La venta del Terrassa y el caso Reus reabren el debate sobre los riesgos (y ventajas) de ser una SAD… y de caer en manos equivocadas
Seis de los principales 12 clubes catalanes tienen dueños extranjeros, y solo Barça y Europa son propiedad de sus socios, con el asterisco del Olot.

Cuando el millonario griego Constantinos Tsakiris se convirtió en el propietario del Terrassa explicó que "tenía un montón de dinero, pero no infinito" para invertir en la entidad. Y que cuando se le terminaran los billetes, si no había logrado llevar al equipo hasta el fútbol profesional, se iría y aceptaría la oferta de compra del mejor postor, sin importarle demasiado sus intenciones. Apenas dos años después de presentar su proyecto, con el primer equipo en Segunda RFEF y sin trampa ni cartón, ha decidido poner en venta la entidad, y pide 1,75 millones de euros por el 90 y pico por ciento de las acciones de la misma; una noticia que no ha extrañado en el fútbol catalán, donde la compraventa de clubes está a la orden del día. Sant Andreu, Sabadell o Badalona Futur, por ejemplo, han cambiado de manos en los últimos meses.
Que el fútbol se ha convertido en un mercadillo lo confirma, precisamente, el Badalona Futur, que en pocos meses de diferencia ha tenido tres propietarios distintos: Toni Freixa, Josep Delgado y Sedrak Petrosyan, su actual dueño. Antes, se llamó Llagostera, llegando a Segunda; y después Costa Brava. Ahora, lleva el nombre de una ciudad en la que hace años que no juega, tras una turbulenta travesía por la geografía de la región que no se veía desde que Albert Pla compuso Juerga Catalana. Y acaba de descender a Tercera RFEF, entre desahucios y deudas millonarias que Petrosyan se encontró, en una historia que "ni Woody Allen hubiera guionizado", según declaraba a Relevo este empresario catalán de origen armenio, extremadamente crítico con la gestión de sus antecesores. El mes que viene, por cierto, el Badalona Futur volverá a cambiar de nombre para arraigarse definitivamente al Maresme y a Premià de Dalt, su hogar actual.
El que no se moverá de su estadio es el Sant Andreu, también de Segunda RFEF. Así lo confirmó a este medio Taito Suzuki, el nieto de un general japonés que combatió en la Segunda Guerra Mundial, y que hace unos meses le compró sus acciones a Manuel Camino, convirtiéndose en el dueño de un club profundamente vinculado al tejido social del Palomar, que es precisamente lo que al millonario nipón más le llamó la atención de un equipo, cuyos aficionados, que lucen con orgullo la bandera del fútbol popular, vieron con cierto recelo el cambio de propiedad. "No he venido a ganar dinero, no estoy aquí para eso", contestó Suzuki, que quiere invertir y "gestionar coherentemente las cuentas" para llevar de vuelta el Sant Andreu al fútbol profesional.
Si casi todos los clubes semiprofesionales se marcan el objetivo de alcanzar como mínimo la Segunda División es porque, en líneas generales, solo en las dos primeras categorías nacionales pueden ser rentables. Así lo entiende Lluís Fàbregas, tarragoní, presidente y máximo accionista de un Nàstic, con mucha participación de los socios y el Ayuntamiento en su propiedad; también de un empresario sueco, Fredrik Wester. Fàbregas, que lleva más de media vida en la entidad de la que fue portero en los ochenta, es uno de los pocos dueños catalanes de los 12 equipos de la región que hay entre Primera División y Segunda RFEF.
El Nástic sigue con su cruzada en pleno lío arbitral.
— Relevo (@relevo) February 20, 2025
💬"No están por encima del bien o del mal: siempre hay una manzana podrida que se deja sobornar".
El presidente analiza el estado de la querella contra Eder Mallo.@marcmosull 🤝 @super_martinez https://t.co/i5gSSGSzQs
De este modo explicaba el dirigente grana en Relevo el impacto económico de no competir en Primera ni Segunda: "No estar en La Liga de Fútbol profesional nos provoca pérdidas. Esta competición [Primera RFEF] es absolutamente deficitaria, no solo para el Nàstic, sino para el 90% de los clubes que la juegan y no son filiales [caso del Barça Atlètic]. El día 22 de junio de 2024, el día del Málaga, nos costó 11 millones de euros. Eran seis millones de derechos de televisión, mínimos, que recibes y cinco millones trescientos del fondo CVC a los que el Nàstic tendría derecho. De no subir, como sucedió, son 200.000 euros, que es lo que te dan en Primera RFEF. O sea, pasamos de ser un club sostenible en LaLiga, a perder un millón o un millón y medio por temporada en Primera RFEF".
Girona, la excepción que confirma la regla
A los aficionados del Espanyol, Chen Yansheng les prometió jugar la Champions y les costó dos descensos. Bien es cierto que si el mandatario chino no le hubiera comprado sus acciones a Dani Sánchez Llibre, el futuro del club no estaba ni mucho menos asegurado. Y es que, en realidad, la proliferación de propietarios extranjeros en la mayoría de los casos se explica por las malas gestiones y las deudas que acumularon en el pasado los empresarios locales en sus clubs. Si no que le pregunten a los jugadores del Girona que hace 15 años se encerraban en el vestuario para reclamar lo que se les debía. O a Pablo Machín, que en sus charlas a la plantilla hablaba de hipotecas, plazos fijos y letras del coche.
