ENTREVISTA

En la barra con Miriam Blasco y una orden contra el matrimonio gay que aún la persigue: "Voté, fui al baño y lloré"

La primera campeona olímpica española recuerda con Enric González su pasado deportivo, político y personal.

Enric González y Miriam Blasco./SALVADOR FENOLL
Enric González y Miriam Blasco. SALVADOR FENOLL
Enric González

Enric González

Hay vidas tan abundantes en giros rocambolescos, trágicos y felices,que resultarían poco creíbles convertidas en novela. Como la de Miriam Blasco (Valladolid, 1963). Ganó con el judo el primer oro español en unos Juegos Olímpicos de Verano, cuando aún se sentía abrumada y culpable por la pérdida de su entrenador, fallecido 20 días antes a bordo de una moto que había comprado ella. Fue durante 16 años parlamentaria del PP y en 2005 votó en contra de la ley del matrimonio homosexual (después se encerró en el baño para llorar). Divorciada de su marido, aún hoy su mejor amigo, dos décadas después se casó con una mujer, la británica Nicola Fairbrother. Precisamente la mujer a la que había derrotado en la final de 1992.

La conversación se desarrolla en la cantina de Relevo, que no es exactamente un bar pero da el pego.

Si tu vida fuera una novela, me parecería inverosímil. Eso sí, tiene todos los elementos de una buena historia: superación, dolor, amor y sorpresas. Vayamos poco a poco y desde el principio. Tú te iniciaste en el judo por asignación familiar. O sea, te tocó.

Sí. Somos una familia de nueve hermanos, ocho chicas y un chico, y…

¿Qué tal le va al pobre chico?

Bien, jaja, es el mayor, el jefe de la familia.

Perdona la interrupción.

Pues eso, un padre profesor de educación física, una madre dueña de una tienda de artículos deportivos y, por tanto, una familia muy apegada al deporte. Digamos que nos distribuyeron: dos a judo, dos a gimnasia, dos a atletismo… Me tocó judo. Y me encantó, me enamoré desde el primer momento. Tenía ocho añitos. Cuando mi padre se retiró se instaló con mi madre en la sierra madrileña. Yo tenía 17 años y un novio alicantino por lo que me fui para allá, a Alicante, a buscarme la vida y a prepararme más en serio.

O sea, tenías ya el propósito de dedicarte al judo.

Bueno, lo que tenía era el propósito de organizar mi vida y hacerlo en Madrid me parecía como empezar de cero. En cambio, conocía Alicante, había ido mucho con mi novio, tenía un ambiente de judo muy bueno… Quería seguir con el judo, pero a la vez estudiaba Magisterio. Me ganaba la vida dando clases de judo.

¿Acabaste Magisterio?

Lo dejé. No terminé a causa de los entrenamientos.

RELEVO/SALVADOR FENOLL
RELEVO/SALVADOR FENOLL

Eras la «número tres» del judo español y supongo que irías teniendo expectativas cada vez más altas.

Quedé ocho veces tercera de España. En 1988 llegó un momento en que me dije: si quedas tercera otra vez, lo dejas. Y ese año fui campeona. Fue el año en que empezó el ADO [Asociación de Deportes Olímpicos] con sus becas de preparación para los Juegos de Barcelona, y quedé subcampeona de Europa. Coincidieron muchas cosas que me hicieron concentrarme en el judo.

¿Te ilusionaba la perspectiva de los Juegos Olímpicos de 1992?

Mi entrenador, Sergio Cardell, volvió de los Juegos de Seúl-88 y me dijo: Miriam, si trabajamos cuatro años en serio, puedes ser campeona olímpica. E hicimos un pacto: cuatro años entrenando a tope, de ahí que dejara Magisterio, con la incorporación de un psicólogo además de preparador físico, Josean Arruza, que fue muy importante en el proceso…

¿Era tan importante la parte psicológica?

Muy importante. Y fue crucial cuando Sergio falleció, para afrontar el duelo de determinada manera. Le dimos la vuelta a muchas cosas.

[Otro elemento, este trágico, de la vida inverosímil de Miriam. Su entrenador, Sergio Cardell, falleció en accidente de motocicleta 20 días antes de que su pupila obtuviera la medalla de oro].

¿Cuánto te afectó la muerte de Sergio?

Mucho. Durante mucho tiempo me sentí culpable. Se mató en una moto que yo había comprado y regalado a mi marido, muy amigo de Sergio, cuando quedé campeona del mundo, en 1991. Te asaltan la cabeza muchos "¿y si…?". "¿Y si no hubiera sido campeona? ¿Y si no hubiera comprado la moto?". Tratas de retroceder en el tiempo.

¿Cómo le disteis la vuelta al asunto?

