El hambre de Xavi y la barriga de Ancelotti
Tan objetivo era decir antes del partido que Xavi era el que más se jugaba en este Clásico como justo es ahora sentenciar que, justo él, fue el gran triunfador de esta Supercopa. Con permiso de Gavi, por supuesto. Y no sólo por levantar su primer título, tan deseado como necesario, como entrenador del Barcelona. Más que nada por el repaso que infligió a Ancelotti. Si no es por Courtois, la escabechina hubiera sido de época.
No hubo un centímetro del verde donde Xavi no ganara la partida en el mayor ejercicio de sensatez con sus decisiones que se le recuerda. Araujo secó a Vinicius, igual que Balde a Valverde, retándole incluso a la carrera, su especialidad. El medio campo, con uno más para cuadrar las cuentas y olvidar por un momento el cruyffismo, fue el de las grandes noches. Esas en las que el propio míster dirigía una orquesta que sonaba como los ángeles. Kroos, ante tal vendaval, sólo persiguió sombras, Modric no encontró jamás su sitio ni el pulso y Camavinga confirmó que todavía está muy verde para noches de este vuelo.
Xavi venció en la pizarra, pero sobre todo lo hizo en la preparación emocional de este partido. Dos imágenes, puestas frente a frente, lo demuestran. Echen mano de la moviola para hacer la prueba. Miren la carrera que se pegó Balde para evitar un insustancial fuera de banda con 1-0 en el marcador. Y si no la encuentran, no desesperen. Rescaten otra de Gavi para evitar que se le escapara otra diagonal sin fuste allá en el córner. E inmediatamente después, analicen el trote de Camavinga para tapar a Lewandowski en el 2-0.
No es cuestión de criminalizar a un futbolista como el francés que, seguramente no fue el peor de un Madrid retratado. Primero, porque ya recibió el castigo de volver a ser sustituido en el descanso por séptima vez esta temporada. Bastante tiene. Y segundo, porque ahí estaban Carvajal y Rüdiger con tantos o más deméritos acumulados que él. Pero hay señales que conviene no obviar ya que a veces anticipan el futuro.
Ancelotti, precisamente conjugando el pasado, este duelo presente y lo que puede deparar el porvenir, dijo en la previa que en el Madrid nadie tiene aún la barriga llena. Y seguramente no le falte razón. Sobre todo a los que empezaron en 2013 una década de leyenda. Quien crea que el Madrid ha entregado la bandera en enero no ha visto a este equipo competir, año a año, en los meses que ya asoman.
Eso sí, el bueno de Camavinga, aterrizado hace un rato, aún tiene bastante que aprender. Aquí, si hasta Modric y Benzema lo dejan todo cada noche, nadie se pasea. Gavi, en la acera de enfrente, lo entendió desde el primer día sin necesidad de que nadie se lo recuerde. Lewandowski le señala cada día el camino. O Busquets. Verle botar con esta copa en brazos, con todas las que tiene acumuladas en la vitrina, es para que el culé esté esperanzado con lo que viene. Ya era hora.