💬 "¿Eres terrorista o espía?".
— Relevo (@relevo) May 11, 2024
Le decían en la cárcel al propietario del Girona buscado por la Europol.
🔙 Su nombre es Josep Delgado, máximo accionista del club entre 2010 y 2015.@jordicardero 🤝 @marcmosull https://t.co/ALWNTiCnry
Las angustias económicas en Montilivi terminaron cuando en 2015 Josep Delgado, que antes de dirigir al Badalona Futur fue propietario del Girona y prófugo de la justicia, al mismo tiempo, se vendió sus acciones, que acabarían en manos del City Group, en la mejor operación de compraventa de la historia del Girona. Ni Quique Cárcel la hubiera firmado. El éxito de los rojiblancos, que han pasado de ser uno de los presupuestos más modestos de Segunda a debutar en Champions, confirma que el capital extranjero no solo es sinónimo de fracaso. Pese a sus detractores en el Principado, también lo ratifica la inversión de Gerard Piqué en el Andorra, un club acostumbrado a deambular por Primera Catalana que antes de la llegada de Kosmos ni soñaba con tocar el profesionalismo.
La desaparición del Reus
En el otro costado está el recuerdo del Reus Deportiu, que también alcanzó la Segunda División y que terminó desapareciendo entre las mentiras del barcelonés Joan Oliver. Un calvario que arrancó con LaLiga vetando la inscripción de algunos jugadores a principios de competición y finalizó cuando la misma patronal expulsó al equipo reusenc de sus torneos por impagos a sus futbolistas, justo en el momento que aterrizó en el municipio Clifton Onolfo, un empresario americano "que no sabía nada del club ni asumió las responsabilidades de su cargo" al que Oliver le vendió sus acciones. El Reus ya nunca más volvió a competir y un juez ordenó su disolución en uno de los episodios más funestos de la historia reciente del fútbol catalán. El suyo es un aviso para navegantes.
Así se vivió en el vestuario del Reus el calvario de su insospechada desaparición... con la incógnita Laporta: "Nunca sabremos que pasó" https://t.co/Ua3a99T9pN
— Relevo (@relevo) March 24, 2025
Si el Lleida no corrió la misma suerte es porque el empresario gallego Luis Pereira lo evitó, asumiendo la propiedad... aunque, tres años después, el club lleidatà sigue estando en riesgo de desaparición, y esta misma semana ha entrado en preconcurso de creditores por las deudas que acumula. La entidad, que acumula impagos con sus trabajadores, está en negociaciones con grupos inversores que permitan asegurar la viabilidad del Lleida, cuyo futuro pende de un hilo.
Otro histórico con pasado en Primera, el CE Sabadell, también compite en Segunda RFEF, aunque pelea por ascender a la categoría que perdió hace un año. Tuvo un propietario japonés, Keisuke Sakamoto, y desde verano su dueño es americano, Adam Rothstein. Con una mentalidad muy estadounidense, de cultura del espectáculo, también se fija como objetivo el regreso al fútbol profesional cuanto antes. En el caso del Cornellà, una de las entidades con mejor fútbol base del territorio y cuyo primer equipo se constituyó como SAD en 2017, su máximo accionista es el catalán Andrés Manzano, que llegó al club como futbolista en 1993 y desde entonces ha hecho de todo, apartándose hace unos meses de sus funciones como director general y director deportivo.
Los peligros de las SAD
Si un club se vende es porque aumentan las exigencias económicas para competir en un fútbol cada vez más caro y deficitario, y la necesidad de capital provoca que entren en él inversores de todo tipo, con intenciones y orígenes muy diversos, y que a menudo son la única opción para pelear por los objetivos deportivos. A más inversión, más opciones de ganar; esta máxima lo resume todo. Y de Primera RFEF en abajo, donde los controles de fair play son mucho menos estrictos que los de LaLiga, el margen para invertir es enorme. De ahí que se creen desigualdades abismales entre unos clubes y otros. "Hay equipos de Primera RFEF que pagan salarios más altos que en Segunda División", ejemplifica un dirigente catalán. Y lo mismo entre Tercera y Segunda RFEF.
La etapa desconocida de Piterman en la Costa Brava y su obsesión por Dalí que le llevó a España.
— Relevo (@relevo) November 15, 2024
💬 "Nos invitaba a cubatas en su casa".
▪️ El ucraniano pasó por el Tossa y el Palamós antes de aterrizar en el Racing y el Alavés.
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Sucede que, a veces, esos accionistas simplemente irrumpen para hacer negocio o ganar fama. Y se puede convertir en un problema cuando no tienen apego ni vinculación por los equipos que compran ni el territorio que representan. Existe el riesgo ahí, pues, de que se aburran de su juguete si la pelota no entra o que se cansen de poner dinero en saco roto, y que ocurra como en Tossa de Mar o Palamós, de donde Dimitri Piterman, pionero también en Cataluña en esta estirpe de propietarios, se esfumó dejando varias facturas por pagar y un tren de vida inasumible para esas entidades de la Costa Brava.
