Ranko Popovic y cómo lidiar con el miedo a fallar del fútbol japonés: "No sólo sienten vergüenza por sí mismos, sienten que hacen avergonzarse al resto"
El que fuera técnico del Real Zaragoza llegó al país en 2006 y ha hecho la mayor parte de su carrera en la J League.
![Ranko Popovic y Yuma Suzuki, durante un partido del Kashima Antlers. /Getty](http://s3.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202407/24/media/cortadas/rankopopovic-RA574LCmB2DHcdrMhuZcHkI-1200x648@Relevo.jpg)
Ranko Popovic (Pec, 1957) ha dirigido a equipos en países y culturas tan diversas como Austria -desde las ligas regionales, como entrenador-jugador, hasta la élite-, Serbia, India, Thailandia y España: llegó al Real Zaragoza en Segunda División en 2014 y llevó al equipo aragonés hasta una dramática final por el ascenso perdida en Las Palmas.
Pero Popovic ha hecho sobre todo carrera en Japón. En aquel país ha dirigido durante cerca de 20 años a equipos como el Oita Trinita, Machida Zelvia (en dos etapas diferentes), FC Tokyo, Cereso Osaka y, ahora mismo, el Kashima Antlers: uno de los grandes clásicos del fútbol nipón. Locuaz, bromista, franco y directo siempre en su forma de comunicar, Popovic presume con razón de dejar siempre un buen número de amigos allá donde va. Y ha ido a muchos sitios. Su familia aún reside en Zaragoza, pero él atiende a Relevo desde el hotel de concentración del Kashima en Japón: aguarda un amistoso entre semana con el Brighton inglés, aprovechando un breve parón en la J1 League, que se disputa desde febrero hasta diciembre. En esta primera parte de la charla hablamos de su experiencia en el país nipón y cómo el choque cultural afecta al modo de dirigir un vestuario y lograr el mejor rendimiento de los futbolistas.
Naciste en Pec, en la región de Kosovo, pero tú eres serbio. ¿De qué forma marca el conflicto territorial a alguien como tú?
Bueno, Pec es territorio serbio que, en este momento, está ocupado por la OTAN. A ver cómo lo digo sin utilizar palabras fuertes… Yo nací y viví en Pec, que es Serbia. Es la cuna espiritual y cultural. Todo lo que somos los serbios viene de allí. Hasta que un día alguien nos quiso quitar eso y poner una base ahí, por su cuenta. No quiero entrar mucho en política. Pero ser de Pec marca mucho mi carácter: tenemos más fuego, más gasolina que otros… por necesidad pura, por las circunstancias que vivimos allí. Siempre tuvimos que pelear mucho por tener algo.
¿Empezaste a jugar al fútbol en Pec?
Sí, en el Buducnost de Pec, fue mi primer equipo. Después salí de allí porque, como era obligatorio hacer el servicio militar después del bachillerato, durante ese año y medio estuve en Belgrado y no pude jugar al fútbol. Al acabar la mili empecé a jugar en algunos equipos pequeños de Belgrado y enseguida el Estrella Roja y el Partizan, los dos grandes, mostraron interés por mí: a tal punto que tuve que decidir si iba a uno o a otro ¡el mismo día!
¿Qué te decidió por el Partizan?
El Partizan tenía un entrenador que vino a por mí, me trajo sus botas de fútbol y me dijo: "Estas son mis botas de fútbol, me recuerdas mucho a mí mismo y quiero que juegues con el Partizan". Era Ivan Golac, un jugador mítico del club. El primer serbio que jugó en la liga inglesa, con el Southampton y luego el Crystal Palace. Está en el Hall of fame del Southampton. Él era lateral derecho y yo entonces jugaba en varias posiciones, pero sobre todo de lateral derecho y de central. Así que prácticamente me agarró de la mano y me llevó a la pretemporada del Partizan.
Y allí te encontraste con varias estrellas de la Yugoslavia de aquellos días y más tarde de la Liga.
Tuve una experiencia muy bonita, con los mejores jugadores: Mijatovic, Jokanovic, entre otros… [también el ex atlético Milinko Pantic estaba en aquella plantilla]; y allí aprendes, te desarrollas como jugador. Pero no jugaba mucho. Fui titular en dos partidos y algo curioso es que en esos dos partidos salí incluido en el mejor once de la jornada. Pero no estaba contento con ese rol, era como el primer suplente de la defensa. Y yo no tenía paciencia para conformarme con ese papel, así que le dije al director deportivo que me iba. "Tú no te vas", me contestó. Y yo: "Que sí, estoy fuera, yo lo que quiero es jugar". Jugar dos partidos en seis meses no me interesaba. Y me fui al Spartak Subotika, un club más pequeño que no se podía comparar con el Partizan. Y ahí sí que hice carrera, después fui al Almería, jugué en Austria…
Ya tenías ese espíritu nómada que después te ha llevado a entrenar en unos cuantos países. Sobre todo en Japón. ¿Cómo llegaste allá?
