FÚTBOL

La Superliga antes de la Superliga: el proyecto auspiciado por Telefónica que se rompió por un despido

En el año 2000 el fútbol europeo estuvo a punto de saltar por los aires. El gran proyecto de Florentino Pérez estuvo a punto de fraguar 25 años antes.

Adriano Galiani, Florentino Pérez, Thomas Kurth y Joan Gaspart en una reunión del G14, la plataforma de clubes grandes europeos. /ARCHIVO
Adriano Galiani, Florentino Pérez, Thomas Kurth y Joan Gaspart en una reunión del G14, la plataforma de clubes grandes europeos. ARCHIVO
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

La Superliga fue un fogonazo intenso en el que todo parecía que iba a cambiar de un día para otro. El tiempo ralentizó lo que en un principio mostraron como inevitable, el proceso se convirtió en crónico, entró en los juzgados de Madrid y llegó hasta los tribunales europeos convirtiendo en burocracia lo que era una tormenta. La UEFA no ganó, porque realmente su posición es hoy legalmente más débil de lo que era, pero sí que logró al menos parar el golpe. La Champions sigue siendo la Champions.

La idea de una gran liga europea volverá. Esta de ahora o cualquier otra opción, porque hay algo en el fútbol continental que no resiste del todo bien un análisis cuantitativo por parte de los clubes. La tradición y demás está muy bien, pero muchos clubes ven en la UEFA más una carga que una ayuda. Sí, por supuesto, la Champions factura muchísimo dinero ,pero ¿es realmente la mayor cantidad que se puede recaudar? ¿Y es el reparto de ese dinero el apropiado?

La Superliga de Florentino es, en realidad, el penúltimo caso de una vieja idea. Carlos García Pardo, fundador de Dorna y una de las personas más poderosas del deporte español (y mundial) en los años 90, ya estuvo cerca de conseguirlo. La European Golden Cup, que así se llamaba, estuvo muy cerca de cambiar todo el fútbol como lo conocemos. Sucedió a principios de este siglo, en un panorama del fútbol que estaba cambiando.

"Es una espinita que tengo clavada", cuenta García Pardo, que pergeñó esta idea poco después de salir de Dorna en 1996. Era en aquel momento un empresario con tiempo libre y muchas ideas que llevar a cabo, porque desde el principio de su carrera su manera de actuar siempre fue tratar de anticiparse una década a los nuevos movimientos en el deporte. Se puso a trabajar y encontró un socio con el poderío suficiente para que el proyecto no fuese con balas de fogueo: Telefónica.

"Nosotros tuvimos un acuerdo con ellos, cuando estaba Villalonga. Llegamos a un acuerdo 75-25 en el que Telefónica ponía toda su potencia económica y técnica", recuerda García Pardo. "Villalonga puso a trabajar en el tema a su segundo y a Alberto Ennis, que había sido ministro en México. Nos tiramos más de un año visitando equipos por toda Europa: el PSV, el Ajax, el PSG, el Oporto, el Barcelona, el Madrid, el Atlético, la Juve…". En aquel momento, un grupo de 14 grandes clubes europeos, el llamado G-14, dirigido por Thomas Kurth, era una de las bases del proyecto. Y parecía en bloque convencido de la idea.

Fueron años de viajes de un sitio a otro y de convencer a gente a la que todo esto podía venirle muy bien. La base era el PPV, la modalidad de pago por visión de la televisión que en aquel momento empezaba a dispararse en Europa. Estaba entrando mucho dinero en el fútbol por esa vía y los papeles a los que ha tenido acceso Relevo muestran los detallados ingresos esperados por la competición. Era el centro del proyecto, aunque en otras páginas también se recogen proyecciones de marketing o entradas.

Los estudios previos tenían una fórmula matemática para calcular el PPV.
Los estudios previos tenían una fórmula matemática para calcular el PPV.

García Pardo habló con todos y prácticamente todos le dieron su aprobación. La idea era sustituir a la Champions. "Teníamos hasta un calendario porque había que adecuar las fechas, porque las ligas no se tocaban. Galiani, del Milan, decía que había que seguir con el campeonato doméstico porque ya podían ganar la Superliga, que si luego perdían contra el Parma y les metían cuatro a él le echaban", explica.

Galliani, factótum del Milan, es uno de esos nombres históricos. Ocurría también con Pinto da Costa, que se pasó 47 años mandando en Oporto. "Me decían que con la UEFA no podían seguir, porque el domingo anterior tuvieron que quitar a Jardel para irse un amistoso de selecciones en Noruega, y ellos no se podían permitir fallar en los fichajes", recuerda.

Se reunieron con Rummenigge en 'O Pazo', un restaurante del Madrid, y fue él quien les dijo que los dos equipos alemanes, por peso y tamaño, tendrían que ser Bayern y Borussia Dortmund. La liga iba avanzando y no se encontraban, como le sucedió a la Superliga más reciente, gobiernos contrarios a la idea. Porque en eso el fútbol ha cambiado un poco y los estados son, quizá, algo más proteccionistas.

