FC BARCELONA

El Barça de las dos caras le presenta el reto definitivo a Xavi

El conjunto azulgrana ha sido uno alegre y vistoso en el primer tiempo y otro apático en el segundo.

Xavi con Dembélé, que tenía molestias /AFP
Xavi con Dembélé, que tenía molestias AFP
Albert Blaya

Albert Blaya

Ya viene siendo habitual que Xavi espere de Busquets algo que este ya no puede ofrecer. En el manual pone que Busquets vale para escenarios calmados, pero no que él tenga la capacidad de calmarlos. Ante el Betis de Pellegrini, el egarense volvió a leer de la misma forma que ya leyó ante Espanyol o Atlético un problema recurrente: para calmar el partido no buscaría abrirlo, sino cerrarlo hasta que nada se moviese. El problema es que el rival siguió moviéndose mientras el Barça dejó de hacerlo. Pero la película empezó de forma distinta pese a que acabase como tantas veces.

Hay decisiones que cambian vidas. Hablar a aquella chica que te gusta por primera vez, atreverte con un primer mensaje, transformar una mirada en una conversación. Pero son muchas más las (no) decisiones que las cambian sin existir, alterando algo que nunca sucedió pero que podría haber sido. En Riad, Xavi lanzó un mensaje que transformó el riego sanguíneo del equipo en toboganes llenos de vida: De Jong sería el corazón y las arterias del equipo mientras que Araújo y Koundé evitarían que nada se taponase. Dembélé es un sistema nervioso; uno nunca sabe a qué puede reaccionar.

El primer tiempo del FC Barcelona ante el Betis de Pellegrini no fue el mejor, pero sí el más divertido. Por sus imperfecciones fue parecido a atender a un esbozo de un gran cuadro, ese punto en el que ves líneas que no cuadran, trazos desbordantes que chirrían. Y aún así te gusta. Xavi dejó en el banquillo a Busquets, puso a Dembélé y Raphinha en bandas (con el francés en el perfil zurdo) y alineó a Koundé y Araújo de centrales, aquella promesa de verano que casi no habíamos visto. Y el equipo, como un cuerpo soñoliento pero lleno de energía, empezó a andar. Secuencias de pases largas y coloridas, una fluidez distinta, como si en vez de barro en la suela los jugadores tuviesen hielo. En el segundo, Nada fue igual.

Una decisión lleva siempre implícita una consecuencia. La que entendió Xavi es que situando a Araújo y Koundé de laterales daría igual que fuesen Alba y Roberto quienes cubriesen la banda. Porque jugar con estos centrales es conocer qué hay en lo más profundo de la Fosa de las Marianas, llegar allí donde nadie llega. Entre ambos controlaron la profundidad cada vez que el Betis exigía un plus, dejando en nulos los intentos de Borja. Pero Xavi, tal y como decidió darle aire nuevo al equipo, se lo quitó forzado por las molestias de De Jong y Dembélé.

El Betis recuperó la pelota, como el niño que descubre el armario en el que sus padres esconden los regalos la noche de reyes, y el Barça quedó mirando con indiferencia. Busquets no llegaba y Ferran ha olvidado aquello que le hizo ser titular hace no tanto: es un manojo de nervios que solo hace que evidenciar aquello en lo que no llega y camuflar lo que le hace mejor. El Barça se contagió de su pesimismo y aquello que funcionaba dejó de hacerlo, sobre todo porque la sangre ya no llegaba a las articulaciones sin De Jong ni reaccionaba a los estímulos sin Dembélé. Y la historia volvió a repetirse.

Y ahí se reveló otra verdad: el banquillo del Barça no es lo que prometía ser en verano. Algo que se ha ido descubriendo poco a poco pero que ya es una evidencia viendo que solo el golpeo prodigioso de Ansu le dio algo al Barça sobre lo que agarrarse. El partido, más allá del resultado, deja a Xavi ante un camino que se bifurca y el reloj de arena a punto de marcar su fin. Las decisiones del primer tiempo, pese al riesgo, harán mejor equipo al Barça que las del segundo.