Ponga un Militao, rescate un Nacho y todo será más fácil... hasta en Anfield

Partido extraño de desmenuzar. Ni siquiera la pizarra del día siguiente aclarará a los especialistas las muchas extrañezas que dejó el duelo de Anfield. Demasiadas desconexiones futbolísticas. Con ellas explicas, sobre todo, los siete goles. ¿Cómo se pasa del 2-0 al 2-5? ¿Cómo se puede marcar un gol de tacón (Darwin) dentro del área pequeña a los cuatro minutos de juego después de atravesarte todo el área sin que nadie te marque? ¿Cómo dos porterazos como Courtois y Alisson pueden tener sendos cortocircuitos cuando dominan el juego con los pies? ¿Cómo Militao puede marcar un gol de cabeza en el área pequeña ante una defensa en zona que cubre con seis defensas más el portero el área pequeña? ¿Cómo Modric tiene gas para recuperar un balón en un duelo de cuerpeo, meter el balón en profundidad a Vinicius y que después Benzema haga lo que hizo?
Todo eso y mucho más sucedió, con respuestas o sin respuestas, en un Anfield incrédulo. El partido del Real Madrid no fue para enmarcar, pero sí para recordar. Ya está entre los más efectivos de su historia. Seis remates a puerta, cinco goles. Para el día que más se les necesitaba, aparecieron todos los jugadores que tenían que aparecer. Sobre todo los gallos de pelea que en esta clase de partidos son más que necesarios, obligatorios. Me refiero a los Militao, Camavinga, Valverde... y de propina Nacho, que es capaz de ponerse a cien revoluciones cuando ni siquiera ha tirado una carrera de calentamiento.
Lo del brasileño comienza a ser una costumbre. En noches como estas se transforma en el central perfecto. Todo lo hizo bien. Desde las anticipaciones a las coberturas. Desde el juego aéreo al raso. Desde el cruce a a la vigilancia. Hasta marcó un gol. Es de esos centrales que saca la línea del área y la pone cerca de la divisoria y que mejora a sus compañeros de reparto, hasta cuando se llama Rüdiger.
Al contagio de la sobriedad de Militao, los laterales respiran, más Nacho que Alaba. El mediocentro, Camavinga, se permite el lujo de salir con el balón jugado porque sabe que si la pifia, que lo hizo un par de veces, tiene un guardaespaldas de zancada de cigüeña que está atento a sus posibles despistes. Con Milita atrás y Vinicius arriba, los equipos respiran y levantan la cabeza. Hasta en Anfield donde nunca jamás habían visto ni vivido una noche parecida.