Lucía Martín-Portugués y el modo Mike Tyson para dejar de ser invisible: "Solo puede quedar una y quiero ser yo"
La sablista madrileña ha roto la maldición de 16 años sin esgrimistas femeninas españoles en los Juegos y llega a París 2024 con opciones de soñar con todo.

La entrada de Lucía Martín-Portugués (Villanueva de la Cañada, Madrid, 1990) a la redacción de Relevo provoca un terremoto. Con un carácter arrollador, no tarda en provocar que varios compañeros de la redacción se acerquen a saludarla, a escuchar su sinfín de historias dentro y fuera de la esgrima, y disfrutar de su buen rollo que provoca las sonrisas de los que se acercan. Algo parecido a lo que ocurría en los pabellones de los eventos de esgrima hasta que, justo después de los Juegos de Tokio, los resultados hicieron que las rivales se rieran menos con "la española" porque poco después las mandaría a casa.
La madrileña lograba la plaza olímpica invidivual hace tan solo unos días, en la Copa del Mundo de Atenas y sobrando una última cita del calendario de clasificación olímpica. Un objetivo conseguido que cumple la autopromesa que se hizo hace tres años, viendo a Ana Peleteiro en la final olímpica de triple salto y la participación de su amiga Clara Azurmendi en bádminton. Aquel día se compró una pulserita de esas que cada cierto tiempo hay que volver a atarle los nudos, para recordarse así misma cada vez que tuviera que amarrarse aquel trocito de cuerda que su sueño era estar en los próximos Juegos y no volver a tener esa mala sensación de verlos desde casa.
Martín-Portugués devolverá a la esgrima femenina española a unos Juegos Olímpicos 16 años después, en aquella edición de Pekín 2008 donde llegó también la última y única medalla por parte de José Luis Abajo 'Pirri', el actual presidente de la federación. Ahora ya es una realidad lo que le prometía a su padre, quien le llevaba a las competiciones hasta su salto a la élite y fallecido hace 10 años, porque en París "los periodistas llamarán a España y hablarán de mí". Pero, a pesar de ser un torbellino impregnando alegría, el camino no ha sido de risas y rosas, ni siquiera lo fue el día que logró plaza, como desvela en su visita a Relevo.
Lucía Martín-Portugués, clasificada para los Juegos Olímpicos de París.
Suena bien, ¿eh? Hace un año sonaba casi a irreal. De hecho, la primera prueba de clasificación olímpica fue en un Grand Prix, me metí entre las ocho mejores, me giré y vi a todas las europeas también clasificadas. La de Azerbaiyán, la de Ucrania, una de Francia, otra... Miré a mi entrenador y le dije: 'La plaza individual es imposible, José Luis. Esta gente no pierde nunca, no fallan'. El sistema de esgrima es una clasificación mixta con los equipos a nivel continental. Es decir, las esgrimistas de los equipos nacionales clasificados no cuentan para el ranking individual y solo consiguen plaza las dos mejores que no tengan plaza por equipos. Para puntuar, cuentan las cinco mejores pruebas del calendario más el Europeo y el Mundial, que puntúan más. En mi caso, el Europeo y el Mundial fueron nefastos y he tenido que levantar todos los puntos en las cinco pruebas de Copa del Mundo y Grand Prix. Por tanto, lo que he conseguido es todavía más excepcional.
No fallan, pero en el inicio del ciclo tu tampoco fallabas...
Ha sido un ciclo raro, muy corto, de tres años y que no ha dado mucho margen a despistarnos. En el año del COVID, estuve un año entero entrenando mis fallos aprovechando que no había competiciones. Al volver a competir nos fue muy bien e hice tres medallas seguidas. Cuando hice la primera en Atenas, la gente me decía 'ay, enhorabuena, estoy súper contenta por ti'. Pero yo sentía que la gente se pensaba que iba a ser algo excepcional y que iba a recordarse como 'el día que Lucía hizo una medalla'. Yo quería que fuera 'el día que Lucía abrió las puertas a las medallas' y así ha sido al final. Me esforcé mucho más para intentar demostrar que mi nivel era ese y que había venido para quedarme.