Llevo en Japón desde 2006, con algunas pausas. Llegué como asistente en Hiroshima año y medio [con el también serbio Mihailo Petrovic, entrenador con más de 700 partidos dirigidos en Japón entre Hiroshima, Urawa y Sapporo; ambos habían coincidido como jugadores en el Sturm Graz austriaco]; después volví a Europa para terminar el curso de entrenadores y sacarme la UEFA Pro Licence, y en 2009 arranqué como primer técnico ya en Oita, en una época muy difícil para el club. Estaban últimos después de 14 derrotas consecutivas, con sólo cuatro puntos. Al final casi nos salvamos: mirando sólo los partidos que yo estuve allí, éramos quintos. Pero había 17 puntos de diferencia con respecto al equipo que nos precedía en la clasificación y 21 para la permanencia. Así que acabamos penúltimos y nos faltaron tres puntos para salvarnos.
¿Ese buen trabajo te abrió otras puertas?
A pesar del descenso, cinco jugadores del Oita fueron convocados con la selección de Japón, cuatro de ellos muy jóvenes. Mi trabajo gustó. Sobre todo la manera de jugar y el carácter que mostró el equipo. Y poco a poco me hice una imagen de ser un entrenador que sabe trabajar con los japoneses. A ellos les gusta, a mí me gusta, y la mayor parte de mi carrera la he hecho aquí en Japón.
Esa 'conquista' es interesante. Se dice que el fútbol es igual en todas partes, pero ¿cuánto influye el choque cultural para un entrenador a la hora de dirigir en un lugar como Japón?
La adaptación a la mentalidad japonesa es fundamental. El fútbol sí es lo mismo. Como dijo Vujadin Boskov: "La pelota es redonda, fútbol es fútbol". Todo eso está bien, pero cómo manejas a los que tocan la pelota ya es otra cosa. Y esa es la clave. Hay que adaptarse a cada situación y sobre todo a la mentalidad. Y ser abierto. No sé si tengo el don natural de saber adaptarme o al menos de reconocer qué cosas son necesarias para hacerlo, pero durante todos estos años me ha salido bien.
¿Cómo lo logras?
Es muy, muy difícil trabajar en las sociedades diferentes. A menudo no estamos dispuestos a cambiarnos a nosotros mismos, y sin embargo queremos cambiar a los demás. Yo soy muy extrovertido, muy abierto, muy comunicativo y, sobre todo, creo que empático. Me interesa mucho el otro lado, siempre trato de ver las cosas desde la posición de los otros, no desde de mis zapatos. Eso te ayuda a sacar lo que quieres de ellos, porque su manera de ver el fútbol es totalmente distinta de la nuestra, nuestra forma de trabajar es distinta a la de ellos. La liga japonesa lleva sólo 30 años siendo profesional… Pero lo bueno es que crecen rapidísimo y son extraordinarios en todo lo que tiene que ver con la organización. Les falta flexibilidad, manejar las cosas de otra manera. A nosotros, españoles, serbios, balcánicos… nos falta a menudo mucho orden. Y creo que ahí nos compensamos un poco los unos a los otros.
¿Qué condicionantes hay en la cultura japonesa que le dificulten a un entrenador obtener el rendimiento que busca en su equipo?
Sobre todo la toma de decisiones. Es increíble… En Japón la jerarquía está establecida de una manera muy fuerte en la sociedad y eso influye mucho en el fútbol. Ellos se comportan de acuerdo a eso en su sociedad y después lo transmiten al deporte. Necesitan siempre a alguien que tome decisiones por ellos y, claro, en el fútbol un jugador debe tomar sus propias decisiones. Y hay otro problema: el fallo está mal visto socialmente. Ellos no sólo sienten vergüenza por sí mismos sino que sienten que hacen avergonzarse a los demás. Gracias a Dios me di cuenta de eso desde el principio y traté de darles libertad. Pero sólo hablando no logras que lo asimilen: tienes que llevarlos ahí y mostrarles que por un fallo no va a pasar nada malo, que no va a estar mal visto y que no son malas personas si fallan. Para mí eso fue un choque muy fuerte desde el principio; después, con los años de experiencia, comunicándote con ellos de cierta manera, lo consigues.
