Nos robaron

Tal vez ya no guste eso de Paisito para referirse a Uruguay. Que haya adoptado una connotación despectiva después de estas semanas en Catar. Que se desmerezca y se haya hecho demasiado pequeñito para los ojos de algunos, sobre todo de los del VAR. Lo dijo bien claro Giménez instantes después de caer eliminados. Luis Suárez parecía que iba a retomar sus malas costumbres y lanzarse a morder a cualquiera de los árbitros o personal de FIFA que pasaba por allí. Cavani no era Cavani, golpeando y tirando al suelo la dichosa máquina. Muslera iba detrás con las venas hirviendo y Godín apretaba los dientes tratando de seguir siendo faraón de la cordura. Si el Maestro Tabárez hubiera estado allí, habría detestado la escena y reprendido a sus muchachos. El hombre que durante décadas ha intentado que los valores del jugador uruguayo traspasaran la cancha. Pero no podían, esta vez no, porque "nos robaron". 48 horas después, los futbolistas charrúas repiten la frase, y cada vez están más convencidos. Se mezcla la rabia, los recuerdos de lo que costó llegar hasta ahí, y cómo no, el saber que, para muchos de ellos, era su último Mundial. Nadie hubiese imaginado peor final. Esperaba Brasil en octavos, ¿pero y qué? ¿Acaso alguien apostaba un peso en el Maracaná?
Luis Suárez lloraba en el banquillo como quien agoniza esperando su partida. Lejos quedó aquel último minuto en 2010 ante Ghana, cuando sacó el gol ghanés con la mano. Penalti y expulsión, pero falló Asamoah Gyan y sacaron billete para un viaje más. Doce años después, Luis no pudo salvar a su selección, y se escondía en su camiseta derrumbado, "porque nos robaron, no querían que estuviéramos". De ahí que ante Portugal se pitara penalti cuando Giménez se apoyaba con su mano al caer en el área, tocando el balón como mero gesto gravitatorio. Frente a Ghana, buscando el tercero a la desesperada, a Cavani le golpearon la pantorrilla justo al rematar a gol. El árbitro no quiso ni ir a verlo, y fue ahí, donde "nos robaron". Otra vez.
Los de arriba asaltaron a todo un país, pequeñito, sí, pero gigante si hablamos de los principios más aguerridos, innegociables para el buen uruguayo, quien con humildad y esfuerzo, encuentra siempre la simpleza en la dificultad y la belleza en el barro. Tierra de calma, mate, fútbol y plata. Del sueño de vestir la 'Celeste' en cada paso, y que se ha despertado con una pesadilla en la cruel Catar.
Les robaron. Y a nosotros nos robaron a Uruguay. Desde entonces, el Mundial es bastante menos Mundial.