La montaña rusa de Imanol Idiakez: amago de 'retirada', semanas en la diana... y culpable del liderato del Dépor
El entrenador guipuzcoano está consiguiendo que, tras muchos fracasos, toda una provincia sueñe con un anhelado ascenso.
A Coruña, dentro de lo que cabe, vive días de vino y rosas con un liderato que, para muchos, es el preludio del tan anhelado ascenso. Se ven celebrando en la archifamosa en su día fuente de Cuatro Caminos. Echar la vista atrás en el tiempo duele de una manera considerable para una hinchada que vivió la época dorada del Súper Dépor del recordado Arsenio Iglesias y de los Fran, Bebeto, Mauro Silva y de tantos otros futbolistas que marcaron una etapa inolvidable. Pero todo eso forma parte de un pasado, glorioso, pero, al fin y al cabo, pasado lejano. Hoy es el día en el que el conjunto gallego trata de salir del pozo de la Primera RFEF, división en la que lleva deambulando cuatro años acumulando fracaso tras fracaso. Porque en A Coruña lo único que vale es el ascenso. O subes o te vas. No hay otra.
Después de mucho tiempo, la familia deportivista vuelve a ilusionarse con un equipo que lidera el grupo 1, eso sí, con tan solo un punto de ventaja respecto al segundo clasificado, el Nástic de Tarragona. Pero la ilusión se ha vuelto a desbordar en A Coruña, como sucede año tras año. En esta ocasión, tiene motivos para ello, sobre todo por los números que está protagonizando el equipo que entrena Imanol Idiakez, un de los 'culpables' de este boom que está viviendo en la actualidad el Dépor. Siete victorias consecutivas, la última de ellas frente al Lugo en un derbi que solventó por la vía rápida con ese contundente 4-1. La última derrota data del 14 de enero en la visita a León. Siete triunfos seguidos en los que suma 25 goles a favor y solo cuatro en contra. Números que invitan a soñar. Pero nadie quiere lanzar las campanas al aire, algo difícil en una afición que hace unos años veía a su equipo jugando de tú a tú a los 'grandes' de Europa.
Pero de un tiempo a esta parte tampoco es que haya mucho espacio para la nostalgia y para las sonrisas. Y tampoco hay que echar la vista muy atrás en el tiempo. La parroquia deportivista se las prometía muy felices durante la pretemporada y el arranque liguero, pero todo se fue al traste con una nefasta racha que estuvo a punto de hacer saltar por los aires el nuevo proyecto. De hecho, el míster, que ahora se lleva todos los elogios, estaba más fuera que dentro, casi con la maletas hechas. Las críticas fueron feroces, como lo son cuando las cosas no van bien en un equipo grande. Y eso es lo que es el Deportivo de la Coruña.
Fueron varios los factores que influyeron de manera negativa en un equipo que empezaba a ilusionar. Se lesionó de gravedad Yeremay Hernández, el '10' del Dépor. Y el equipo se quedó sin su magia. Poco tiempo después cayó Iván Barbero, el '9' y los goles desaparecieron. Además, Lucas Pérez, sancionado, tampoco podía ser de la partida. El 3-0 encajado en el Stadium Gal frente al Real Unión parecía ser la sentencia definitiva para el entrenador guipuzcoano. Más allá del resultado en sí, que también, lo más preocupante eran las sensaciones que estaba transmitiendo un equipo irreconocible. Sin embargo ese fue un punto de inflexión en la andadura de su Dépor. Fue ahí cuando comenzó una reacción que ha colocado al conjunto deportivista al frente de la clasificación, con todo lo que ello significa.
Un trotamundos de los banquillos con Juanma Lillo como padrino
La llegada de Imanol Idiakez a A Coruña se produjo en una situación caótica. Su primer día allí se encontró con una manifestación de protesta contra los gestores del club. Juan Carlos Escotet, dueño del Dépor, había provocado un caos en el seno de la entidad deportivista. El Dépor se había quedado fuera de la carrera por el ascenso tras caer contra el Castellón y tuvo lugar un terremoto: el Consejo de Administración al completo renunció, incluido el presidente Antonio Couceiro. No solo eso, sino que también se marcharon el director deportivo y el entrenador. En esas llegó el guipuzcoano que tuvo que comenzar a trabajar en una situación de crispación absoluta. De hecho, antes de aceptar la propuesta, se encargó de mirar la prensa para ver qué era lo que se iba a encontrar allí. Se asustó, pero ni se lo pensó. Una oportunidad como estas no pueden dejarse escapar. En estos nueve meses no se ha librado de las críticas. Todo lo contrario. Las redes sociales le han puesto a caldo.
Incluso esta historia estuvo a punto de ni tan siquiera iniciarse. Imanol Idiakez estaba decidido a dar un paso al lado en su carrera como entrenador después de la decepcionante experiencia vivida en Leganés. Su idea era la de reciclarse, ver fútbol, entrenamientos, pero una llamada le cambió la vida porque al Dépor no le podía decir que no. Se trata de su mayor reto dentro de una extensa carrera que le ha llevado por muchos lugares de la geografía española. Nada ha sido sencillo en su vida. "Imanol tuvo mala suerte por las lesiones, pero ha sido un guerrero y gracias a su esfuerzo ha conseguido labrarse una carrera futbolística, aunque tuvo que buscarse la vida fuera de casa. Iñigo, por su parte, tuvo siempre esa buena suerte que por avatares de la vida a Imanol le faltó". Son las palabras de alguien del entorno muy cercano a los dos hermanos.
Imanol Idiakez es un auténtico nómada de los banquillos. Lo fue como futbolista y lo es ahora como entrenador. Comenzó en el filial de la Real Sociedad, equipo al que llegó de la mano de Juanma Lillo, una especie de padrino que lo tuvo a sus órdenes en el Ciudad de Murcia. Después del filial blanquiazul en el que estuvo dos años, pasó por el Poli Ejido, Guijuelo, Real Unión, Toledo, Lleida, AEK Larnaka, Zaragoza, Villarreal (segundo de Emery) y Leganés.
La posibilidad de convertirse en el entrenador que logre el ascenso con el Dépor está ahí, le ronda la cabeza, pero también tiene claro que no sería suficiente para la hinchada. Solo sería el primer paso en una especie de reconquista. El objetivo no es otro que recuperar su lugar en la elite y reverdecer viejos laureles, algo por lo que se alegraría enormemente un Idiakez que se siente como en casa y que ha congeniado con los aficionados de un equipo que se dejan el alma y el dinero por su equipo. 28.000 espectadores se congregaron el fin de semana pasado en Riazor para llevar en volandas a los suyos. Pero no solo eso, es que fuera, en todos lo desplazamientos, hay una afluencia masiva de seguidores deportivistas. Le ha calado el sentimiento deportivista y sueña con devolverles el cariño. De momento, va por el buen camino.