores se fueron apagando hasta que llegó el final de mercado de verano y el nombre de Marcelo se había borrado de las conversaciones. No había ni brasas. Y si no se menciona no existe.

Tal vez esta pátina de invisibilidad a su figura apremió al brasileño para aceptar la propuesta de Olympiacos, que salió a su rescate en septiembre, le recibió como un galáctico aunque la realidad ha pesado como fruta madura. Cinco meses y sólo diez partidos después, Marcelo se despide de El Pireo casi a la francesa. Y no pude dejar de pensar en esa imagen del lateral, arrodillado en el Bernabéu, en la fiesta de la Decimocuarta, con lágrimas en los ojos y la mano en el corazón.

"Cierro un ciclo", anunció aquella noche a la afición y parecía que me lo estaba diciendo a mí. Porque un servidor tiene un vínculo singular con este futbolista. Marcelo fue el primer jugador madridista al que entrevisté. Ambos acabábamos de fichar por el Madrid. Él por el equipo y yo por la sección del medio en el que trabajaba. Y desde entonces he sentido que éramos dos vasos comunicantes: su cabello prosperaba a la misma velocidad que se quebraba el mío; su optimismo aumentaba mientras mi pesimismo me envolvía; él cogía peso en el vestuario y yo lo perdía en la báscula; él ganó 25 títulos y yo extravié el de la Universidad.

También supe aquella noche que nada volvería a ser igual en la vida deportiva de Marcelo. La saudade es poderosa e Instagram es un delator. Vestir la camiseta rojiblanca de Olympiacos no tenía el valor de la historia y en sus stories abundaban los vídeos con sus jugadas en el Real Madrid. Las lesiones, lastre en las últimas temporadas, sentirse comparsa en los planes de Corberán y Míchel y que el propio club ya había asumido el fiasco del fichaje, han acelerado la rescisión del contrato.

En Grecia aseguran que otra de las razones que han precipitado este desenlace es que existe una oferta de un equipo extranjero. Se desconoce aún el nombre de ese equipo, si es que lo hay, pero a mí no me cabe en la cabeza un destino mejor para él que el Al Nassr de Cristiano. Porque en Arabia el dinero no es problema. Y porque un amigo siempre acude a cerrar las heridas sin necesidad de que se le llame. Como la música del crucero de Vacaciones en el Mar. La otra vía a valorar es la de la retirada. Aunque, a sus 34 años, Marcelo merece una despedida del fútbol que no sea por la gatera y sí como lo que es, una leyenda y el jugador con más títulos de la historia del Real Madrid.