Mejoraste los fallos en el año del COVID, pero tiene que haber algo más. No eres una joven de 18 años donde matizar errores y crecer, ya eras una deportista adulta con mucho a las espaldas.
Bueno, para mí los adultos somos niños que se rompen, se reparan, se rompen, se reparan y así en bucle. No clasificar para los Juegos de Tokio, ni siquiera para el Preolímpico, fue la última rotura que tuve. Repararme de eso me hizo perder el miedo a darme cuenta de que ya había estado tres veces en esta situación y que no me había pasado absolutamente nada. Me dije: Céntrate en trabajar, corrige las cosas y, en vez de querer ganar una medalla, concéntrate en cómo rendir y en cómo hacerlo. Y eso hice. Ha habido un cambio total.
Y el cambio fue...
La aportación del entrenador José Luis Álvarez a nuestra vida ha sido una diferencia de calidad muy grande. Él era entrenador en mi club y siempre nos decía que éramos muy buenas, pero que no estábamos organizadas y que él haría las cosas de otra manera. Era un poco triste. Gracias al patrocinio de Iberdrola pudo venir a nuestra equipos y creo que ha sido evidente el éxito que hemos tenido con él.
Siempre se dice que cuando las rivales te tienen en cuenta, te conocen mejor.
Cada vez que ganaba una medalla, José Luis siempre me decía que estuviera lista porque cada vez me iba a costar más ganarlas. Yo le decía: 'Ay no, es mentira' y él me decía: 'La gente te va a mirar. Antes eras invisible, ahora la gente te mira y cada vez te va a costar más'. Debido a que yo no estaba bien, ya no tenía tantas ganas de ganar y a la situación de que obviamente todas nos mirábamos, era mucho más difícil. Cuando en el Europeo y el Mundial tuvimos un chasco tremendo, tanto individual como por equipos, tuve una reflexión sobre que esto no podía seguir así, tenía que cambiar la situación y estar bien para empezar otra vez a disfrutar de este deporte.
"Es muy triste estar en un sofá cuando mi nivel me permitía estar en los Juegos"
Hablabas de que Tokio fue la última rotura de Lucía. ¿Hubo un clic también ahí?
Esos Juegos eran especiales porque mi amiga Clara Azurmendi, de bádminton, competía por primera vez y la estuve viendo competir. Uno de los días también competía Ana Peleteiro, la estaba viendo saltar y estaba pensando 'Yo quiero estar ahí'. Es muy triste estar sentada en un sofá cuando mi nivel me permitiría estar allí. Me puse muy triste y sentí una cosa horrible dentro de mí. Entonces fui y me compré una pulsera [mientras la enseña], que tiene unos nuditos que se van deshaciendo. Cada día de mi vida que me hago los nudos, me recuerda cómo me sentí en ese momento y cómo no quería volver a sentirme. Cómo tengo que trabajar para no estar así nunca más.
Has hablado de la pulsera de los nudos, pero veo que llevas otra en el tobillo.
Es una pulsera que me la regaló Celia, la hizo su pareja que juega al rugby y pone dientes y hombros. Representa mucho el espíritu de nuestro equipo. Dientes de gruñir y hombros de, como ellos se apoyan en la melé, nosotras nos apoyamos unas en otras. Así me acuerdo que sin dientes y hombros no llegas a ningún sitio.
Veo que te gusta llevar amuletos y símbolos.
Tengo muchas cosas que me reconectan, sobre todo con mi gente y con el día a día. Entonces me gusta llevarlas porque me acuerdo de ellos. Llevo también algunos collares y joyas de mi padre y de mi madre, que me ayudan a tenerlos conmigo siempre.
