LA MIRADA

Antonela, Leo y su humilde valija

Antonela y Messi con su hijo Mateo./GETTY
Antonela y Messi con su hijo Mateo. GETTY

"La valija a medias", titula Hernán Casciari en su último texto dedicado a Leo Messi. Y el propio Leo le quiso agradecer y reconocer que le había hecho llorar al leerlo. El escritor, que pasó 15 años en Barcelona, divide en dos a los tipos de inmigrantes argentinos: "Los que guardaban la valija en el ropero ni bien llegaban a España, decían 'vale', 'tío' y 'hostias'. Y los que teníamos la valija sin guardar manteníamos las costumbres, como por ejemplo el mate o el yeísmo. Decíamos yuvia, decíamos caye". Entonces volvimos a escuchar lo de "¿Qué miráh bobo? ¡Andá p'ayá bobo!", con ese acento rosarino que se come las eses y que le lleva derechito al barrio de Las Heras, como si de allí no hubiese salido nunca.

Pero yo me acuerdo de ella, de Antonela. Y de Fito Páez, que no siempre tiene razón cuando canta "Rosario siempre estuvo cerca". Por muchas mansiones en Castelldefels o con vistas a la Torre Eiffel, Antonela y Lionel saben demasiado de ese desarraigo tan profundo que ni tras dos décadas consiguen aliviar. Él se marchó con apenas trece años con una valija plagada de pinchazos y sueños. Ella le esperó siempre. Así que cuando todos hablaban de un pibe argentino que podía llegar a hacer algo muy grande en el fútbol, pero sin certeza alguna, Antonela, menor de edad, cruzaba el charco. Su valija iba llena de valentía, incertidumbre y de mucho amor. El de su vida. 

Desde entonces, no se han vuelto a separar. Siguen charlando muchas noches de cómo les gustaría pasear cerquita del Río Paraná y robarse besos a escondidas. O de irse a comer una milanesa napolitana con puré de papas. De acercarse al Parque Independencia a ver a Newells y pensar en algún día volver.

Ella es su contención, su secreto mejor guardado, su pierna de apoyo, el cable a tierra. El punto siempre de partida. Es la compañera discreta, de belleza radiante que demuestra que también se puede brillar en un segundo plano. Elegante, consciente y prudente. Sabe cuándo distraerle contando las travesuras de Thiago, Mateo y Ciro para despejarle en la derrota. Cómo abrazarle tras ser campeón del mundo y ante millones de personas, crear un espacio sólo para ellos, regalándonos la imagen del verdadero éxito.

Y dirán "qué fácil ser la mujer de Messi", por todo eso de no tener los problemas del resto de los mortales. Como si sus hijos o padres no enfermaran. O no doliesen los años que escucharon en su país aquello de 'pechofrío' que no sentía lo suyo. Como si la plata les acercara lo que a 10.000 kilómetros más se extraña y no se compra. O no pesara, y a veces asfixiara, la presión de tener que ser siempre el mejor. Como si el miedo a decepcionar a toda una patria se pudiera gambetear o tirar afuera.

Mientras otros y otras sobreexponen sus coches de alta gama, los jet privados, los tacones Dior incluso en la playa y la alta costura en los campos de fútbol, Leo y Antonela tararean bajito eso que el cantante Indio Solari entona: "el lujo es vulgaridad". "Y me conquistó", le sigue la canción del argentino. A mí me conquistó Antonela, reina consorte más del pueblo que ninguna. Porque sin ir de su mano, sin duda, no hay vuelta al mundo que Lionel hubiese podido dar.