De la Fuente y la paradoja de la victoria

Durante muchos años, España no solo ganó mucho (de hecho, todo), sino que instauró en el panorama futbolístico mundial un prototipo de futbolista que solo parecía nacer, crecer y alcanzar el último nivel aquí. Abonados en un fútbol tan virtuoso como preciosista, la Selección articuló su discurso mediante una superioridad manifiesta a nivel técnico: nadie la pasaría mejor ni nadie la recibiría con más cariño y sentido que ellos. Desde ahí, el cielo. Y cuando esta generación claudicó, y detrás apenas había certezas, apareció el liderazgo sabio y solitario de Luis Enrique, que a falta de talento regaló confianza. ¿Y ahora qué?
Ahora llega De la Fuente, que con su tono tranquilo, a ratos gris, ha logrado el primer gran título desde la Eurocopa de 2012, que se dice pronto: 11 años después, el entrenador más cuestionado durante todo ese periplo ha ganado el primer título, en una competición extraña porque es nueva y carece del peso histórico de las otras, y porque la Final Four queda lejos, a veces casi en un pasado difuso, de la fase clasificatoria. De La Fuente tiene que construir a su equipo, porque en sus cuatro partidos no hemos visto rasgos que la expliquen o la sinteticen, pero siempre será más sencillo con un título.
Nos interesa tan poco el juego y tanto el resultado, que muchas veces el fútbol da la sensación de ser una película en la que solo prestamos atención a la última escena. No nos importa la coherencia o el guión, y puede que así esté bien, pero la escena final muchas veces no tiene por qué tener un recorrido. Un buen final no hace una saga. Podríamos decir que el reto de Luis de la Fuente empieza hoy y justo con una victoria que avala su contratación. Lo más difícil de ganar es siempre volver a hacerlo, y España, que no tiene jugadores que eleven el nivel grupal más allá de Rodri (el mejor) y un Pedri que está por debutar con de la Fuente, tendrá que reaprender a jugar y a encontrar referencias.
Habrá quienes resten mérito al técnico, quienes minimicen un título solo por aprensión. Otro lo exagerarán. El fútbol es terreno pantanoso para los grises, que siempre corren el peligro de transformarse en negros o blancos, sin medias tintas, y esta España es, y hay que recalcarlo aunque ahora suene a aguafiestas, un equipo de grises, de matices, que todavía no sabe qué quiere ser en un futuro. Habrá que esperar y ver qué decisiones se toman y cómo avanza un proyecto que pasa de un liderazgo marcado a uno más blando y disperso.
Lo mejor de todo es que el fútbol siempre se encargará de ponernos en nuestro sitio. De recordarnos que por mucho que nos esforcemos no entendemos nada. "La selección que menos ilusión despierta" es la única que ha ganado un título desde 2012. Porque ganar e ilusionar, por suerte, no van de la mano. Esta España ha ganado, y este comienzo es inmejorable, pero ahora le toca la difícil tarea de emocionar.