ENTREVISTA

La vida de pueblo de Juan Carlos Valerón a los 50, alejado de grupos de WhatsApp y del fútbol profesional: "Las inversiones no me quitan el sueño"

El eterno "21" abre las puertas de Arguineguín y charla en Relevo sobre su vida más personal, la esencia de la humildad y el valor de la honestidad.

Juan Carlos Valerón posa en la entrada del mítico Bar Playa El Boya, en Arguineguín/RELEVO
Juan Carlos Valerón posa en la entrada del mítico Bar Playa El Boya, en Arguineguín RELEVO
Andrés Arencibia Almeida

Andrés Arencibia Almeida

Arguineguín es tierra y refugio de magos. Las vistas y el aroma que envuelven el interior del Bar Playa El Boya, mitiquísimo local del paraje grancanario, especializado en pescado y en todos los productos frescos e imaginables del Atlántico, son un deleite. En este rincón, Juan Carlos Valerón ha decidido hacer un alto y hablar para Relevo. Son las seis de la tarde, hora insular. Después hay Champions, un Manchester City-Real Madrid que quiere ver con los suyos, como si tuviese ganas de revivir ese 4-0 contra el Milan, esas noches de gloria, irrepetibles, con el Súper Depor que conquistó los corazones de Europa.

Este 2025, El Flaco de timbre de voz inconfundible, con cero expulsiones a sus espaldas y el talento futbolístico más legendario, cumple 50 años. Ha vivido medio siglo de vida y ya ha pasado casi una década desde que dejó atrás el profesionalismo, ovacionado a lo grande -como se merecía- en el Estadio de Gran Canaria. Su legado permanecerá eternamente, aunque estas palabras nunca saldrán de su boca. Zidane, Guardiola, Iniesta, su amigo David Silva, Sergio Ramos, Xabi Alonso, Gattuso y tantos doctores de la pelotita sí han elogiado su arte con el balón, ese que deslumbró con cada gesto y en cada baldosa. Por eso, había que contar con él en esta fecha tan simbólica. Afortunadamente, accedió.

Llegó caminando, muy bien acompañado, muy ilusionado, y sin prisas. El paisaje se lo conoce de memoria. Sonriente, elegante, introvertido; es sin duda él. Todos frenan su principal cometido y se ponen en pie para recibir al "21" de leyenda. Antes de la entrevista, saluda a sus amigos de toda la vida, cruza simpáticas palabras con Juan Moreno, dueño del bar, y con Guacimara Vanessa Sosa, su amiga desde hace tres décadas. "Se mantiene flaco, con un porte galán", se masca en el pensamiento global. Sin siquiera pedir un vaso de agua, ahora sí se sienta y el periodista procede a ejecutar el mismo movimiento en el área contraria, que no rival.

Valerón y su valor más importante.

"Hola, hola, encantado. Cuando quieras", dice el protagonista, estrechando la mano. El honor parece mutuo, pero la presencia de Valerón irradia verdadero misticismo. Se le coloca el micrófono y se lanza la primera pregunta. "Sí, sí. Llevo una vida muy tranquila aquí, en Arguineguín. Veo mucho fútbol, de Primera, de Segunda, de Regional. Lo que toque. Ejercito la mente así", subraya, como si se echase más edad -que en ningún caso aparenta más de lo que refleja su DNI-.

Su pasión por el balón, evidentemente, es irrebatible, inigualable y todos los calificativos amorosos posibles, pero los años pesan. "Jugar, jugar... ya no tanto. Me está engatusando el pádel, pero poquito más", exterioriza con calma. El regreso a su tierra era, para él, una necesidad que quería matizar. "Lo necesitaba después de estar fuera varios años en la Península. A Coruña y por supuesto Gran Canaria son dos lugares muy especiales en mi vida. Siempre están en mi corazón y eso no lo va a cambiar nadie", compone. "En este maravilloso pueblo estoy ahora con los míos, lo tengo todo y estoy muy cómodo. Mi amor por el balón nunca se desvanecerá, eso nunca. Ha sido mi vida y cuando tengo la oportunidad de estar ligado a él de alguna manera, pues aprovecho, pero tranquilo, tranquilo", remarca.