Pues hablando de Sergio. Josean, el psicólogo, también era íntimo amigo de Sergio. Hablamos, hablamos y hablamos. Mientras competía, yo tenía la costumbre de mirar el tatami en el que estaba Sergio. Hicimos un simulacro de competición, miré el tatami vacío y me eché a llorar. Trabajé mucho con la visualización consciente, que a mí se me da bien, prolongándola hasta los sueños… Josean me ayudó mucho. Hoy, los deportistas de alta competición aún no se dan del todo cuenta de la importancia de los factores psicológicos.

Lo de la visualización activa y la prolongación en los sueños, ¿cómo se consigue?

Yo tengo facilidad. Aún ahora, si no puedo dormir cierro los ojos y me imagino bajando una montaña con snowboard y luego, en general pero no siempre, eso forma parte del sueño. La visualización también es importante para preparar un combate. Vas a competir y te imaginas cómo agarras a la rival, cómo la vas a tirar… Es como una meditación, te quedas dormida y lo sueñas. Y en el sueño, ganas. Y en la realidad también ganas, siguiendo la estrategia que has preparado de esta forma. Por ejemplo, en los Juegos de Barcelona, en el primer combate me tocó la rival más peligrosa de todas, aunque floja de coco por lo que en las competiciones bajaba su rendimiento. Yo sabía que iba a ganar por sanciones, lo tenía todo apuntado, y se cumplió lo previsto. Luego me tocó la cubana y sabía que la iba a ganar en el suelo y gané en el suelo. El combate con la japonesa se complicó más y gané por decisión. En general, todo ocurrió según lo previsto. Es lo bonito del judo, su parecido al ajedrez. Se trata de tender trampas y que la rival caiga en ellas.

En el caso del primer combate, parece tratarse de judo al cuadrado: tu rival se derrota a sí misma recibiendo sanciones.

Bueno, es más complicado. La gente ajena al judo, y alguna gente del judo, no siempre lo entiende. Ahora han retirado muchas causas de sanción, pero en aquel combate nuestra estrategia consistía en cambiar un desplazamiento. Acumulamos sanciones las dos y la coreana fue la que peor mantuvo la calma.

Y al final, con la victoria sobre la británica Nicola Fairbrother, llegó el primer oro español en unos Juegos Olímpicos de verano. ¿Cómo te afectó?

Pues me hizo ser la persona que soy, me dio confianza para acometer otros retos. Ese oro me hizo luchar y superarme. Y aceptar cosas.

Con el oro en la categoría de menos de 56 kilos completas el palmarés, porque ya eras campeona de Europa y del mundo.

Terminaron los Juegos, no estaba Sergio… Me interesaba estudiar Filología pero empecé a entrenar a otros. He conocido a personas en el deporte, como la judoca Isabel Fernández [también campeona europea, mundial y oro olímpico] o el tenista Rafa Nadal, que son insaciables. Pero a mí no me motivaba seguir haciendo lo mismo. Buscaba otras cosas.

¿Cuál fue el reto a partir de ese momento?

En los siguientes Juegos, dos alumnas mías ganaron medalla. Ese fue un camino muy interesante.

Ese camino, de alguna forma, desemboca en la política. ¿Cómo ocurre?

Pues en parte por mis propias inquietudes. Yo tenía un club de judo, costaba sacarlo adelante, veía los problemas con las ayudas, la esponsorización y su fiscalidad… Veía también a los típicos "juguetes rotos", personas que habían estado en la alta competición y después sufrían el olvido, como limones exprimidos. Varios campeones olímpicos comimos con el entonces presidente, José María Aznar. Me sentaron a su lado y me preguntó cosas y yo opiné sobre lo que hacía falta en los deportes minoritarios. Y entonces me dijeron: ¿por qué no te ocupas tú misma? Lo del Senado me parecía una idea de otro mundo, pero tengo una hermana que es profesora de Derecho Procesal en Valladolid y me explicó que el Senado era una cámara muy social en la que se podían hacer cosas. Me gustan los retos y decidí intentarlo, con la idea de dejarlo si no me gustaba. Fui entrenadora el tiempo que me apeteció, fui seleccionadora nacional el tiempo que me gustó y en política lo mismo: estuve el tiempo que me gustó.

RELEVO/SALVADOR FENOLL
RELEVO/SALVADOR FENOLL

Estuviste bastante tiempo en el Senado.

Tres legislaturas, más una legislatura en el Congreso de los Diputados.16 años en total. Comprobé que se podían conseguir cosas como la discriminación positiva a favor de la mujer, el programa de ayudas a los deportistas en el momento de la retirada o la Seguridad Social de los deportistas, que sacamos del fútbol: el 1% de los derechos audiovisuales del fútbol. Luis Rubiales [ex presidente de la Federación de Fútbol] quería montar una manifestación de protesta porque les quitábamos ese 1%... Fue una etapa bonita, creo que conseguí cosas importantes para el deporte español. Me sentía la portavoz del deporte y tenía reuniones con todos los ámbitos.

¿Cómo es la vida de partido? Yo me la imagino como un internado o algo así.

Jaja. La vida política a nivel local o autonómico es muy dura. Pero donde estaba yo, en el campo legislativo y dedicada a asuntos deportivos, la cosa era distinta. Yo no soy una persona de partido.

