SERIE A

De Zerbi, el candidato con ADN Barça: "Quería correr como un Ferrari sin saber que éramos un Seiscientos, era temerario y genial"

Relevo desgrana, a través de sus protagonistas, cómo fue la primera -y maltrecha- aventura en los banquillos del técnico italiano, hoy asociado a Barça y Milán.

Roberto De Zerbi, entrenador del Brighton en la Premier League./REUTERS
Roberto De Zerbi, entrenador del Brighton en la Premier League. REUTERS
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Hay obras de arte desclasificadas también en el universo fútbol, para nada ajeno a ensalzar o condenar en base al purismo del resultado. De ese juicio moral y ético no fueron inmunes, al menos en Italia, técnicos formidables como Zeman o Carlo Mazzone, quien falleció hace algunos meses dejando récords inmortales que trascienden en importancia el éxito efímero del trofeo: casi ochocientos partidos en Serie A, además de lanzar a Francesco Totti y haber protagonizado un trienio sublime (2000-03) en el bohemio Brescia de Guardiola, Baggio o Andrea Pirlo.

"Creo que Roberto de Zerbi, natural de aquí, tiene algo de Carletto", sostiene Sergio Gabossi, directivo del Darfo Terme, un equipo de la provincia de Brescia que milita en quinta división italiana. Allí precisamente comenzó la fábula con asteriscos de quien hoy suena para el banquillo del Barça. Un cuento sin hadas, maldito y auténtico. Sin pactos con la moral. Sólo el placer de vivir y entrenar con la inocencia de un aventajado poco convencional. Porque su cuadro, como le sucedía al lunático Jackson Pollock, no necesitaba lienzo que lo redujera o lo pudiera maniatar, minimizar. Era un torrente de energía virgen, en bruto.

"La historia de Roberto aquí es curiosa y está llena de emociones. La recuerdo como si fuera ayer". Y es que, aunque fue prácticamente repudiado e incomprendido por casi todos -como ya sucediera con Sam Peckinpah en el cine de Hollywood o Rino Gaetano en la música italiana- allí sembró unas ideas etiquetadas como adúlteras. Sin embargo, hoy -diez años después- las mismas llaman la atención a media Europa. "Roberto terminó su carrera como futbolista en 2013, en el Trento. Nosotros estábamos en Serie D desde hacía seis años. Esa temporada la comenzamos con otro técnico (Aldo Nicolini), quien estaba convencido que éramos una escuadra de mitad de la tabla. El inicio fue desastroso. El 17 de noviembre perdemos 2-1 en Bérgamo contra la Pontisola y le echamos", recuerda Sergio Gabossi, hoy mano derecha del presidente Walter Venturi. "Un día después de la derrota llega, por manos del director deportivo de entonces (Giancarlo Maffezzoni), el joven De Zerbi, con poco más de treinta años. Le conocíamos por sus años en el fútbol italiano, pero todos nos preguntábamos por qué aceptaba las riendas de un club tan pequeño, aunque fuera su primera experiencia como míster".

Pronto comprenderían, en el seno del club, el motivo humano que trajo hasta allí a Roberto De Zerbi, quien ya comenzaba a perpetuar una idea calcistica hasta el abismo, convirtiéndola en un dogma ordinario, a veces cruel. Aparentemente incoherente e incluso soez, pero sabio y con sentido. "Nos enteramos que su madre era de Val Camonica, no lejos de aquí. Por eso aceptó iniciar con nosotros. Había expectación, pero el debut lo perdemos contra Seriate (1-0). De los primeros cinco choques sólo ganamos uno: 1-2 fuera de casa contra la todopoderosa Lecco. Increíble, porque nosotros no éramos nadie", rememora antes de detenerse en los problemas iniciales con el vigente entrenador del Brighton. "Tras una fortísima discusión con nuestro director deportivo, la sorpresa fue que el entonces presidente -Ennio Bandini- se cargó a Maffezzoni y dio carta blanca a Roberto, también en materia de fichajes". Llegaron Daniel Bradaschia, Pasquale Scielzo y Walter Guerra, entre otros… Y lo que parecía el inicio de una aventura maravillosa terminó en una debacle total. "Bajamos a Eccellenza, quitan categoría. ¿El bagaje? 22 partidos, cinco victorias y otros tantos empates. ¡Doce derrotas! ¿Y sabes por qué? Porque su idea de fútbol era demasiado adelantada para nosotros. Quería correr como un Ferrari sin saber que éramos un Seiscientos. Era temerario y genial. Su fútbol indómito era enorme, pero no teníamos piezas para ejecutarlo como quería". Lo dice hoy esbozando una sonrisa.

Tras unos pésimos resultados, lógicamente se marchó, y de repente todo cobró sentido. Entonces, comenzó a construirse la leyenda en torno a su figura mística, aparentemente arrogante, pero llena de unas lides futbolísticas que llevaba, obstinadamente, hasta la extenuación. Tanto que impidieron la comprensión y el aprendizaje de su obra in situ. Porque fue en ese lugar remoto de su querida Brescia cuando inventó su luz sin saber lo que estaba haciendo. Él quería ganar la liga, y en el fondo tenía todo el derecho del mundo para ambicionar así.