¿Cómo se transforma un concepto de jerarquía de ese tipo en una relación natural de vestuario?
Siempre trato de estar muy cerca de ellos y hacer que sientan que tienen toda la libertad de hablar conmigo. Eso no es normal en Japón. La relación entrenador-jugador no funciona así: hay una barrera y no puedes estar tan cerca. He tenido suerte de que ellos han aceptado mi manera de ser, cómo soy como persona, y hablan conmigo hasta sus cosas privadas. Incluso cosas que no hablan siquiera en su propia familia. Ahí trato de ser un entrenador pero, de alguna manera, también un amigo o como padre, para poder sacar de ellos todo lo que se puede sacar. Pero ojo… sin aprovecharme, llevándolos para que alcancen su mejor versión.
¿Qué virtudes positivas destacan en el futbolista japonés?
Talento no les falta. Es increíble. Técnicamente, para mí, son de los futbolistas mejor preparados del mundo. Te digo por qué: porque desde pequeños, desde que empiezan a tocar la pelota, lo repiten y lo hacen cada día, todos los días, los ejercicios siempre igual: izquierda, derecha, izquierda, derecha… Luego te encuentras a un jugador que te puede tirar faltas con la izquierda, con la derecha, y no sabes si es diestro o zurdo. Sí, les falta iniciativa individual, pero ahí tú eres el que tiene que darles libertad para que vean que no va a pasar nada. Y con el tiempo, cuando ven que las cosas les salen bien, ya asumen esa iniciativa. Diariamente les recuerdo que el único fallo y el mayor fallo es no intentarlo.
Te leí hace tiempo en una entrevista que el futbolista japonés no cree en sí mismo. ¿Han evolucionado en ese aspecto?
Sí, han evolucionado. Ahora hay jugadores japoneses que juegan en equipos importantes de Europa y los que están aquí también quieren jugar en Europa más que en Japón. Eso sólo ya muestra que tienen confianza. Tradicionalmente el jugador japonés quería mostrar a la sociedad dónde estaba, a dónde había llegado. Y eso a veces puede conducir, no digo que a la arrogancia, pero sí a darse uno a sí mismo más importancia de la que tiene: para protegerse, por un lado, y para mostrar a los demás dónde está en comparación con ellos. Ahí hace falta un equilibrio, pero creo que han avanzado en la buena dirección. Aún se perciben esas normas no escritas que ellos quieren cumplir, pero cada día menos.
Originalmente el fútbol japonés creció impulsado por grandes empresas del país. ¿Cómo funciona ahora la J League en el aspecto comercial, de inversiones, patrocinios, etc.?
Hace 30 años, en el inicio del fútbol profesional japonés, había grandes empresas por detrás: Hiroshima Mazda, Mitsubishi Urawa, el Kashima era de Sumimoto Metal… Ahora hay otra estructura, las empresas pueden estar detrás pero los clubes ya no son de esas empresas. [De hecho, desde la creación de la J League los clubes no pueden tener el nombre de una empresa]. Y hay algo muy bonito en este aspecto, que es la lealtad: en Kashima tenemos patrocinadores que trabajan con el club desde el día que se fundó, hace más de 30 años. Están ahí desde el primer día y creo que van a estar para siempre.
¿Cómo de potente es la liga en comparación con las ligas europeas?
La liga es potente. Los clubes… a lo mejor no podemos compararlos con España o con las cinco grandes ligas europeas en lo que respecta a patrocinios. Pero los presupuestos están entre 30 y 100 millones de euros. Por otro lado, en lo que respecta a la organización, la J League no tiene nada que envidiar a la LaLiga o la Premier League. Seguro que no tiene tanto impacto mediático, claro, pero cuando ves cómo se organizan los partidos… chapó. Si Japón tuviera que organizar un evento deportivo importante, incluso unos Juegos Olímpicos, podrían hacerlo mañana mismo. No tendrían que poner ni un clavo. Y luego, su dedicación como país es de otro mundo.
¿Se paga bien en Japón?
Sí, se paga bien, no como en Europa pero sí. Lo que aquí nunca va a ocurrir, como pasaba antes en España, es que te dejen de pagar un euro. Esa es su manera de trabajar y no hacerlo supondría una vergüenza para ellos como sociedad, como país. Quizás un individuo por sí mismo es capaz de hacerlo, pero sabe que estaría mal visto y que estaría dañando a la sociedad. Lo que ocurre es que como el fútbol europeo se ha hecho muy potente económicamente a través de los derechos televisivos, y han aparecido otros países capaces de pagar mucho dinero a las estrellas, Japón ya no puede atraer a grandes jugadores como hizo en otros tiempos, estrellas mundiales que terminaban su carrera en Japón.