Bondad y religión dentro del equipo de su familia

En esta primera parte de la entrevista con Juan Carlos, la idea prevista era conocer más su cara personal. Pero el maestro es muy reservado en esos lares "y estoy mucho más desahogado si me pones a hablar de fútbol, que es lo que sé y domino desde niño". No toca pedir disculpas al lector, pero sí hacer hincapié en que el fuego de las venas blanquiazules y amarillas del protagonista, que aparentemente están escondidas debajo de su vestimenta oscura, se vislumbra en su mirada. Así que habrá fútbol, sin olvidar su persona.

El CD Unión Abrisajac, club fundado por su familia hace unos años y cuyo nombre responde a las iniciales de los patriarcas bíblicos Abraham, Isaac y Jacob, fue su forma de seguir conectado a su pasión. Llegó a jugar para el equipo una vez colgó las botas del fútbol profesional, a los 41 años, pero ya los tiempos han bailado demasiado. "Llevábamos varias temporadas con el club, en la Regional, pero con el tiempo ha sido difícil mantenerlo por la falta de jugadores. Poco a poco tuvimos que ir reduciendo categorías porque no había suficientes niños para formar los equipos", expresa con algo de pena y mucha seriedad.

"Ahora mismo el proyecto está en pausa, pero si en algún momento vemos que hay demanda, nos lo plantearemos de nuevo. No fue un proyecto social, como piensan algunos. Simplemente quisimos formar un club a nuestra manera, con nuestra filosofía y pasión por el fútbol. Mis hermanos -Pedro Valerón es su representante y fue entrenador del Abrisajac- y yo teníamos esa ilusión. El que quería venir a jugar, venía", explica.

Valerón, habla de las redes sociales.

Juan Carlos no lo ha dicho ni lo dirá textualmente, pero en el Abrisajac, él se encargaba de cubrir gastos de los niños y jugadores. Era un regalo desde su corazón para el pueblo que le ha visto y le sigue viendo crecer y sumar. Su ayuda sin buscar nada a cambio es de ser una persona ejemplar y bondadosa, quizá por muchos momentos, demasiado bondadosa. Él es así, es su personalidad. Ser buena gente es su mayor religión y no piensa cambiar. Saluda a todos, es muy cercano y rara vez encuentra el problema en pararse y darte conversación dentro y fuera del campo.

"Recuerdo partidos de Juanca en el Abrisajac. Jugaba con varios miembros de su familia. Cuando le sacaban tarjeta roja al equipo rival, él se dirigía al arbitro y decía que no había sido para tanto, que dejase jugar al chiquillo, que esto era fútbol y que lo bonito era ver a los once contra once en el terreno de juego", nos puntualiza Guacimara off the record. "Es un hombre que siempre ha velado por el bienestar del otro, en ningún momento le he visto un gesto de maldad, pero no está exento de ser alguien con carácter, porque sí lo tiene", matiza Guaci.

El mundo de las inversiones, por descubrir

David Silva, el otro mago de Arguineguín, cuenta con un instinto empresarial de Primera. Sus bodegas, beach clubs, apartamentos, todo está facturando. Juan Carlos, en cambio, navega en una ola aislada. "Nunca ha sido algo en lo que pensara demasiado, ni antes ni ahora. No es algo que me quite el sueño", reconoce El Flaco para Relevo.

Es evidente que no hay urgencia en su voz, solo la certeza de que, si algún día decide dar el paso, será porque encuentra un propósito real en ello. "Claro, si algún día hago algo, tendrá que tener sentido para mí. Ya veremos qué depara el futuro". No parece convencido de haber visto una oportunidad de oro, y aunque hubiese aparecido, no le gusta sacar pecho ni por haber sido nominado al Balón de Oro, en 2002.

Preguntado por la vida después del fútbol y del "don dinero" que uno lógicamente genera, opina que no hay una respuesta universal. "Cada jugador es dueño de su destino y de su bienestar. Eso depende de cada futbolista, de cómo gestione su vida y sus decisiones", sostiene. Para él, en cualquier caso, la felicidad, no se mide en cuentas ni propiedades, sino en la paz de saber que lo que tiene es suficiente. "Yo soy feliz con lo que tengo, y al final, creo que eso es lo más importante". No se vuelve loco.

Valerón y su faceta de empresario.

Cuando la mente es tu mejor aliada

En un mundo donde cada vez más futbolistas alzan la voz sobre la salud mental, Juan Carlos, que sufrió lesiones que le apartaron meses y meses del fútbol, mantiene una postura holgada. "No, nunca necesité", asegura al ser preguntado si en algún momento sintió que debía buscar ayuda profesional.

