OPINIÓN

Lo de Luis Enrique nunca hubiese pasado en el fútbol femenino

Jorge Vilda, durante el último amistoso de España. /Getty
Jorge Vilda, durante el último amistoso de España. Getty

Con toda la España futbolera pendiente de Luis Enrique y de Luis de la Fuente, hay unos cuantos locos -cada vez somos más- a los que tan solo se nos viene un nombre a la cabeza: Jorge Vilda. "Estáis enfermos", pensarán ya algunos. Bueno, es lo que tiene el afán porque el fútbol femenino siga evolucionando. El caso es que, para mí, es inevitable relacionar la participación de España en la pasada Eurocopa femenina con la actuación de su homólogo masculino en el reciente Mundial de Catar.

Porque cuando Inglaterra eliminó a España de la Eurocopa, no hubo ni un atisbo de crítica ni de reacción, ni por parte de la RFEF ni de Jorge Vilda. Tampoco por parte de la mayoría, que no todos (por suerte), los medios de comunicación. Cada vez que alguien titula una crónica posterior a una gran derrota con un "Ánimo, chicas", "Seguís siendo nuestras estrellas" o topicazos similares, muere un gatito. La condescendencia y el paternalismo le hacen un flaco favor al fútbol femenino. Y lo que ha ocurrido con Jorge Vilda y Luis Enrique es una muestra más.  

Siguiendo por esta línea, las declaraciones de Jorge Vilda a su llegada a Madrid después de la eliminación de España en la Eurocopa todavía retumban en mi cabeza. "Esto ya no hay quien lo pare. Estamos contentos porque hemos enganchado a mucha gente", afirmó, bastante orgulloso, el seleccionador nacional. Sí, hombre. Como si estuviésemos en el Mundial del 2015, la Superliga existiese aún, los campos fuesen de tierra o los equipos los entrenase todavía el padre que más supiera del tema. Referencias solo aptas para los más frikis del fútbol femenino. Vale, te compro que la eliminación de España fue dolorosa, hasta yo misma tuiteé: "Qué injusto es el fútbol". La selección nacional se fue del torneo habiendo jugado su mejor partido (partidazo). Pero digo yo que, unos cuantos días después de aquel encuentro, con la derrota ya digerida (habiendo protagonizado una fase de grupos más bien pobre) y con el tiempo necesario para reflexionar, un poco de autocrítica no hubiese venido mal.

Pero es que es eso, el fútbol femenino español -en cuanto a la selección nacional se refiere- sigue inmerso en el conformismo y en el horizonte siempre se divisa el paternalismo. Ya no sé si es falta de autocrítica o es que les da igual. La experiencia, por desgracia, me dice que hay más de lo segundo que de lo primero.

La decisión de la RFEF de no seguir contando con Luis Enrique choca directamente con la situación de Jorge Vilda. Mientras que el técnico asturiano intentaba juntar las piezas de una generación de futbolistas en construcción, el madrileño tiene a sus órdenes a la generación más brillante de la historia de futbolistas españolas: campeonas de la Champions, estrellas emergentes... hasta la primera futbolista en el mundo en conseguir dos Balones de Oro, ¡oiga! Pero la exigencia no es la misma. Y, visto lo visto, me temo que nunca la será.

Mientras que la selección masculina es esclava de sus éxitos y de sus fracasos, algo lógico en en el fútbol, uno de los deportes más resultadistas del mundo, la selección femenina no lo es de nada. Camina constantemente entre la indiferencia y la apatía de sus dirigentes. Como aquellos que siguen pensando que tener un equipo de fútbol femenino es más un ejercicio de RSC (Responsabilidad Social Corporativa) que una apuesta real.

Después de un gran torneo la sensación siempre es la misma: da igual lo que pase, para bien o para mal. Como para no pensarlo si a la selección española femenina tan solo le han dirigido tres seleccionadores en toda su historia. Teodoro Nieto, que compaginaba el banquillo del combinado nacional de fútbol sala con el de fútbol. Ignacio Quereda, del que es mejor no hablar. Y Jorge Vilda, que aterrizó en el banquillo nacional sin haber entrenado antes a ningún equipo profesional -perdón, al Canillas- y que suma siete años en el cargo sin ningún éxito deportivo -siempre refiriéndome a los resultados- en su haber.

Por eso, más allá de las preferencias personales de cada uno y el amor o el odio que sienta cada quien hacia Luis Enrique, a mí su destitución me duele tanto. Porque, una vez más, y a los hechos me remito, esto nunca hubiese ocurrido en el fútbol femenino. Porque los motivos deportivos nunca son suficientes para ellas. Siempre tiene que haber "algo más".