Por qué Brasil es favorita... sin tener que ver con la delantera
Los brasileños son uno de los equipos más fuertes defensivamente de todo el Mundial por nombres y estructura colectiva.
Que Brasil es una de las selecciones más poderosas del mundo (si no la que más) es algo que no vamos a discutir en esta pieza. Su potencial ofensivo es tal que, incluso sin Neymar, el equipo termina generando ocasiones y ráfagas de fútbol casi inigualables por cualquier otro combinado nacional. Pero en esta pieza no quiero hablar de sus atacantes, sino de algo que verdaderamente inflige terror en quien los enfrenta, y además lo hace sin hacer ruido: su defensa.
La ya clasificada Brasil de Tite todavía no ha recibido ningún disparo a puerta. Y eso que ha jugado contra Serbia y Suiza, dos selecciones muy competentes y con futbolistas para, por lo menos, inquietar al rival. Si no que se lo digan a Ghana, que ha podido caer por goleada ante los serbios. Sucede que Brasil esconde detrás de su sonrisa y su amor por el balón, la finta y el desborde, un armazón sombrío que mata cualquier atisbo de alegría. Detrás de los bailes de Vinicius, Neymar, Raphinha o Rodrygo aguardan Casemiro, Militao, Thiago Silva y Marquinhos. Ellos son el motivo por el que veo a Brasil más favorito que nunca.
Lo relevante en Brasil es que para dominar no necesita hacerlo sentir al rival. Es un dominio que va por debajo del verde. Invisible. Los mejores son siempre aquellos que en los malos días te pueden destrozar, y Tite es consciente de que lo que le puede llevar a la cima 20 años después no es juntar todo el talento posible en tres cuartos de campo, sino dotar de un equilibrio milimétrico al equipo para que, en una guerra de mínimos, su calidad decante la balanza.
En el primer partido, Tite salió con Danilo de lateral diestro y Alex Sandro de lateral zurdo. En un equipo que junta a tanto delantero con desborde, los laterales brasileños no tienen nada que ver con los sempiternos Marcelo, Alves o Cafú. Comparten nacionalidad, pero la naturaleza de estos laterales se aleja mucho de la de sus compatriotas. Brasil construye con los laterales muy bajos y rara vez les da vuelo. Tite sabe que con lo que tiene arriba les basta. Así genera un muro de contención que ante la pérdida reacciona tapando los balones largos, ganando segundas jugadas e imponiéndose a campo abierto.
Con Militao todavía se acentúa más. Si bien el brasileño no es lateral, aunque llegase a jugar allí en Portugal, es mejor que Danilo. Mejor defensor. Con Eder, Brasil gana a un futbolista ultra competitivo y dominante, y eso le permite darle incluso más libertad a Casemiro (como en el gol ante Suiza) y cerrar con tres atrás. El nivel de Thiago Silva, a sus 38 años, es para remarcar. Central de época que juega con una facilidad tremenda y que, escudado por Marquinhos, Casemiro y Militao, se limita a mandar, ordenar y jerarquizar a su equipo desde la primera línea. El oxígeno, entre este muro, es un sueño húmedo para el rival. No existe.
A todo esto, hay que apuntar el nombre del MVP de Brasil en estas dos jornadas: Casemiro. Incontestable. No solo por el golazo ante Suiza, sino porque desde su posición se ha encargado de eliminar cualquier vestigio de superioridad del rival ganando segundas jugadas, cortando ataques y anticipando pases y, además, ha añadido una agilidad con la pelota que transforman por completo al equipo. Le da otro aire desde su zona y no teme en abandonarla y sumarse por sorpresa. A nadie debería sorprenderle a estas alturas que Casemiro sorprenda llegando. Lo ha hecho siempre.
En torneos tan cortos como el Mundial, lo más importante es cómo de bueno eres conservando lo que tienes antes de pensar en conquistar lo que te falta. Proteger tu portería a cero antes que buscar el gol. Porque el conservadurismo se paga muy bien en este tipo de escenarios. Brasil tiene talento y magia para que Tite, aún sin Neymar, confíe en que como en las pelis, los buenos ganarán. En su defensa está el secreto que el resto de rivales tratarán de descifrar.