Has cumplido la promesa con tu padre. El día 29 de julio, los periodistas llamaremos a España y hablaremos de ti.
Qué fuerte, ¿eh? Ese día sí que de verdad hablarán de España y hablarán de Lucia Martín-Portugués.
. Bajón de rendimiento, las cosas se complican...
Cuando de repente llega el éxito a tu vida y quizá no lo has tenido, te crees que va a ser de una manera que luego realmente no es. Me había hecho unas expectativas de cómo me iba a sentir al ganar, de cómo me iba a tratar la gente, incluso mi propia federación, de cómo iba a ser la situación y te haces unas expectativas que son completamente irreales. La gente te sigue tratando igual, eres exactamente la misma persona, tomas las mismas decisiones y haces lo mismo. Empecé a sentir que quizá no estaba bien, no estaba a la altura de la situación porque no conseguía ganar otra vez. Era como si yo me hubiese puesto una propia barrera mental que no me permitía pasar de tablón de las 8 mejores [a las semifinales] y tuve que trabajar mucho con mi psicólogo para volver a sentirme bien. No quería perder y cuando no quieres perder, ya vas a perder porque estás asustado. Te das cuenta de que esa situación es completamente insostenible.
"Íbamos por la calle a comprar una colonia y dije a mi entrenador que quería ganar el próximo Grand Prix"
En diciembre ya nos contabas que sentías que se había arreglado y, unos días después, llegó una medalla de oro para empezar el año.
Todo empezó en Argelia en noviembre, donde empecé a sentirme otra vez combativa, otra vez guerrera entrando en el TOP16. Allí, José Luis y yo íbamos por la calle a comprar una colonia y le dije que quería ganar el próximo GP, en Orleans. Le pedí ayuda y le dije: 'Vamos a ir y lo vamos a ganar'. Ese no lo ganamos, pero el siguiente que era Túnez, fuimos y lo ganamos. Los dos tuvimos un momento de conexión, en el que te reubicas otra vez como objetivos y te apoyas para intentar conseguirlos.
¿Qué cambiaste o tocaste en tu esgrima?
Empezamos a modificar los entrenamientos para pulir los fallos que a mí me generan desconfianza en mis acciones y reforzar y centrarnos en las cosas positivas de mi esgrima. Si yo soy rápida, si yo soy agresiva, ¿por qué vamos a intentar arreglar las cosas que tengo tan mal en vez de potenciar las que son tan buenas? Llegamos a un equilibrio entre potenciar lo que mejor se me da y corregir un poco lo que no se me da tan bien para ganar ese GP. En esa competición, creo que excepto un asalto o dos, nadie me pasó diez u once tocados [la victoria se consigue con 15]. Los días que yo me siento fina y que nadie me puede meter ninguna en defensa, me siento intocable. Puedo ganar la competición perfectamente y ese era uno de esos días. En cuanto metí dos o tres acciones, dije: hoy va a morir todo el mundo. Solo va a quedar una persona viva en esta competición y voy a ser yo.
Como te decía tu entrenador, antes eras invisible y ahora ya no puedes ser más visible.
En el entorno de la esgrima sí que ha habido gente para la que yo era un poquito más invisible y ahora quizá me prestan más atención. Aunque yo nunca he sido muy invisible, porque siempre estoy bailando por los sitios, moviéndome, gritando. Tengo un perfil que no pasa muy desapercibido.
Entonces ahora las rivales se reirán menos de tus gracietas...
Siempre he sido un poco payasillo en ese aspecto, pero me transformo con mucha facilidad. Cuando me subo a la pista, como decía el boxeador Mike Tyson, me convierto en una persona que quizá no me gusto mucho porque tengo que forzar una serie de pensamientos, sentimientos o sensaciones para intentar ganar. A esa transformación de la Lucía fuera de la pista y la de dentro la llamo Modo Supervivencia. Entro en una concentración extrema en la que sé que solo puede quedar una persona y tengo que intentar ser yo. Esas características como la agresividad, la furia o el caos, que en mi vida no me gustan tanto, sin embargo en la esgrima me ayudan a ganar. Por eso, esa transición siempre la he hecho en mi vida y creo que ese sentimiento de que viene la payaso pero luego nos pega, lo han tenido siempre.
