Alcaraz primero acelera y luego sufre, pero ya está en octavos
El tenista español acaba con molestias en el muslo, pero no son suficientes de momento para suponer un problema grave y gana Griekspoor (6-1 y 7-6).

Carlos Alcaraz consigue partidos variados. Terminan siempre igual, con él ganando, con una sonrisa que no cabe en la pista, pero el camino es importante. En este caso dio un primer set mágico, en el que fue un martillo pilón y no dejó ni respirar a Griekspoor, y un segundo que ganó con problemas, después de una asistencia médica y jugando mucho menos suelto que en los minutos anteriores. Se impuso por 6-1 y 7-6.
Si se ve el primer set se piensa que hay una fuerza irremediable corriendo por París, gravitando con fuerza hacia una medalla de oro. Carlos Alcaraz puede, por supuesto, no conseguirla, pero en este lunes de julio se necesita algún genio de las matemáticas especialista en conjeturas complicadas para encontrar el modo en el que el murciano no se cuelga el oro.
Quizá una lesión. Sí, eso le podría parar, porque todas las pruebas que tenemos de él dicen que es un humano, no un replicante. En el segundo set amagó con ello. Llamó a la asistencia, se retiró unos minutos. Los teléfonos empezaron a sonar, el miedo se notaba entre los españoles incluso estando a miles de kilómetros de distancia. Cualquier previsión de medallas que se pueda hacer ahora mismo le tiene a él en el podium. En el cajón más alto, de hecho.
🫴 Una muñeca para dominarlos a todos.
— RTVE (@rtve) July 29, 2024
Alcaraz superó a un combativo Griekspoor que le puso contra las cuerdas en el segundo set.
Derechas al ángulo, dejadas, voleas... Aquí os dejamos parte de su recital. #ParisRTVE29J #Paris2024 https://t.co/SxZa2jHiw0 pic.twitter.com/L5PCdlVPHx
Su nivel tenístico es extremo, destroza a los rivales como si fuesen niños asustadizos. Griekspoor, su última víctima, es el 28 del mundo y ha llegado a ser 21. Es un buen jugador de tenis, un tipo muy competitivo. Pero claro, por más que se ponga a ello, no está en ese nivel. Durante buena parte de su partido fue incapaz de seguir el ritmo de bola que proponía Alcaraz.
La cosa cambió en el segundo, quizá por el problemilla de Alcaraz, también porque no suele mantener el ritmo de crucero durante todo el partido. Esto no quiere decir nada más que eso, que no es el más regular del circuito, a veces cae un poco en la complacencia y le da oportunidades al rival, aunque nunca llega la sangre al río. Porque es capaz de volver, pero también de sufrir y agarrarse a la pista. Cuando el partido se ensucia él también está ahí para ganarlo.
Lo gana prácticamente siempre porque tiene todos los recursos tenísticos que se pueden soñar. Griekspoor sacaba bien y presionaba, buscaba poner el partido en sus términos, pero incluso en eso, y a pesar de ser un buen tenista, era insuficiente. Más todavía en tierra, una superficie en la que Alcaraz es todavía mejor no tanto porque su nivel ascienda, es difícil decir eso, como porque sus rivales suelen jugar un poco peor. Los tenistas acostumbran a jugar mejor en pistas duras, pues son mayoritarias en el circuito, así que en esas las cosas están un poco —poco— más equilibradas.
Tendrá que cuidarse estos días el muslo derecho, que tuvo que ser vendado en ese segundo set, pero el futuro suena prometedor para Alcaraz. En el siguiente partido juega contra Safiullin, un atleta neutral individual, lo que en el resto del mundo se conoce como ruso. Es el 66 del mundo, en condiciones normales no tendría que ser un gran obstáculo para su victoria.
Alcaraz sigue con eso, dice que lo del muslo viene de hace tiempo y que sabe gestionarlo. No parece preocupado, aunque realmente nunca lo parece, es un hombre feliz consigo mismo que camina por la vida cómodo con lo que hace, con una apariencia de que nada puede oscurecerle ni un solo día.
Queda mucho en París, los dobles de mañana, el individual... aspira a dos medallas de oro, y es una aspiración real, no una entelequia. Tiene 21 años y cuatro grand slams, si le da por cubrirse de gloria y ser el deportista de los Juegos, algo que conseguiría si se lleva las dos chapas doradas, subirá un escalón más en su camino legendario. Porque de una leyenda hablamos, solo hay que verle jugar.