El oasis del Europa y el Barça
Pero no todos los clubes se pueden comprar. Los que no son Sociedad Anónima Deportiva (SAD) no está permitido ponerlos a la venta ni admiten capital externo. Cada vez son menos; en las cuatro primeras categorías apenas dos equipos catalanes, de los 12 que hay, no están constituidos como tal: el FC Barcelona y el CE Europa. Son la resistencia. En este sentido cabe recordar que para todos las entidades profesionales, de Primera y Segunda División, desde 1990 y hasta 2022, cuando se modificó la ley, fue obligatorio reconvertirse en SAD, existiendo algunas excepciones como el Barça.
"Somos un club que es propiedad de los socios y tenemos una junta directiva, elegida democráticamente cada cuatro años, que dirige la entidad a través de su mandato", explica a Relevo Àlex López Vendrell, vicepresidente del CE Europa, presidido por Hèctor Ibar. En resumen, un socio equivale a un voto; en las SAD, una acción es un voto. "Supone un hándicap importante porque competimos contra clubes que disponen de grandes inyecciones económicas por parte de sus propietarios que nosotros no tenemos. Y, por ejemplo, no podemos igualar los salarios que otros ofrecen", comenta el dirigente escapulado. De ahí que el verano pasado, al Europa le desmantelaran el equipo tras una magnífica temporada. Con todo, el conjunto gracienc se ha rehecho, hasta el punto que actualmente ocupa el liderato del grupo III de Segunda RFEF.
La premisa básica en las oficinas del Nou Sardenya es no estirar más el brazo que la manga y la fórmula para cuadrar los números es maximizar los recursos propios: taquilla, cuotas de socios, patrocinios, fútbol base y merchandising. "Con todas las limitaciones que conlleva, estamos orgullosos de ser un club de los socios y no lo cambiaríamos en la vida. Forma parte de nuestra idiosincrasia. Entendemos que el ámbito deportivo es importante, pero para nosotros todavía lo es más el aspecto social y los valores de la entidad; estamos arraigados a la Vila de Gràcia, apostamos e invertimos en el fútbol femenino, por estatutos nos definimos como un club antimachista, antirracista, antifascista, antihomófobo… por todo ello queremos seguir siendo un club de los socios, para que no pueda venir alguien con dinero cuya única prioridad sea que el primer equipo masculino ascienda e ignore el resto de elementos que identifican y distinguen al Europa", completa López Vendrell.
Por cierto, la próximo entidad catalana en transformarse en SAD apunta a ser el CE L'Hospitalet, siempre y cuando Antoni Garcia sea elegido como nuevo presidente. Acompañado de Jordi Alba y Thiago Alcántara en la parcela deportiva, y con el capital y la experiencia financiera de dos empresarios de éxito como Gonzalo Álvarez, de Rocket Up, y Oscar Pierre, CEO de Glovo; el precandidato riberenc tiene la voluntad de ascender a l'Hospi desde Tercera RFEF hasta LaLiga. Y para lograrlo entiende que es imprescindible profesionalizar la entidad y convertirla en SAD.
El asterisco del Olot
También en Segunda RFEF, la UE Olot es un caso aparte, pues si bien está constituida como una SAD -su fútbol base se aglutina en una Fundación- tiene prohibido por estatutos que nadie pueda aglutinar más del 10% del total de las acciones. "Tenemos un capital de 60.000 euros dividido en acciones de 25 euros. Si el club creciese más y necesitáramos realizar ampliaciones de capital, seguramente reduciríamos ese 10% al 5%", comenta Joan Agustí, presidente y accionista de la entidad de la Garrotxa, cuyo consejo de administración se rige por el principio de la "responsabilidad económica".
📌 La @UEO1921 es un club identitario y social que defiende que "otro fútbol es posible"
— Marc Mosull (@marcmosull) May 9, 2024
🌋 El 'Athletic Club' catalán que compite entre volcanes y que le ganó un pulso a Hacienda
✍️ La historia, en @relevohttps://t.co/kvVLpzwQbR
El Olot es un "club con proyecto y posicionamiento" que defiende que "otro fútbol es posible" y que, siendo representante de los clubes catalanes no profesionales en la asamblea de la RFEF junto al Nàstic, entre otros muchos cambios reclama que "se regulen económicamente las competiciones para que los clubes no se endeuden de forma ilimitada y, así, evitar la posibilidad de que caigan en manos de fondos de inversión extranjeros", según manifiesta Agustí, que cree que algunas empresas invierten en el deporte como estrategia de social washing y que sería partidario de que el fútbol español se acogiera a la regla 50+1 vigente en Alemania. Así se minimizarían algunos de los riesgos que entraña la conversión en SAD y la posibilidad de compraventa de equipos, un asunto que está a la orden del día en el fútbol catalán, donde la mayoría de clubes ya están en manos de propietarios extranjeros.