La estrella del fútbol femenino que colgó las botas y trabaja en una fábrica de neumáticos: "Lo dejas y no tienes nada. Estás sola"
Sonia Vesga ganó tres ligas, una Copa, vistió la camiseta de la Selección y jugó la Champions en Vallecas.

A Sonia Vesga (30 de noviembre de 1980, Briviesca, Burgos) se le escapa una carcajada cuando le preguntan si, en su época, las marcas deportivas se fijaban en las futbolistas. "¿Cómo ibas a ser la imagen de una marca a esos niveles si la gente no te quería? Las mujeres teníamos que estar en la cocina. Recibíamos insultos de todo tipo, rechazos día tras día", describe. Con razón, el patrocinio de Alexia Putellas o Salma Paralluelo por Nike le suena a chino, un mundo totalmente desconocido.
Sonia Vesga jugó en el Atlético de Madrid, ganó tres ligas con el Rayo Vallecano, la Copa de la Reina, disputó la Champions en Vallecas y vistió la camiseta de la Selección. Cobró por jugar al fútbol, pero nunca "lo suficiente". Ahora, trabaja en una fábrica de neumáticos. "Me encargo del plástico que llevan los automóviles, como los asientos. Mira, los asientos de los urbanos de Madrid, por ejemplo, los hacemos aquí en mi fábrica". Su realidad, y la que vivió en su época como futbolista, contrasta con los 'privilegios' de los que disfrutan muchos de sus colegas masculinos retirados. "Tú lo dejas y no tienes nada. A ver, si tienes estudios y eso sí, pero si no, no tienes nada. No te ofrecen nada, no tienes un puesto como en el fútbol masculino, que ya te colocan", recrimina. Una evidencia que convertía el hecho de apostar por ser futbolista (mujer) en un auténtico acto de fe.
El fútbol que vivió Sonia Vesga poco, o nada, se parece al actual. A la exfutbolista del Atlético de Madrid y del Rayo Vallecano le cuesta recordar aquella época. "Pff, es complicado. Siempre tenías que compaginarlo con el trabajo. Por las mañanas, trabajabas. Por las tardes, entrenabas", rememora. El 15 de julio del 2014, Sonia Burgos —como le gusta que la apoden— colgó las botas. A través de sus recuerdos, Relevo y la lateral zurda dibujan el fútbol femenino en aquella época.
¿Qué es lo más llamativo que le podría pasar a una futbolista cuando tú jugabas?
¿Lo más loco? A nivel de marcas... ¡Impensable! Lo más loco que te podría pasar es que te llamase la Selección... (se ríe).
Hace unos meses, el Orlando Pride desembolsó 740.000 dólares por Barbra Banda. ¿A qué te suenan esas cifras? ¿El Rayo Vallecano o el Atlético de Madrid llegaron a pagar por ti?
Qué va, no te pagaban. Todo lo contrario, en mi época tenía que pagar por jugar al fútbol. Tenías que pagar en el sentido de que te tenías que pagar las equipaciones, por ejemplo. Pero, ¿pagar por mí? Qué va. Tú fichabas y, si gracias a eso conseguías que te llamase un equipo, pues te ibas y te daban un trabajo —trabajabas o estudiabas— y un piso. Eso era la leche. La rehostia.
¿Cómo descubre el Atlético de Madrid a una futbolista del Rayo Burgalés?
Siempre he estado desde el inicio de mi carrera aquí en Burgos. Jugábamos en Nacional, que antes era la Superliga, y nos enfrentábamos mucho al Athletic Club y al entrenador le encantaba y me quería fichar. Pero, claro, yo no tenía ninguna relación con el País Vasco, ni nada, así que era imposible.
Total, que el Athletic, Íñigo Juaristi (el entrenador) siempre estaba detrás mío y a mí me hubiese encantado. Era el Athletic, jugar en Bilbao era un sueño, el campo, las jugadoras, la hostia. Pero eso, no se podía. Entonces, me acuerdo que mi fichaje con el Atlético se dio porque el director deportivo del club era compañero o amigo, ya no lo recuerdo, de Íñigo. Me acuerdo que cuando ascendieron a Primera División este chico se puso en contacto con él para ver qué jugadoras podía recomendarle para fichar y le habló de mí. Me llamó el chico este, fui a hacer las pruebas y me ficharon. Me ofrecieron un trabajo y un piso.
¿De qué era el trabajo?
Lola Romero, la presidenta del Atleti femenino, tenía una panadería. Estuve allí con dos chicas más de Extremadura y trabajábamos en la panadería. Por la mañana, trabajábamos allí. Por la tarde, íbamos a entrenar allí al Cerro del Espino.