Bielsa o Luis Enrique

La epopeya De Zerbi se comprende con el tiempo, y no del todo. Cuenta con varios precedentes que actúan como manual de instrucciones para desgranarla: todavía se habla del Athletic rock de Bielsa, incluso de su ascenso con el Leeds. Sobre Zeman, con un palmarés opaco, qué decir de su Foggia con Beppe Signori o el Pescara de culto en Serie B, con Immobile, Insigne y Verratti. Más allá de los títulos, ambos dejaron una impronta tal que lustros después siguen siendo meta de peregrinaje. Luis Enrique, por ejemplo, consumó un año desastroso en la Roma, sin embargo, su técnico actual (Daniele De Rossi) continúa ensalzándole: "Fue un adelantado a su tiempo, pero no le comprendimos". Lo mismo piensa Nicolás Burdisso, quien subraya sus métodos modernistas.

Hay algo de todo eso en la mística figura de Roberto De Zerbi, quizás el gran alter ego del asturiano. De hecho, también retó a la prensa en este minuto club de provincias. "Estaba demasiado seguro de sí mismo, y eso irritaba a los medios. Tenía un fuerte carácter. A los periodistas les mandaba a tomar por culo. Le aconsejáramos que fuera humilde, que no se empecinara… Él seguía con su idea de fútbol: construcción desde atrás, el portero estaba obligado a jugarla con sentido, rápida circulación y pressing alto. El patadón estaba prohibido. Perdíamos casi siempre, pero fue maravilloso porque salíamos a ganar en casa de cualquiera, incluso los líderes. Del Pro Sesto, del Pro Piacento… Una vez vencimos 1-4 en el campo del Gozzano. Le decíamos de asegurar los tres puntos sin hacer buen partido, pero siempre desoía", reconoce Sergio, el hombre que estuvo y sigue ahí, donde comenzó la carrera Roberto De Zerbi, quizás influenciado por Mazzone o por Leucescu, otro luminar en el Brescia hippy de los noventa.

"Pero nunca debemos alejarnos de la realidad confundiéndonos con el paisaje", aconseja finalmente Gabossi. Porque sí, ese año el Darfo obtuvo solo 29 puntos (la salvación estaba en 40), y a él no se le renovó el contrato. Con un "menos mal que se va", se despidieron de Roberto De Zerbi. "A pesar de todo, seguimos teniendo buena relación. Cuando estaba en el Sassuolo nos regalaba entradas para que fuéramos a verle. En más de una ocasión ha mencionado Mazzone, pero también nuestra casa… Siempre dijo que gracias a nosotros él estaba donde estaba. Reconoció sus errores, y siempre nos agradeció la oportunidad. Bajamos. Fuimos a quinta división; él fichó por el Foggia, y desde entonces no ha parado de crecer".

Sus hombres

Ha transcurrido una década de eso. Mucho más del De Zerbi futbolista zurdo que transitaba por el centro del campo. Se formó en las categorías inferiores del Milán (1995-98) y luego jugó en Serie A con el Nápoles, entre otros. En conversaciones con Fabio Capello, uno de sus mentores, reconoce que "Roberto era un centrocampista con muchísima calidad, muy bien dotado técnicamente".

Le llamaban, en honor a Savicevic, Il Piccolo genio. La técnica es la salsa de su fútbol, ese que comenzó a poner en práctica a contracorriente en la Darfo, con una pléyade de futbolistas encomendados a él. Desde el cancerbero Matteo Maffi hasta Alessio Baresi (capitán), quien atiende a Relevo. "Es mi amigo a día de hoy. Hablamos a menudo, pero nunca de mercado. Era un visionario, un tipo con valentía. Entró en la cabeza de todos. En mi caso, incluso cuando era suplente por mi bajo rendimiento, le apoyaba a muerte. Hablamos de una persona con enorme carácter, un obseso de su trabajo, de su idea".

Sin dejar de rendirse a él es también un gran observador de sus evoluciones tácticas. "Ha mejorado, se ha nutrido ahora en Inglaterra de nuevas claves para modificar las que tenía. Sí, juega la pelota desde atrás, pero adopta diferentes velocidades y varía la defensa en base a los rivales. A cuatro, a tres… Roberto De Zerbi, en definitiva, te convence de lo que quiere", subraya de forma elocuente.

Hace pocas semanas Arrigo Sacchi llegó a decir de él que era un maestro, ideal para Liverpool o Barcelona, quien le tiene en mente para el post Xavi. La apuesta sería arriesgada, porque para los puristas del fútbol en el currículum De Zerbi reza solo un título: Supercopa de Ucrania en 2021, con el Shakthar. A su favor, una corriente que va más allá del resultado. Lo explicó metafóricamente Roberto Baggio hace años en una entrevista. "En mi vida deportiva solo fui feliz cuando jugaba en la calle con mis amigos. Ocasioné muchos daños porque a veces chutando a porterías improvisadas rompíamos cristales de ventanas. En alguna ocasión mi madre me castigó. Yo, en el fondo, solo intenté tratar bien al balón. Eso siempre". Al final el fútbol, como el ajedrez, ha de ser una batalla sorda, normalmente disputada por aquellos nostálgicos que se sienten extraños en su propia casa. Quizás por eso De Zerbi no haya vuelto a Italia todavía.