LOS PREMIOS DEL PROYECTO DE LA SUPERLIGA EN 2002

La UEFA, enfrentada en aquel momento a los grandes equipos europeos, articulados en el G14, temía lo que pudiese pasar. "Un mes antes de la final de París de la Champions, Villalonga había quedado con Gerhard Aigner [secretario general], que estaba acojonado. La cosa iba para adelante", recuerda.

"Lo que está claro también es que los 16 mejores equipos producen mucho más derechos de televisión. El presidente del PSV era un forofo nuestro porque, claro, es Philips. Él decía que Philips en Holanda muy bien, y en Europa depende, pero en el mundo no eran nadie. La idea final crear una liga mundial, que es lo que hay que crear, unas divisiones en Europa, una división en América y que los patrocinadores gordos estén en un mundo muy globalizado", reflexiona hoy.

El formato era más parecido a la primera idea de la Superliga reciente que a lo que terminó siendo después: 16 equipos, los más grandes del momento —con equipos como el Deportivo o el Galatasaray—, un formato cerrado y sin descensos, pero con opción de ampliar equipos más adelante. La lista sorprende por su diversidad; en relación con lo visto en la última Superliga hay más países y muchos menos ingleses. Porque en los últimos 25 años el poder en el fútbol se ha concentrado mucho más.

La liga iba a ser cerrada y estos eran los equipos en liza.
La liga iba a ser cerrada y estos eran los equipos en liza.

El modelo de negocio era, y de algún modo sigue siendo, observar lo que pasa en Estados Unidos, que con menos población y menos seguimiento consiguen que sus grandes ligas facturen mucho más dinero.

Entre los argumentos que se señalan en uno de los múltiples dosieres que se realizaron en la época se cuenta algo que hoy en día sigue vigente: una liga cerrada proporciona un mínimo de ingresos garantizados. En la estrategia de la Superliga todo esto estaba muy presente, aunque igual fue un argumento infrautilizado en los medios. En el fútbol, en muchas ligas, hay pérdidas y más pérdidas.

Tras muchos años ha sido difícil encontrar una rentabilidad real para los clubes, algo que, por ejemplo, llevó en primera instancia a los equipos ingleses con dueños americanos a apuntarse al nuevo proyecto. Porque una liga cerrada tiene muchos críticos, pero hay algo que es difícil de refutar, asegura unos ingresos futuros, convierte la incertidumbre por los resultados en algo secundario, al saber que, pase lo que pase, el año siguiente el club seguirá compitiendo en el mismo lugar y bajo los mismos parámetros.

Existían diferencias, eso sí, con la más reciente Superliga. Aquí los clubes serían importantes, pero no exactamente dueños. "La idea era una organización que no fueran los clubes, porque es muy difícil que los órganos de disciplina los monten los propios clubes. La idea era una superorganización internacional que pagara a cada equipo tanto dinero por punto y demás", cuenta. El reparto de dinero en aquel momento era algo rompedor, porque aunque ahora cada liga tenga un cierto reparto por posición, en aquellos días era algo desconocido. Siempre ir pensando las cosas antes de que las cosas pasen.

Algo rompedor en la época era el cálculo de ingresos según la clasificación obtenida.
Algo rompedor en la época era el cálculo de ingresos según la clasificación obtenida.

Iba todo de cara hasta que todo se rompió. Juan Villalonga cayó en desgracia, fue sustituido de Telefónica y, como es frecuente en el mundo de la empresa, su sucesor se desentendió. "Pasó lo que pasa siempre, el que entra no quiere saber nada de lo anterior. Villalonga me había dicho que con esto íbamos a ganar con todo Telefónica en el mundo [ríe]. Bueno, a veces era un poco frívolo".

Se deshizo esa opción y empezaron a barajarse otras. "Estuvimos hablando con Vodafone, fui a Londres, hablé con un vicepresidente y firmamos una declaración de intenciones con ellos, con porcentajes y todo. Aquello falló porque en aquel momento habían comprado a France Telecom y tenían que echar a 5.000 personas, no podían hacer esta inversión mientras despedían tanta gente", recuerda.

El tercer intento se parecía más a las opciones actuales. Un fondo de inversión, Apax Partners, podía haber puesto el dinero: "Pero querían reunirse con los presidentes de los clubes, y aquello ya era mucho más difícil". En el terreno financiero, ese modelo es ahora el más probable, un fondo que se dedique a la inversión más que una empresa como podían ser las de telecomunicaciones.

¿Y Florentino, qué opinaba de todo esto? En aquel momento era un recién llegado. De hecho, cuando empezó a carburar la idea él todavía no había llegado a la presidencia del Madrid. Escuchó lo que tenían que decirle, en varias ocasiones estuvo en el edificio Windsor, donde se encontraba la oficina de García Pardo. Y quedó a la espera, esperando a saltar si antes otros lo hacían porque "el mundo del fútbol es poco solidario, nadie da un paso al frente".

La pregunta es obvia ¿volverá? García Pardo lleva desde principios de este siglo pensando que es inevitable: "Hoy tenemos los mismos problemas que había entonces. Yo creo que llegará un momento en el que se planten".