Y, después, llegó el Rayo Vallecano... ¿Allí tampoco cobrabas?
Sí, bueno, cobrábamos nada, la alimentación, por así decirlo. Allí también me ofrecieron el piso. Nos ofrecían eso y la manutención, vamos. Pero pagarnos a nosotras como tal, no. Me tenía que buscar un trabajo porque con eso no podía vivir, claro.
"Teresa Rivero nos llevó a su casa en Somosaguas para que le pidiésemos la prima a Ruiz Mateos. Nos dijo: 'Ya os ayudo yo'"
Exfutbolista del Rayo VallecanoAquel Rayo Vallecano marcó una época en el fútbol femenino español. "En mi época, las futbolistas éramos más rudas, aunque no lo digan, más físicas. Cuando llegué al Rayo, pensaba: 'Esto no es para mí...' Y eso que yo era una tía física. Ahora, no creo que a las del Madrid o a las del Barça se las lleven a correr por el monte o a subir cuestas por la ciudad...", se ríe. Por aquel entonces, la estructura del mejor equipo español distaba mucho de la actual. Una circunstancia que marca la evolución del fútbol femenino. "A ver... el entrenador, el segundo, el preparador físico y poco más. Serían cuatro o cinco. ¡Seis, como mucho! [...] Lo justo para salir del paso", señala Sonia. Teresa Rivero entra en juego en la conversación.
La 'jefa' del Rayo Vallecano femenino era Teresa Rivero...
Buah, era la caña. De verdad, como presidenta, como persona... yo lo que viví allí con ella, es una magnífica persona. Se portó con nosotras genial. Nos daba todo lo que estaba en su mano. El Rayo femenino, gracias a ella, pudo estar donde estaba, nos apoyaba en todo. Gracias a ella existía la sección femenina. Los demás no creían en nosotras, prácticamente. Es que era muy difícil que alguien te apoyase tanto... Me refiero a los equipos masculinos, ¿eh? Que un equipo masculino tuviera equipo femenino era muy difícil. Y había cuatro, no había más. Cuando se marchó, yo creo que el Rayo perdió mucho. El femenino por lo menos..
Alguna anécdota que se pueda contar...
Cuando ganamos la Liga, o la Copa, ya no me acuerdo, nos invitó a todo el equipo allí a su casa, en Somosaguas. Nos llevó, fíjate, a su casa a pedirle a Ruiz Mateos las primas (se ríe). No sabíamos cómo hacerlo y nos dijo: 'Ya os ayudo yo'. Pues allí, con ella estuvimos en su casa, nos invitó a todo el equipo allí a estar con toda su familia. Para que veas, que no todo el mundo te lleva a su casa, te abre las puertas de su casa, y menos para pedirle a Ruiz Mateos que nos diese una prima por ganar.
¿Se la llegasteis a pedir?
Sí, sí, claro.
¿Os la dio?
Bueno, eso ya se quedó ahí. Nos costó, nos costó, pero sí que debió de dar algo. Sí que nos dio, no sé cuánto, pero algo nos dio, sí, sí. La verdad es que sí. Se portaron bien.

Antes del Rayo Vallecano, llegó el Atlético de Madrid. Sin embargo, su etapa en el conjunto rojiblanco se saldó con más pena que gloria. "Me costó bastante adaptarme. No cuajé como María Vargas y Lola Romero esperaban y decidieron no renovarme. Y me hacían la ficha por un año, y luego, si cuajabas, te la alargaban", recuerda. Un inciso: por aquel entonces, las futbolistas no firmaban ningún contrato, la ficha federativa era la que las vinculaba al club. "Les pedí (a María Vargas y a Lola Romero) que, por favor, que sí, que yo entendía que no había sido un año bueno, pero que me renovasen. Me dijeron que no, y dije, pues bueno, vale, cada uno es libre. Fue muy amargo porque no di mi 100% por el tema ese, que yo sabía que podía dar mucho más, que lo podía demostrar, y que me dejasen demostrarlo. Y decidieron que no. Y sí que se te queda ahí esa espinita", lamenta.
Si el fichaje de Sonia Vesga por el Atleti se fraguó por la amistad del club rojiblanco con Íñigo Juaristi, el exentrenador del Athletic, su incorporación al Rayo se forjó de fiesta. "Eva (una mítica del Ponferrada) jugaba en el Rayo. Jugó conmigo en Burgos, en Nuestra Señora del Belén, y nos llevábamos muy bien. Un día de fiesta, yo ya para venirme para despedirme de Madrid, coincidí con ella. Le dije que me iba, que no jugaba y tal. Me dijo que no me preocupase, que iba a hablar con sus entrenadores. Al poco me llamaron diciendo que estaban interesados en mí. Yo sólo pensaba que no me podía despedir así del fútbol y dije que sí", rememora.
