El mercado negro del intercambio de pins: "Es el verdadero deporte de los Juegos, es como un trabajo"
Los coleccionistas de pins se agolpan a la puerta de los recintos para hacerse con sus medallas particulares. Una fiebre que se repite en cada cita olímpica.
Hay medallas que no quedan reflejadas en el palmarés olímpico. Pequeños trozos de metal que no se cuelgan al cuello, pero que, como los oros, no tienen precio. Son joyas de colección en forma de pin y en cada edición de los Juegos su intercambio se convierte en imagen habitual durante los 15 días de competición.
Dos semanas en las que las explanadas de acceso a los diferentes recintos que albergan las competiciones se transforman en auténticos bazares de intercambio. Todo el mundo quiere una joya de recuerdo -más allá de la que pueden conseguir en la tienda oficial de los Juegos, donde el precio está entre los 8 y 9 euros en función del pin- y para ello los coleccionistas despliegan sus mejores artes para convencer a deportistas, entrenadores, voluntarios y hasta periodistas para intercambiar estas pequeñas joyas.
La imagen se ha convertido en habitual: decenas de personas apostadas a la entrada de los estadios y de la Villa Olímpica, con mesas, con cartones y por supuesto con su propia ropa como escaparate para que el mundo observe con fascinación su colección. Para que la vea y se produzca el intercambio en lo que se conoce como "el verdadero deporte de los Juegos".
Ya en Atenas, en 1896, había pequeños pins de cartón para diferenciar a atletas y medios de comunicación. Sin embargo, el intercambio empezó a adquirir relevancia hace ahora 40 años, con los Juegos de Los Ángeles, como recuerda Bud, un veterano californiano que lleva desde 1984 coleccionando estos pins: "Empecé a hacerlo porque veía a todo el mundo emocionado con ello. Lo llamábamos el verdadero deporte de los Juegos porque todo el mundo podía intercambiar pins y ahora ya todos lo hacen".
"Durante muchos juegos yo he sido el encargado de organizar el intercambio de pines. Es un trabajo"
Hay auténticos 'locos' del intercambio que no dudan en abordar a cualquiera que tenga una acreditación colgada al cuello para preguntarles si tiene pins con los que aumentar su patrimonio. De hecho, para algunos es un trabajo. "Durante muchos juegos yo he sido el encargado de organizar el intercambio de pines. Es un trabajo. Voy a la villa, me pongo con una mesa de Coca-Cola y empieza el intercambio", recuerda Bud.

Justo a su lado está otro angelino, Thurston Battle. Un antiguo compositor musical y líder del grupo funk Spaceship Earth, que desde 1984 se ha dedicado a viajar por el mundo en busca de pins para su colección. "Empecé en Los Ángeles en 1984, fui a Atlanta, a Australia, a Vancouver, luego a Londres. A mí me gusta que me da la oportunidad de viajar por todo el mundo", admite este coleccionista que entiende los pins "como una pieza de arte".
Muchos de los coleccionistas, que llegan a estar hasta 6 horas de pie en busca del pin definitivo, intercambian metal a las puertas de los recintos deportivos y ensalzan la función social de este 'mercado'. "La mejor parte es la socialización, conocer nueva gente, haces amigos de todas las partes del mundo. Cuando empezamos, al principio, no había internet, nos escribíamos cartas", admite el señor Klein.
Sin embargo, también tiene una parte de negocio, aunque no se hace en directo como reconoce Bud. "Aquí no vendo… pero en Ebay, todo el mundo los vende". Una opinión que también sostiene Thurstton. "Coleccionar pins puede ser muy lucrativo en muchas maneras. Hay coleccionistas que buscan pins y algunas veces compran un set completo para ponerlos juntos en su colección".
La moda de los pins no sólo está fuera de la Villa. También se ha instalado en su interior y así se ha reflejado en las redes sociales. Bajo el hashtag #pintrading muchos de los atletas que estos días comparten convivencia en París muestran orgullosos sus colecciones. Deportistas como el británico Joseph Clarke, al que se vio intercambiando pins con la delegación española en la ceremonia de inauguración. O la estrella de la NBA Stephen Curry cambiando los suyos con algunos compañeros de delegación. Y es que todo el mundo quiere lucir sus pequeñas joyas, que son más que un recuerdo de una cita inolvidable.