El día donde sentencias la clasificación olímpica hablé contigo por la mañana y me decías que las cosas no iban bien. Menos mal, porque terminaste con una plata...
Fue un día terrorífico. Antes hemos hablado del GP de Túnez, donde me di cuenta rápido que me iba a comer el mundo. Y sin embargo, en Atenas, fue todo lo contrario. No conseguía meter ningún tocado, no conseguía estar concentrada, estaba súper asustada, tenía todo el rato ganas de vomitar e incluso me mareaba. Terrorífico sería la palabra. Todo el rato estuve buscando el apoyo en mis compañeras Celia Pérez, María Ventura y Elena Hernández. Me apoyan muchísimo, hablan mucho conmigo de mis sentimientos y me ayudan a gestionar. Por todo esto tiene más valor esa plata de Atenas que el oro de Túnez, porque ganar cuando todo te sale es facilísimo, pero ganar cuando no te sale nada es muy difícil. Ese día yo no estaba bien, estaba completamente asustada. Tuve que hacer un sobresfuerzo muy apoyado en mis compañeras y mi entrenador para conseguir sacar el día adelante.
¿Por qué crees que pasó?
No es lo mismo perseguir a tu rival que ser perseguido. Antes del GP de Túnez, yo perseguía a mi rival directa, que en este caso era [la búlgara] Yoana Ilieva. Mi modo de supervivencia era pasarla en el ranking. Y ahora, yo era la perseguida. En una eres la presa y en la otra eres el depredador. Entonces, creo que quizá eso me tenía un poco con ansiedad pensando que acababan las competiciones y que se podía acabar este sueño olímpico. Pero bueno, me supe sobreponer bien a esa situación.
El entrenador de Carolina Marín denomina a esos 'días malos' como 'la zona negra' y señala que, cuando más entrenes y te superes ahí, mejor serás.
Totalmente. Siendo yo muy pequeña, un día estaba en el pasillo llorando durante un entrenamiento. Se me acercó Jaime Martí, que fue también olímpico, se sentó a mi lado y me preguntó qué pasaba. Ese día no conseguía hacer nada, no me salía nada, no conseguía centrarme, estaba siendo horrible. Y me respondió: "Lucía, estos son los días que más cuentan". Yo no entendía nada". Ganar cuando todo te sale es muy fácil, pero ganar cuando tienes un día como hoy, no. Cuántos más días entrenes así y cuando te pase en competición, más fácil será sobreponerte". Cuando tengo un día así, siempre pienso que es crecimiento personal que me llevará al éxito.
Y que las rivales no se percaten...
Siempre digo una frase a mis compañeras que es que "cuando lo tienes, lo tienes, y cuando no, lo finges". El rival no sabe cómo estás, por lo que en la pista te tienes que subir con actitud.
A pesar de que tu plata individual lo ponía de cara, la plaza se aseguró al día siguiente tras la clasificación de Ucrania en equipos. ¿Cómo fue el momento?
Estábamos sentadas durante la competición por equipos. Yo siempre uso el móvil porque tengo que hacer transiciones, tengo que pasar de agresividad a calmada y el móvil me distrae, la música me ayuda. Y de repente, empezó a explotar. ¡Pá, pá, pá, pá! Menciones de Twitter. Me metí: "Lucía Martín Portugués, Plaza Olímpica", "Ucrania se ha metido en los Juegos y ya es imposible que la sobrepasen en el ranking"... Vino mi entrenador, nos reunió a todas y dio la noticia. Fue raro porque tú no 'ganas' la plaza, la gana una calculadora. Llega alguien y te dice: 'muy bien, lo has conseguido'. No es como cuando vas a un Preolímpico y ganas la competición.
