Luis Enrique tiene otro soldado

Comenzaré por el final para que se resuelva cualquier tipo de duda desde el principio: soy un boomer, signifique lo que signifique ser un boomer. Yo pertenecía a esa clase de adolescentes que telefoneaban a las casas y no contestaban. Era una época en la que los móviles aún estaban por llegar y los teléfonos fijos no tenían pantalla que te revelara el número del emisor. Nadie, por entonces, se planteaba la posibilidad de poder interactuar con Javier Clemente para que te explicara qué demonios le pasó a Zubizarreta en aquel partido contra Nigeria, por qué se empeñaba en alinear a Julio Salinas o quién fue el ganador de la última porra del vestuario. Por eso hoy, cuando ha acabado el 'stream' de Luis Enrique en Twitch (signifique lo que signifique 'stream'), he sentido tanta fascinación como admiración.
Aquel "Streamers del mundo, apartaos que voy cuesta abajo y sin frenos" prometía mucho y, en base a mi conocimiento del medio nivel usuario, convengamos en que Lucho ha cumplido. En primer lugar porque se ha puesto el traje de faena y no ha tenido inconveniente en entrar al barro popular. Que los espectadores de su directo fueran a preguntarle por su 'parentesco' con Amunike ni cotizaba. El asturiano, con un hijo adolescente, pareció llegar a su cómodo asiento con la lección grabada: "Si todos los que me llaman padre fueran mis hijos, a ver cómo les daba la paga". Yo, que nunca sentí una especial simpatía por el Luis Enrique jugador, estoy rendido ante su versión de entrenador. Antes, por su claridad. Y ahora, por su atrevimiento.
El seleccionador proyectó una imagen natural, cercano a las más de 150.000 personas que estaban viéndole, entrando a los trapos ("Luis Padrique"), explicando decisiones como la de Gayà, revelando pensamientos ("La primera vez que vi a Ansu pensé: '¿Qué es esto? ¿Óliver y Benji?") e incluso lanzando promesas ante una hipotética conquista del Mundial ("Me pongo un piercing, lo que queráis..."). Sin la tensión de una conferencia de prensa, se vio a ese Luis Enrique que ven a diario los jugadores y les fascina. "Somos sus soldados", reconocen. Aquí, un servidor pide permiso para alistarse en su ejército. Como periodista, no veo en esta iniciativa ningún matiz negativo. Al contrario: es una aliada, otra fuente más de contenido. Y, además, sirve para quitarle el vinagre a la fotografía que muchos pudimos llegar a tener del asturiano.
Twitch gusta tanto porque en él nos sentimos libres (entré una vez en el de Relevo, presentado por Campoy, y me sentí con poderes). Por fin, poco a poco, nos estamos sacudiendo la tradición para dejar paso a un modo de vida: estamos aquí para sonreír en una fiesta. La vida se hace más digerible. Ojalá se pudiera transferir toda la ilusión que destila Luis Enrique en Catar como hizo con sus seguidores en un raid. Signifique lo que signifique raid. Streamers del mundo, apartaos.