LA MIRADA

Tula y Le Normand: cómo sentir lo inexplicable

Tula, aficionado argentino, premiado en la gala de The Best. /AFP
Tula, aficionado argentino, premiado en la gala de The Best. AFP

Él es don Tula, el mejor aficionado del mundo. La versión argentina de nuestro Manolo el del Bombo. Trece mundiales a sus espaldas, ya erguidas y doloridas, pero más anchas que nunca mientras recibía el premio, bajo la tierna mirada de Messi. Llegó al evento del The Best en silla de ruedas, y al escenario subió por su propio pie, con su bombo a cuestas.

13 por cuatro suman 52 años siguiendo a la 'Albiceleste', porque como Tula dijo en su discurso infinito y entrañable, "soy pobre, pero he viajado por todo el mundo". Estuvo en el Mundial' 78, cuando las guerras de papelitos blancos vestían de blanco el cielo de los estadios. Era prohibición expresa de Videla, pretendiendo mostrar así una seriedad al mundo. Pero el mundo sabía que la selección de Menotti hipnotizaba al pueblo argentino, al menos por un mes, mientras afuera de las canchas seguían las desapariciones, las torturas y los asesinatos. Y ahí estaba Tula, con la emoción no contenida. Como en México y en Catar, y allá donde sus 82 años le han dejado.

Tula es la '12', el sentimiento del arraigo más profundo. Es la bandera y su patria. Que como le decía Federico Luppi a Juan Diego Botto en una de las memorables charlas de la película 'Martín Hache', "la patria es un invento. El país son tus amigos, eso sí se extraña". Es el barrio, tu gente, eso que se siente y no se explica. Es el sueño de cualquier niño por salir campeón y hacer llorar a los suyos de emoción. Es el orgullo en la camiseta que quieren vestir todos, pero que sólo uno entre un millón lo consigue. Es el anhelo constante por las raíces, o por esa tierra que no tiene por qué verte nacer, pero sí creer. Entonces yo recuerdo el nombre de Robin Le Normand, el futbolista francés de la Real Sociedad que dijo 'no' a La Roja, a diferencia de su compatriota Laporte, que sí renunció a Francia para jugar con la española. Pero ahora, a sus 26 años, viendo que los galos no cuentan con él, ha decidido, esta vez sí, atender a la llamada de España.

Fantaseo preguntándome cómo sería esa conversación si la película la protagonizaran Tula y Le Normand. Qué le podría explicar el padre a un hijo que no entiende de ilusión genuina en los ojos. Cuéntele, querido Tula, que el fútbol se siente, como la vida: con el corazón, sin excusas ni lamentos.