El caso de Zico en Kashima, precisamente…
Es el gran ídolo aquí. Estuvo con nosotros como jugador, como entrenador después… y ahora es una especie de embajador del club. Todos los años viene a Japón y pasa un par de meses aquí con nosotros. No te puedes imaginar el cariño que aún le tiene la gente, porque vino al fútbol japonés cuando no había nada.
¿Cuáles son los equipos dominadores, favoritos para los títulos?
Aquí hay diez equipos a los que se llama clásicos porque están entre los fundadores de la liga y suelen pelear por los títulos: Kashima, Yokohama Marinos, Hiroshima, Urawa Reds, Kawasaki Frontale, Sanfrecce Hiroshima… En estos últimos años Vissel Kobe también ha hecho un equipo fuerte, su dueño es el de Rakuten, que ha patrocinado al Barcelona. Trajo a todos los internacionales japoneses que habían estado jugando en Alemania, en España, en buenos clubes… y el año pasado fueron campeones [con Juan Mata en la plantilla. Kobe fue también el equipo de Andrés Iniesta]. Pero hay una cosa muy importante que ocurre en Japón y que no puede ocurrir en otros lugares del mundo: aquí cualquiera puede ganar a cualquiera. Es imposible hacer una predicción. Nunca sabes quién puede ganar el partido. Y creo que eso va mucho con la mentalidad japonesa: a veces les cuesta mucho asumir la condición de favoritos, el miedo a alcanzar un objetivo impide a menudo que salga lo mejor de ellos.
¿No llevan bien esa presión?
Se coartan mucho. Es una cuestión clave. Después cuando cogen confianza, pum, va todo como el agua: no sabes ni cómo ganas. Pero si se les mete el miedo dentro y no manejas esa situación, pierdes muchos partidos sin darte cuenta.
¿Cómo es el ambiente en los campos?
Hay una cosa que parece increíble: en los estadios de la J League no hay policía. ¿Te puedes imaginar eso? Dice mucho de cómo son. Hubo un partido de Copa en el que los aficionados de un club hicieron unas pancartas de no sé qué… y por ese motivo al año siguiente no pudieron participar en la Copa del Emperador. O, una vez, cuando yo era entrenador del FC Tokio, unos niños apuntaron a la otra tribuna con unos punteros láser: bueno, pues los aficionados del otro lado no quisieron abandonar el campo hasta que se encontrara a los que lo habían hecho, y que fueran los directivos del club a disculparse de manera oficial. Los chicos no pudieron entrar más al campo. Por no hablar de todo lo que ya se conoce: dejar los vestuarios limpios, las tribunas limpias, que nadie tire ni un papel al suelo…
Apasionados pero con educación y sin violencia.
¡Pero durante el partido cantan los 90 minutos sin parar! Es otra forma de pasión. Y a mí me emociona cuando lo veo. Nuestra afición es una de las mejores: nunca siento que jugamos fuera de casa, porque siempre los oyes en la grada, siempre apoyando, siempre calientes. En nuestro campo hay 25.000 personas en todos los partidos, en una ciudad con una población de 60.000 o 70.000. A veces jugamos en el estadio nacional de Tokio cuando hay un partido grande, y entonces de los 50 o 60.000 que vienen, a lo mejor 35.000 son nuestros. Mucha gente de Kashima vive fuera, Tokio está a 120 kilómetros, y allí sí vienen porque están más cerca, es más cómodo. La liga lo hace fenomenal, jugamos en Tokio tres o cuatro veces al año y hay un ambientazo.
Para alguien crecido en el fútbol serbio y además en Pec, esa balsa de aceite será como otro mundo, ¿no?
Vienes de los Balcanes, que cuando se juega un derbi entre el Estrella Roja y el Partizan sólo pides que no haya muertos… Por la mañana vas a la iglesia a pedirle a Dios que salga todo bien y no muera nadie. Desgraciadamente. Y luego ves aquí que se puede cantar y se puede hacer todo, pero de una manera tan pacífica y tan bonita. No sé, igual les falta un poco de picante entre las hinchadas, pero aquí no hay. Allá se meten uno con el otro, no sé… si se pudiera hacer esto sin recurrir a la violencia, sería fenomenal.