Sonia alcanzó su culmen futbolístico en el Rayo Vallecano. Y le sirvió para conseguir "lo más loco" en aquella época: que te llamase la Selección española.
¿Cómo funcionaba la Selección?
Respecto al dinero, nosotras íbamos como tres o cuatro días y luego nos daban un sobre con el dinero. Me acuerdo que en esa época estaba trabajando. No sé lo que nos daban, pero era una miseria. No sé, si te digo 10 euros, yo qué sé. No me acuerdo. De lo que sí que me acuerdo es de que perdía dinero por ir. Yo, aparte perdía mis días o tenía que pedir permiso para ir. En mi curro la verdad es que se han portado genial, que me han dado muchas facilidades. Pero yo ir a la Selección... Si es que te salía a deber.
Me imagino que en aquella época os convocaban para jugar los partidos y poco más...
Sí, sí, claro. Solo nos veíamos cuando había partidos. Imagínate, estamos hoy a lunes, por ejemplo, y el domingo tienes el partido, pues te llaman el miércoles. No tenías partidos antes o tal antes de uno importante. Igual, en la misma concentración, te organizaban alguno o eran sólo entrenamientos. Yo creo que lo máximo que he llegado a estar en la Selección de concentración, 10 días. No he estado más y era porque igual el partido te coincidía fuera...
"Ir a la Selección... Si es que te salía a deber"
Exinternacional con España¿Qué material teníais a vuestra disposición?
Pues mira, las camisetas que nos daban eran las de los chicos o de otras selecciones. Porque esas no nos las llevábamos ni nada. Las usábamos y las teníamos que devolver para lavarlas y reutilizarlas. Yo creo que venían de los chicos o compraban una equipación o dos o tal. Y las reutilizaban todas las veces que podían. Bueno, y si querías una camiseta... te montaban un pollo. No quedártelas. A ver, si pedías permiso... Pero si no, te montaban una de la leche.
¿Te pasó?
Sí, yo no di ninguna porque ya te advierten. 'Oye, no podéis cambiar camisetas excepto que pidáis permiso y yo os lo conceda'. Me acuerdo de una vez que jugábamos en Zamora, contra Inglaterra y Sandra Vilanova quería la camiseta de una jugadora de Inglaterra, de Kelly Smith, que en aquella época era la mejor. Le pidió permiso a Quereda y estuvo peleando, pero un montón, hasta que lo consiguió. Y solo lo pudo cambiar ella. Lo que sí que recuerdo es una concentración que nos abrieron la puerta de una sala y había un montón de ropa vieja y ya nos la regalaron... Había de todo.
A ti te entrenó Ignacio Quereda.
Era un hombre de los de antes, un seleccionador de los de antes, machista, que estaba ahí por lo que estaba, porque el fútbol femenino no le importaba un carajo, así de claro. Entonces, estaba ahí pues para chupar del bote, así de claro.
Conmigo, la verdad es que no se sobrepasó con ningún comentario ni con ninguna falta de respeto, pero sí lo viví a través de mis compañeras o de las categorías inferiores. Me acuerdo que, a veces, coincidíamos con ellas en las concentraciones y se pasaba bastante. Las llamaba gordas o inútiles. Entonces, ahora dice: 'Madre mía, cómo pudimos permitir esto y durante tanto tiempo. Pero claro, te pilla de nuevas. Es que el problema era que, si hacías algo, no te volvían a llamar. Nadie te escuchaba, no tenías altavoz para nada, porque tú te quejabas y luego ya se vio con Verónica Boquete y compañía. Y pudieron avanzar un poco porque fueron al Mundial. Pero antes ya te podías quejar que decían: 'Uy, tú das guerra, tú no vuelves a la Selección'. Al final, no te sientes respaldada por nadie, al final te callas. Es una pena. Pero sí, que la vida al final es así.
¿Cuánto dinero habrás ganado a lo largo de tu vida jugando al fútbol?
No mucho. Para mi época, desde cuando empecé a cuando me retiré, a ver, he ganado. Pero no lo suficiente como para retirarme. No, tengo que seguir trabajando. Entonces, ¿he ganado dinero? Sí. ¿Mucho? Bueno, no lo suficiente.