REAL MADRID-ATLÉTICO

El primer derbi de Simeone en Europa fue en Sicilia... y se paró el mundo: "Logró que nadie supiera lo que sucedía allí"

El Catania-Palermo de 2011 significó el origen del Cholismo en el Viejo Continente. Se lo cuentan a Relevo el periodista local de la isla, Giovanni Finocchiaro, y Adrian Ricchiuti, exfutbolista.

Simeone, dirigiendo al Catania./GETTY
Simeone, dirigiendo al Catania. GETTY
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Catania (Sicilia) es una tierra llena de contradicciones. Su alma está cosida por retazos sacros y profanos. Además, la vigila el único volcán activo de toda Europa: Etna. Es visceral y poética, carnal y sanguínea. No es casualidad que el debut europeo como entrenador de Simeone fuera precisamente allí, en esta plaza exuberante hoy venida a menos (Serie C).

Lo cierto es que era enero de 2011 cuando el mundo del fútbol se preparaba para un fenómeno que -convirtiendo en dogma su doctrina- haría multiplicar panes y peces. El Cholo acababa de aterrizar en el aeropuerto de Fontanarossa en un día cálido y templado. Llegaba para sustituir a Marco Giampaolo, que lo tenía 15º a tres puntos del descenso. Venía de ganar dos campeonatos en Argentina (con River y Estudiantes), y con una máxima grabada a fuego: valorizar e implementar el bloque y mejorar notablemente los resultados. Así se lo hicieron saber el entonces presidente, Antonino Pulvirenti, y director deportivo, Pietro Lo Monaco. Eran las grandes consignas.

"Fue una sorpresa que no esperábamos. Diego Pablo Simeone, un grande como futbolista, venía a Catania para salvarla del descenso. No solo hizo eso, sino que reconquistó al público con su carisma", recuerda Giovanni Finocchiaro, reportero del diario más importante en la isla: La Sicilia. "Comenzó de forma magnífica. En su primer derbi, 4-0 al Palermo en el Estadio Massimino. Esto es Sicilia. Aquí, así te ganas a todos. Ya puede venir después lo que sea, pero la gesta está hecha. En ese partido se paró el mundo", sentencia.

Lo detuvo, sí. Simeone lo hizo forjando la matriz de lo que es hoy su estilo: orden atrás, rápidos contragolpes, ataque al espacio para aprovechar la imprevisibilidad de sus delanteros. Un tablero de ajedrez que se movía en bloque. Un arsenal de seda. "Arriba estaban Maxi López y Gonzalo Bergessio, un luchador, una leyenda, alguien que siguió jugando cuando Chiellini le rompió la pierna en un choque. ¿Entiendes? Eran jugadores, algunos argentinos, que daban la vida por el Catania. Se habían aclimatado maravillosamente bien", explican.

El resto lo hacían los tifosi, que habían creado una pequeña Bombonera en su feudo. Veinte mil personas lo llenaban siempre. Era química, simbiosis, una alquimia perfecta con el plantel. "En la zaga teníamos a Álvarez, un mastín. Le acompañaban Silvestre y Spolli, con dominio aéreo y calidad. Como lateral izquierdo, Marchese, uno de los pocos italianos titulares. En la medular emergían Lodi -pura inventiva-… Luego, los que corrían eran Ricchiuti y Carboni… Estaba, por último, la coreografía, la prestidigitación de Morimoto. En definitiva, el bloque era completo", y además gobernado con precisión por alguien que aspiraba a lo máximo. Un ganador, un condottiero.

Haciendo uso de su astucia, Cholo Simeone fue hábil en todo. Incluso cuando rápidamente les reclutó en el centro de Torre del Grifo, el búnker periférico situado en la zona de Mascalucia. Si bien hoy está en desuso, entonces era el laboratorio de un técnico que precisamente no menospreciaba esta oportunidad vital que la Serie A le estaba brindando. "Nadie sabía nada de lo que sucedía allí. Hermetizó todo, lo protegió, creó un fortín inexpugnable, una comunidad afable capaz de aspirar a algo más que el descenso", relata Finocchiaro, quien cubría el club rosso y azzurro. "Cuando terminó la temporada me abrazó para despedirse". Sabía, el Cholo, que había hecho buen uso de ese primer trampolín.

Se marchó en junio pese a que tenía contrato hasta 2012. Dejó al Catania 13º en una zona tranquila. Además, obtuvo el mayor número de puntos en la máxima categoría hasta entonces (46) y el récord de victorias en casa durante un año (once). Nadie lo presagiaba cuando en sus primeros cuatro partitos mordió el insípido botín de un punto. Nadie… Salvo él mismo. Ya era maniático, duro, determinado, constante y visionario. Ya era un guía, un capo.