En su camino, admite que siempre ha encontrado refugio en su gente cercana y, más aún, en su propia capacidad para afrontar las dificultades. "Cada persona busca sus propias formas de afrontar los momentos difíciles, y yo siempre tuve gente muy cercana, de mi alrededor, que me ayudó. De igual manera, sentía que tenía las herramientas para gestionar esas situaciones". No subestima la importancia del tema, y sabe que cada historia es distinta: "Es algo muy personal, cada uno lo vive a su manera. Lo importante es que hoy en día hay medios y grandes profesionales para quienes necesiten esa ayuda".

¿Y el arrepentimiento? No hay espacio para él. "No, en absoluto. Si alguna vez me arrepintiera de algo, sería de no haber sido honesto". La sinceridad ha sido siempre su brújula, un valor inculcado desde su infancia. "Es que, para mí, la honestidad es la base de todo, el valor sobre el que he construido mi vida. Lo aprendí de mis padres desde pequeño. Puedes equivocarte, hacerlo mejor o peor, pero siempre he sido sincero conmigo mismo y con los demás. Y eso es lo que realmente importa".

Las redes sociales tampoco lograron atraparlo. Las probó hace unos meses, sí, pero descubrió que no eran su mundo. "Nada, ningún grupo. Vivo tranquilo", dice entre risas cuando se le pregunta si mantiene contacto con exjugadores a través de WhatsApp. "Es verdad que probé lo de las redes. Nunca me había llamado la atención, pero hubo un momento en el que me dije: 'Voy a probar antes de decir que no me gusta'. Estuve un tiempo, vi cómo era la dinámica y finalmente decidí que no era para mí. Lo dejé". Aquí no hay nostalgia en su tono, ni la obsesión de la exposición constante. Cuanto más lejos de los focos, mejor para Juan Carlos.

Raíces, recuerdos y un deseo sencillo

Cada historia tiene un punto de partida, un lugar donde todo comenzó. Para Juan Carlos Valerón, ese punto de origen es una suma de rostros familiares y calles conocidas. "Mis padres, mis hermanos, mis amigos. También mi primer club, el CD Arguineguín, la UD Las Palmas…", enumera con gratitud. No hay un solo nombre que le haya marcado más que otro. Fue el entorno quien le abrazó desde niño. "Disfruté muchísimo de todo y de todos. He sido un privilegiado por poder dedicarme a lo que me apasionaba. Todo son vivencias. Mi infancia, lo que viví y las personas que me acompañaron fueron clave para todo lo que vino después".

Antes de los estadios y la admiración, estaba el niño callado que solo encontraba su voz con un balón en los pies. "Era muy tímido, muchísimo", confiesa cuando recuerda su época escolar. No hay largos discursos sobre aquella etapa, solo un recuerdo que lo resume todo: "Cuando pienso en mi niñez, solo recuerdo el balón y el recreo", dice, dejando escapar otra risa. Se nota que disfruta reviviendo aquellos años, el origen de una personalidad casi irrepetible en el deporte rey.

Irrepetible, también, su peña, que lleva su nombre y que está más nostálgica y viva que nunca. "Muy bien, muy bien, ya lleva unos añitos. Guacimara, mi amiga, está al frente. Es una crack, es muy trabajadora y alguien muy importante en mi vida", elogia. Se sincera y admite que no era algo que imaginara para sí mismo. "Al principio me propusieron varios proyectos, tanto en la isla como en la Península, pero no me sentía del todo cómodo. A mí, como sabes, me gusta pasar desapercibido". Pero cuando la propuesta llegó de la persona indicada, todo cambió. "Antes que Guacimara, estaba Juan Moreno -el dueño del bar-. Él me llamó y no lo dudé. Este local es un sitio especial, siempre se han portado de maravilla conmigo, con mis padres, con la gente del barrio. Es un lugar espectacular".

El tiempo avanza, y con él llegan nuevas etapas. En 2025 cumplirá 50 años, aunque no espera grandes festejos. "Nada, nada. Con normalidad". Si hay algo que pedirle a la vida, es sencillo: "Que mi gente tenga salud y que sonrían mucho". No necesita más. Nunca lo ha hecho. Es tan humilde que procede a levantarse y anima al entrevistador a charlar y grabar a Moreno, él no quiere más protagonismo. Así ha sido, es y será el ídolo de varias generaciones: Don Juan Carlos Valerón.