Pero a la hora de votar…

Sí, hay una disciplina de voto. Yo estaba muy enfocada en mis objetivos. Pero a veces te dicen que hay que votar algo que no te gusta.

Como el voto contrario a la ley del matrimonio homosexual, en 2005.

Eso… Uf. Esa es una espinita clavada. Prefiero no buscarme excusas. Se juntaron la disciplina de partido, mi madre, muchas cosas, pero al final la decisión fue mía. Y es una decisión que he tenido que perdonarme, haciendo un trabajo personal importante.

¿Alguien, alguna vez, te ha reprochado ese voto?

Sí, claro. Aún sale de vez en cuando en los periódicos. Cometes un fallo en tu vida, un error, todos los hacemos, y al final logras perdonarte. Pero ya ves: estamos hablando de eso. Y en cada día del Orgullo Gay alguien lo recuerda. Es un dolor. Y peor aún es saber que puedo haber causado dolor a otras personas. Tampoco quiero justificarme. Lo hice, y ya está. Ese error forma parte de mí, de la persona que soy ahora. He aprendido gracias a ese error.

¿Lo has hablado con compañeros de partido?

Lo hablamos entonces y lo hablamos después. Sabíamos que ganaría el "sí", que la ley iba a aprobarse.

¿Y si la aprobación hubiera dependido de tu voto?

Voté, fui al baño y lloré. No sé qué habría hecho en el supuesto de que mi voto hubiera sido decisivo. Por supuesto, sé lo que haría ahora. De todo se aprende.

En 2015 dejas la política activa. ¿Por qué?

Había cumplido mis objetivos, sobre todo el de la Seguridad Social para los deportistas, personas que tienen una carrera profesional que dura solamente diez o quince años y no han cotizado nunca. Hacían falta personas nuevas con energías nuevas.

¿Cómo te reencuentras con Nicola?

En las competiciones vas viendo a la gente. Yo pasé a entrenar y ella siguió compitiendo hasta 1996; me tomaba el pelo diciendo que había dejado de competir porque le tenía miedo, le respondía que lo había dejado para que ella pudiera ganar alguna vez... Yo organizaba cursos en Alicante y ella vino a dar unas clases… Y surgió. Yo estaba casada con un hombre [el judoca Alfredo Aracil], pero nunca sabes por dónde puede venir el amor.

Y os casáis en 2015. ¿Cuántas veces os habéis reído de esta historia vuestra tan curiosa?

A veces me río de ella recordándole que yo gané, que yo era oro y ella plata. Pero ahora yo llevo el anillo de plata y ella el de oro. Recuerdo que con Josean, el psicólogo, cuando competíamos la llamábamos "la Pirata" porque era una competidora dificilísima e imprevisible, espontánea, rápida.

¿Ya os conocíais antes de la famosa final?

Sí, claro. Habíamos hecho un campeonato de Europa en el que ella me ganó, éramos buenas compañeras. Y en aquella época después de cada campeonato había una fiesta con alcohol, cosa que ahora sería impensable. Era muy bonito, te reías. Y luego estaban las concentraciones. Te toca una concentración en Japón con distintos equipos, el francés, el inglés, y sales en grupo a cenar por ahí. El judo es un deporte de lucha que tiene muchos valores: aprendes a caer y a levantarte de nuevo, a respetar al contrario. Hay mucha colaboración cuando entrenas.

¿Cuáles son ahora tus objetivos?

Vivir. Me gusta mucho viajar, dedicar tiempo a la familia, hermanas, sobrinas, también me dedico al voluntariado, doy clases en la academia de judo que lleva mi ex marido… El año pasado estuvimos en el campo base del Everest con un proyecto muy bonito, porque dimos clase en la academia de judo más alta del mundo, a 4.000 metros. Llegábamos a una aldea donde no parecía haber nadie y de repente salían 70 niños, todos con su ropa de judo. Dicen que el judo casa muy bien con el budismo. La montaña siempre me ha gustado, a pie o en bicicleta, y a las dos nos gustan las caminatas. También nos encanta el snowboard. Tenemos un apartamento en Andorra. Y comer, nos interesa la gastronomía. Nicola es una gran cocinera.

Eso es una suerte para ti.

Pues sí, jaja, me va muy bien. Creo que es importante no parar, cuidar la salud, envejecer bien. He tenido mucha suerte. Aunque las cosas no han sido fáciles. Mi padre murió de un infarto a los 63 años, un año después de los Juegos de Barcelona, justo cuando empezaba a superar la culpabilidad por la muerte de Sergio. Ha habido palos duros, pero aquí estamos.

Algo que me parece afortunado es que mantengas buena relación con tu ex marido, no siempre ocurre.

Es mi mejor amigo, soy la madrina de su hijo, somos vecinos… Las relaciones humanas son importantes.

Esto es insoportable. Tu vida es como una novela y, encima, acaba bien.

Jaja.