COPA INTERCONTINENTAL 1998

El origen del 'aguanís' de Raúl, al que nadie bajó del capó de un Toyota Altezza: "Si no lo llevas dentro, no te sale"

El Real Madrid ganaba la Intercontinental 38 después y las imágenes del gol del triunfo forman parte de la leyenda del club

Raúl, haciendo el gol del aguanís ante Vasco de Gama y levantando la llave de Toyota. /ABC
Raúl, haciendo el gol del aguanís ante Vasco de Gama y levantando la llave de Toyota. ABC
Enrique Ortego

Enrique Ortego

Si en la historia del Real Madrid la séptima Copa de Europa se había retrasado en el tiempo 32 años, los pasados desde 1966 y la final de Bruselas de los ye-yés, la segunda Copa Intercontinental se alargó 38, hasta el 1 de diciembre de 1998 que, en el estadio Nacional de Tokio, las huestes blancas derrotaron al Vasco da Gama brasileño con un gol inmortal de Raúl. La situación encerraba su morbo. El equipo blanco había ganado la Liga (96-97) con Fabio Capello en el banquillo. En Ámsterdam, en la final de la Champions (20-5-98) el técnico era Jupp Heynkes y en la capital japonesa el entrenador era Guus Hiddinh. Un italiano, un alemán y un español en poco más de un año natural.

Había ansía de triunfo en una plantilla que se había acostumbrado a vivir en el alambre y salvar las temporadas con éxitos puntuales. Ganar la segunda Copa Intercontinental en los 96 años, entonces, de vida del clubs, tenía su aliciente. Se trataba de pisar sobre las huellas de los ídolos de 1960. Los Domínguez; Marquitos, Santamaría, Pachín; Vidal, Zárraga; Herrera, Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento con Miguel Muñoz de entrenador... que golearon en el Bernabéu (5-1) a Peñarol para hacer bueno el empate del partido de ida en Montevideo (0-0).

A pesar de que comenzaba el mes de diciembre, Guus Hiddink estaba todavía en la fase de hacerse con los mandos de un equipo demasiado irregular y que había perdido la Supercopa en agosto ante el Chelsea. A Tokio llegó en plena etapa de transformación táctica. El equipo no terminaba de funcionar ni en la Liga, un empate y dos derrotas en los tres últimos partidos, ni en la Champions, donde acababa de caer ante el Inter (3-1). Para la Intercontinental, el técnico holandés tiró de su experiencia internacional y apostó por un 1-3-4-3. Illgner en la puerta; Fernando Sanz, Hierro, Sanchís; Panucci, Redondo, Seedorf, Roberto Carlos; Mijatovic, Raúl y Savio. Jarni y Suker entraron al final por Savio y Mijatovic.

Los brasileños plantaron cara. Más, incluso, de la esperada. Era una evidencia que los clubes suramericanos se motivaban especialmente en esta competición. Se adelantó el Madrid con un gol de Nasa en propia puerta, empató Juninho Pernambucano y cuando el partido parecía predestinado a la prórroga apareció la magia de Raúl. Ese tanto pasó a la historia como el gol del 'aguanís' porque así lo definió el padre de la criatura, Pedro, cuando se le preguntó en el mismo estadio sobre la jugada. "Era un regate que Raúl solía hacer mucho, cuando era un niño y jugaba en el San Cristóbal. Era uno de sus recortes preferidos y un amigo de la familia, José, que siempre iba a verle jugar, lo definió con esa palabra. Cuando el partido se ponía difícil, él siempre le gritaba, 'haz la del aguanís, haz la del aguanís' y Raúl si le escuchaba, intentaba hacerlo".

Ni Pedro padre, ni Raúl hijo supieron explicar ni entonces, ni nunca, el por qué de apellidar así ese tipo de regate que en Tokio se convirtió en gol y pasó de ser el 'regate del aguanís' al gol del aguanís. No debemos buscarle una explicación lógica. No la tiene, pero desde aquella fría noche japonesa ya forma parte de la historia de los quiebros. Como la lambretta, la bicicleta, la croqueta, la ruleta, el sombrero, el caño (túnel), la pared, la finta, la cola de vaca...