Poco después, el equipo cae en esa Copa del Mundo y decía adiós a las aspiraciones de ir a los Juegos salvo un milagro en la última cita, que tampoco se dio. En tu gran día individual, tus compañeras asimilaban que no iban a París y su sueño se acababa.
Sí, fue un día extraño. Mis compañeras más jóvenes sí fueron capaces de acercarse más a mí, porque quizás ellas no tenían opciones de ir a los Juegos en el equipo y entienden que su ciclo va a ser Los Ángeles 2028, no este. Me apoyaron y me animaron mucho. De hecho, tuve un momento muy bonito con María Ventura. Yo estaba un poco cabizbaja y, antes de subirnos a un taxi, se acercó, me tocó la barbilla, me la levantó y me dijo: '¡Cabeza alta, que es tu gran día!'. Una de las cosas más bonitas que me ha pasado en mi vida es que una amiga mía, Paula, me llamó llorando como si hubiese clasificado ella. Llorando histéricamente mientras me decía: "Lucía, los sueños se cumplen, estoy súper orgullosa de ti, siempre has soñado esto, así que ahora disfrútalo. ¿Sabes qué has conseguido?".
Ahora ya sonríes sin parar. ¿Has asimilado que ya lo tienes?
No lo he asimilado todavía, aunque cada día que pasa un poco más. Mucha gente de mi entorno que ya ha estado en los Juegos me está escribiendo, diciéndome que es una competición rara y que tenemos que quedar para explicarme. Para evitar que me despiste y estar concentrada, porque hay muchos estímulos y creen que yo tengo muchas opciones de ganar. Me está pareciendo un momento bonito para compartir con gente que no esperaba que fuese a tener.
Quedan tres meses y medio. ¿Ahora qué?
Mi entrenador me dio dos semanas libres, pero cuando me lo dijo por teléfono ya me avisó que desconectara totalmente, que no fuera a entrenar y que no hiciera nada. ¿Por qué? Me dijo: 'Ahora empieza lo más duro'. Y le dije: '¿Cómo?' [con cara de sorprendida]. "Si te parece duro lo que hemos hecho hasta ahora, vas a alucinar. Y le dije: 'Ay amigo, yo me bajo de este barco. Quédate tú remando entonces, porque si esto ha sido lo fácil, yo no sé qué va a ser lo difícil'. Vamos ya a empezar a planificar todo porque yo quiero ir y ganar. Me encantaría poder ser la primera española en conseguir ser campeona olímpica de esgrima en la historia.
"Una de mis grandes preocupaciones en los Juegos es girarme y no ver a mis compañeras"
Durante la entrevista has mencionado varias veces a tus compañeras del equipo de sable y lo que te ayudan en los días de competición. No van a estar en París, al menos en la pista... ¿cómo lo vas a afrontar?
Esa es una de mis grandes preocupaciones. Que me gire y no estén mis compañeras, que necesite hablar con ellas para decirles 'tengo este sentimiento, ayúdame' o 'qué está pasando'. Por ejemplo, en Atenas, estaba en la cámara de llamadas antes de tirar en semifinales con Kharlan y me empecé a dar cuenta que me estaba conformando. 'Bueno, he hecho medalla, se acabó'. Fui corriendo, busqué a Celia y a José Luis y les dije 'me estoy conformando', necesito que me saquéis de este estado. Celia siempre me dice que soy la mejor, que soy la reina y que lo voy a demostrar. Me ayudan a salirme de esas divagaciones mentales y me preocupa que no estén allí. Muchas de ellas van a intentar ir, lo que pasa es que las entradas están siendo imposible de conseguir. Tuve la suerte de que a mi familia le tocó el sorteo y las pudieron comprar hace un año, pero ahora es una locura.
¿Hace un año? Algo sabían...
Una apuesta loca, pero mira.
Ahora hay llevar a Celia y al resto.
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