ARSENAL

La lata de gaseosa que Gabriel Jesús prefiere a esta Premier

El delantero del Arsenal, de vuelta de su lesión, competía en las favelas por un refresco. Ahora, como ídolo, es él el que ayuda a su Brasil natal.

Gabriel Jesús, en su presentación con el Arsenal./ARSENAL
Gabriel Jesús, en su presentación con el Arsenal. ARSENAL
Jonás Pérez

Jonás Pérez

"Esa lata de gaseosa… Para nosotros, era mejor que la Libertadores". Parece mentira que esta frase haya sido pronunciada por una estrella mundial, internacional con Brasil y que ha sido traspasado este mismo verano por 50 millones de euros y que se antoja clave para el Arsenal que persigue la Premier en este tramo final de campaña. Él no es otro que Gabriel Jesús, que ha regresado de su lesión, cien días después y justo a tiempo para acompañar a los suyos en el tramo decisivo del campeonato. Cinco goles y siete asistencias avalan a uno de los mejores atacantes del primer tramo de temporada. Una lesión de rodilla le apartó del terreno de juego para desgracia de un Arsenal que ha sabido resistir. Es uno de los pocos futbolistas que saben lo que es nacer desde el más profundo de los suburbios y acaban siendo un héroe para aquellos niños a los que dar una patada al balón les da una bocanada de esperanza. Su historia de superación impacta. En su infancia, jugaba por un refresco y un bocadillo. Ahora, para que los suyos crean que es posible.

Nacido en Sao Paulo, en el barrio Peri Jardim, fue abandonado por su padre. Su madre sacó a la familia adelante, trabajando de sol a sol. Mientras, Gabriel Jesús recorría andando un bosque para jugar con el Pequeninos. Un club milagro porque no quería ganar, solo alimentar a los niños que defendían su camiseta. Al día, una lata y un bocadillo. Cuando podían, una caja de alimentos para las familias. El actual jugador del Arsenal no vivía la situación más crítica de todos los que allí acudían, pero siempre se mostrará agradecido: "Son héroes sin capa. Nos daban una oportunidad en la vida".

El mural de Gabriel Jesús en Brasil. INSTAGRAM
El mural de Gabriel Jesús en Brasil. INSTAGRAM

Pequeninos latía en un campo de pésimas condiciones, a pocos metros de una prisión militar. No tenía un método de captación: los niños tenían que andar un profundo bosque hasta llegar a las 'instalaciones'. Pero sí competían. No a nivel nacional, por supuesto. Ni siquiera regional. En torneos callejeros, donde el premio era insuperable. "Era una guerra por esa lata de gaseosa. Honestamente, valía más para nosotros que la Copa Libertadores. Si ganabas, te ibas pasando la lata con tus compañeros. Era mejor que cualquier cosa que pudieras probar", recordó el brasileño.

Su salto al estrellato

Aquel niño tenía talento. Tanto para probarse con los mejores equipos. El Sao Paulo le cogió, pero antes las cosas eran diferentes. En su residencia no había hueco para más y le admitían con la condición de que se buscara la vida y no se quedara en sus instalaciones. La distancia entre su hogar y el campo de entrenamiento era tal que si cogía la oferta debía dejar el colegio y hacer un enorme esfuerzo diario. Su madre no se lo permitió: su educación siempre primaba por encima de todo. Pero sí le instó a que siguiera insistiendo. De ese modo, se unió al Varzea, un club con más bases que el Pequeninos, aunque con la misma dureza en el día a día.

Gabriel Jesús posa con uno de los murales que tiene en Brasil. INSTAGRAM
Gabriel Jesús posa con uno de los murales que tiene en Brasil. INSTAGRAM

El Varzea competía en la calle, en torneos sin ley. Un fútbol extremadamente físico, que no conocía los límites. Sus experiencias hablaban por sí solas: "Un día empezaron a pegarme cada vez que tocaba la pelota. Estaban intentando lastimarme. Uno me decía que me iba a romper las piernas si le volvía a regatear". ¿Era una forma de hablar? No. Tras la victoria del equipo de Gabriel Jesús, el mismo jugador le amenazó con esperarlo a la salida. Fue escoltado por todos sus compañeros y llegó ileso a casa. Casualidades de la vida, hubo un reencuentro muchos años después.

El rival fue franco: "Realmente te iba a romper las piernas. Ahora juegas para mi equipo favorito". Y así sucedió, su despegue fugaz. Llegó al Palmeiras y su carrera se catapultó. En el barrio, sus amigos pintaban en las paredes a Neymar. Él lo veía y poco después estaba debutando con la Olímpica. Un milagro, aunque lejos del que lograba a diario su Pequeninos. Ahora, lo devuelve, no solo como referente. En su recuerdo, todos esos encuentros con el campo embarrado, con pobres botas con las que no se podían ni mantener en pie. Cuando puede, envía lotes de zapatillas con tacos para que los niños sigan jugando por su sándwich de mortadela, aunque ahora sin caerse al suelo.

El tatuaje que comparten Gabriel Jesús y Neymar. INSTAGRAM
El tatuaje que comparten Gabriel Jesús y Neymar. INSTAGRAM

Siempre en su piel

Como otros tantos brasileños, Gabriel Jesús ha mostrado un total compromiso en el crecimiento e ilusión de los niños de su país. Así lo dice también su brazo, donde tiene tatuada la misma escena que su compatriota Neymar. En ella, un joven niño, desnutrido por la falta continua de alimento, mira desde una colina las favelas, con un balón bajo el brazo. Podría ser un relato de su historia, aunque no es más que la de cientos y cientos de personas en sus fronteras. Algo que él mismo reafirma: "No solo soy yo, ni solo Ney. Son muchísimos brasileños". Y así lo recordará siempre, por la tinta y por su legado. Porque moverá millones, pero sigue siendo el mismo. Ahora está de vuelta para llevarse esta Premier, pero no valdrá tanto como aquella lata de gaseosa. Su verdadera Champions.