ATHLETIC - BARCELONA

Así se gestó la celebración más famosa de Villalibre ante el Barça: La 'presión' de sus compañeros y una cábala le 'obligó' a viajar con la trompeta

Hace cuatro años, el Athletic conquistó la Supercopa ante los azulgranas y el Búfalo se convirtió en icono para siempre.

Villalibre toca la trompeta rodeado de sus compañeros sobre el césped de La Cartuja./Athletic Club
Villalibre toca la trompeta rodeado de sus compañeros sobre el césped de La Cartuja. Athletic Club
Patxo De la Rica

Patxo De la Rica

Hace cinco años, el mundo se paralizó. La pandemia mundial del Covid detuvo también el fútbol y, con ello, las ilusiones de cada aficionado. Y sin gente, este deporte es difícil de entender. Precisamente por ello, lo que consiguió el 17 de enero de 2021 el Athletic Club, una cuadrilla más de aficionados, no puede olvidarse en Bilbao. Meses antes se habían clasificado para una nueva final de Copa ante la Real Sociedad que tuvo que aplazarse y, mientras, el fútbol rojiblanco fue languideciendo hasta el despido de Gaizka Garitano. Estrenado el año, aterrizó en Lezama un Marcelino García Toral que tendrá, para siempre, un hueco en el corazón de una entidad centenaria como la rojiblanca.

El Athletic llegó a la Supercopa con muchas dudas, pero en el vestuario había confianza. Tanta que antes de viajar a Málaga, donde se disputó la semifinal ante el Real Madrid, el grupo ya soñaba con levantar el título. Lo creían de verdad. Y para muestra una celebración que se originó meses antes en Granada, se cimentó durante el encierro del Covid y se convirtió en cábala cuando el balón volvió a rodar. Quedaba lo más difícil: convencer a Asier Villalibre de que volviese a embarcar en el avión con la misma trompeta con la que habían celebrado en el vestuario de Los Cármenes el pase a la final de Copa 2020.

El Búfalo no lo veía claro. Había comenzado a tocar hacía pocos meses y aunque durante el confinamiento multiplicó sus ensayos, tenía ciertos reparos. Por un lado, por el miedo a dar mala suerte y, por otro, porque el resto de sus compañeros del grupo Orsai -De Marcos, Lekue, Balenziaga, Vesga y Dani García- no podían viajar con todos sus instrumentos. Iker Muniain, capitán del equipo, insistió al delantero durante las semanas previas y finalmente le convencieron. Había una promesa: más allá de la trompeta, si conseguían eliminar al Real Madrid y se plantaban en la final, el resto de los miembros de la banda alquilarían en Sevilla diferentes instrumentos para dar un concierto privado en el hotel de concentración. Pocos lo sabían.

Villalibre, ahora sí, aceptó el reto. Se subió al avión con el maletín y su trompeta. Era un secreto para la afición, pero no para un vestuario que imaginó una victoria que parecía imposible: superar al Madrid y al Barça en apenas cinco días a las órdenes de un técnico que había llegado apenas dos semanas antes y con el que únicamente habían disputado un partido: precisamente una derrota liguera ante el Barça. Era tan complicado el reto que ni siquiera la afición se ilusionó demasiado con aquel torneo.

El triunfo ante los blancos, con un doblete de Raúl García, lo cambió todo y devolvió la alegría a una masa social que tuvo que ver desde sus casas uno de los partidos más recordados de los últimos años. Y aquella tarde en La Cartuja lo tendría todo para el Búfalo. Saltó al terreno de juego en los últimos minutos y cazó un centro en el área pequeña sobre la bocina para mandar el encuentro a la prórroga tras un doblete de Griezmann y un tanto de De Marcos. Iñaki puso en ventaja por primera vez a los leones al comenzar el tiempo extra, ya por encima del horario de toque de queda, y el choque se hizo interminable.

Pero Villalibre volvería a ser clave. Pugnó con Messi una posesión, el argentino enloqueció y le dio un manotazo al delantero rojiblanco. Expulsión del '10' y alivio bilbaíno. El título ya se sentía. "Se ha enfadao y me ha metido la mano. Es agresión clara", dijo el Bufa con su normalidad habitual. Suficiente para convertirse en mito de aquel título, pero quedaba lo mejor. Para sorpresa de todos, apareció su famosa trompeta y en el centro del campo tocó el himno rojiblanco y el famoso 'salalala Athletic Club' junto a unos compañeros enloquecidos.

Camisetas, bufandas, stickers... La imagen de Villalibre cambió para siempre. Lamentablemente, no pudo repetirlo en las dos finales de Copa del Rey que disputaron los bilbaínos meses después, pero su imagen está en el imaginario de todo aficionado al fútbol. Sí lo repitió en el ascenso del Alavés, donde marcó el penalti decisivo, y también en la misma Cartuja el pasado 6 de abril, cuando el Athletic rompió una sequía de 40 años para volver a subirse a la Gabarra.

Aquella noche en Sevilla fue única para el vestuario. No pudieron celebrarlo con la afición, pero por sorpresa, Orsai dio un concierto privado para jugadores, staff, directivos y algunos familiares. "Estaba todo organizado ya antes de viajar y ahí se ve que creíamos en nuestras opciones. Convencidos estábamos", explica Balenziaga sobre aquel momento. "Marcelino y su equipo esa noche alucinaron porque vieron a una cuadrilla que juega en Primera División y que luego organiza un concierto en vivo para disfrutarlo entre nosotros. Fliparon".