En la crónica de ABC, firmada por este escribano, quedaba reflejado la espontaneidad del momento . "Raúl vio diez segundos antes que todos los demás la jugada. Cuando Seedorf se hizo con el balón en el medio del campo, él comenzó a correr en perpendicular hacia la puerta brasileña. Había dos posibilidades, que su compañero le viera o que no. Afortunadamente, le vio. Pase medido de cuarenta metros y todo lo demás lo puso él. El artista. Control con la izquierda, dos regates cortos, secos, ceñidos. En el primero, pase de pecho de torero, dejó sentado a Vitor; en el segundo, natural por bajo, a Odian y al portero, que, con el segundo amague ya se había ido al suelo. El balón le cayó a la derecha, su pierna menos buena, pero la puerta ya estaba vacía. Raúl sólo tuvo que empujarlo a la red y correr a cantar el gol de su vida, que vale la Intercontinental".

"Esas jugadas no se ensayan, se llevan dentro porque tienes pocos segundos para pensar y si no las llevas dentro no te salen"

Raúl González Blanco Ex jugador del Real Madrid

También es interesante conocer la versión del verdadero protagonista. "Improvisé toda la acción porque tuve muy pocos segundos para decidir. Tras el primer regate, pude tirar, pero preferí dejar pasar al defensa que venía corriendo y después ya rematé a puerta vacía. Esas jugadas no se ensayan, esas jugadas se llevan dentro porque tienes pocos segundos para pensar y porque si no las llevas dentro no salen. Somos campeones del mundo, lo más grande que le puede pasar a un futbolista. Se puede dar más importancia a la Champions porque son más partidos, pero creo que esta Copa Intercontinental nos la habíamos ganado la temporada pasada". Emocionado, sonriente, dedicó el gol a sus padres, a sus hermanos, a su novia y a Mijatovic y a su hijo Andrea, que enfermo llevaba ingresado una semana en el hospital.

Era el minuto 83. Solo había tiempo para celebrar. Raúl recibió el trofeo al mejor jugador del partido y como premio especial un Toyota Lexus IS, conocido como Toyota Altezza con una llave gigante. Mientras sus compañeros comenzaron a dar la vuelta al estadio, él rompió todos los protocolos y se fue corriendo hacia el coche, se subió a su capó y comenzó a botar. Media docena de miembros de seguridad y de la organización intentaron convencerle de que se bajara, pero solo lo hizo cuando vio que el techo ya estaba lo suficientemente abollado por los tacos de sus botas y sus compañeros llegaban a su altura. Era el momento de subirse a la fiesta grupal y abandonar la individual

Hiddink sin bigote y destituido

Aquel gol, aquel título, fueron un punto de inflexión para la carrera del jugador. Las imágenes del tanto dieron la vuelta al universo futbolístico y él a sus 21 años comenzó a sentirse cada vez más importante dentro del equipo a pesar de la competencia interna. El chaval que con 17 años había debutado en Zaragoza cuatro años antes ya era un auténtica realidad con dos Ligas y una Champions en su palmarés. Raúl vendió el coche para donar el dinero recibido a dos causas benéficas: la asociación de veteranos del club y a las monjas del Cottolengo del padre Alegre. Hoy en día existe una peña del Real Madrid con el nombre del "Aguanís". Fue fundada en 2001 y tiene su sede en Ginebra.

El triunfo en la Intercontinental no le sirvió al técnico holandés para echar raíces en el club blanco. A finales del mes de febrero, tras un intrascendente partido de Copa del Rey contra el Racing de Santander, fue destituido oficialmente de su cargo. De hecho ya estaba fuera desde tres días antes, después de la derrota liguera contra el Athletic (0-1). El equipo se quedó a siete puntos de la cabeza. Lorenzo Sanz, presidente del club, había intentado en esos días de margen fichar un sustituto. No pudo convencer a Capello, que era su primera y gran opción y finalmente se incorporó al equipo, John Benjamin Toshak que estaba entrenando al Besiktas turco. Hiddink se fue con una sonrisa... y sin bigote. Se lo había afeitado como promesa si ganaba la Intercontinental de Raúl y del 'aguanís'. Cumplió su apuesta.