Catania argentino

Hay una imagen de ese Catania que anticipa lo que es precisamente hoy el técnico del Atlético de Madrid. Sucedió en Turín contra la Juve, que se puso rápidamente 2-0 con doblete de Del Piero. La squadra etnea anotó el definitivo empate en el 95, y Simeone resbaló cuando corría -iracunda y desenfrenadamente- a celebrarlo con sus hinchas incondicionales, atrincherados en una minuta zona del feudo bianconero. Nadie se lo podía creer. Solo él.

"No lo conocía, porque llegué con doce años en Italia. Sí, había oído hablar de él, pero personalmente nunca lo había visto. Sí muchos de mis compañeros", cuenta Adrián Ricchiuti, nacido en Lanús, pieza clave y catalizador -por su oficio y equilibrio- en el centro del campo de aquel conjunto ordenado. Fue, incluso, el nexo entre argentinos (Mariano Izco, Ezequiel Schelotto, el portero Andújar o capitán Silvestre) y los pocos italianos que había. Uno era Ciccio Lodi, una turbina en la zona franca con una zurda exquisita, fino en las faltas y aseado en los once metros. Todos, unidos, en definitiva, garantizaban un perfecto equilibrio. Se alternaban y complementaban sinérgicamente como un acordeón. Ya se hablaba de mantras, del partido a partido, de mística y religión.

Porque ese Catania no era un bloque cualquiera; representaba un anfiteatro en sí, y el Cholo ejercía de director plenipotenciario. Se tomaba mate y asado. Su slogan, en palabras del propio Maxi López entonces, era "fuerza y sacrificio". Lo había construido Lo Monaco, amigo personal de Jorge Cyterszpiler (agente de muchos jugadores y antiguo representante de Maradona). Sí, efectivamente con el Cholo venía a cerrarse el círculo. Calzaba a medida. Cuadraba perfectamente. No era un fichaje más, sino la consecuencia de una idea. La sublimación de la misma. "Número uno en carácter junto a Mihajlovic para mí. Su pasión, su garra… Al final, haces de todo por él. Ti tiras al fuego si es necesario. Estuvo con el profe Ortega y el Mono Burgos, aquí. ¡Qué gran recuerdo de todos!", evoca nostálgicamente.

El dichoso derbi

Uno, en la vida, siempre tiende a volver, a proyectarse o recordar donde fue feliz. El derbi de Sicilia aniquilado por Cholo, con goles de Balzaratti en propia puerta, Bergessio, Ledesma y Pesce, es solo el pretexto para indagar en los inicios de una idea que hoy triunfa en la esquina rojiblanca de Madrid, y de ahí se extrapoló al mundo también. Es bueno no olvidar el pasado. "Ganar un derbi es lo más bonito del mundo para uno de Catania. Les humillamos en todos los sentidos. El hincha vive solo de eso. Quítale de comer, pero no el Catania. Es surrealista, pero imagino que en Madrid será así", presupone Ricchiuti.

El final es el principio en realidad. "Simeone me hablaba en italiano porque no sabía que era argentino. No me conocía hasta que se lo dije. Aún lo recuerdo. En serio, cuando le veo incitar a su gente, animar a sus jugadores… Es lo mismo que viví en Catania. Jugábamos un 4-3-3. La agresividad del Atlético de hoy… Éramos así nosotros, pero Diego es grande no solo porque dispone de buenos futbolistas. Eso está claro", sentencia.

El último recuerdo es para el Profe, que todos los miércoles le mandaba a la sauna para después sacarle y volver a meterle allí. "Después me dejaba tomar una copa de vino, ya por la noche relajado", apunta uno de los soldados de Simeone en ese Catania que pintó Girasoles en el clásico insular contra el Palermo, el primero con la afición rival desde 2007, año negro en que se llevó por delante -en una lucha fratricida entre tifosi- la muerte del policía Filippo Raciti.

El epílogo entre entrenador y club fue probablemente el necesario. No el mejor, sino el apropiado. Y es que, aunque al técnico argentino le faltaba un año de contrato, todo terminó prematuramente a principios de verano. Ambas partes se despidieron de mutuo acuerdo. La cadena de favores había terminado. Simeone, previo paso por Racing nuevamente, llegaría al Calderón en pocos meses. Es inútil explicar con palabras lo que sucedió después. Sería como tratar banalmente de descifrar la pasión, el amor, la vida o la muerte. "No sé muy bien qué sucedió, pero es cierto… El Catania tenía una filosofía clara: si un entrenador lo hacía muy bien, se marchaba a los seis meses o un año. Sinisa, Diego, Montella… A todos les sucedió lo mismo. Se trataba de buscar técnicos jóvenes ávidos de una primera experiencia top para crecer, para mostrarse. Tras el último partido nos despedimos de Simeone. Nos dimos un fuerte abrazo. No me extraña verle hoy así de bien". A él tampoco, quizás.