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Albert Estiarte señala el miedo de los deportistas a confesar sus problemas: "Puedes decir que estás resfriado, no que eres alcohólico"

De la salud a la evolución de la Medicina, de la Generación de Oro a la que ahora, tanto los chicos como las chicas, quiere campeonar en París.

Albert Estiarte señala el miedo de los deportistas a confesar sus problemas: «Puedes decir que estás resfriado, no que eres alcohólico»
Alberto Martínez

Alberto Martínez

Albert Estiarte lleva desde 1992 cuidando a los waterpolistas. Su apellido le delata, por lo que su vida siempre ha estado ligada al cloro. Y después a la Medicina. Estiarte estará en París 2024 con dos selecciones que aspiran al oro y después de una vida repleta de experiencias, de iniciar una saga de nadadores en el CN Manresa, donde una tragedia le marcó: el suicidio de su hermana Rosa. Un camino en el waterpolo que siguió su hermano Manel, el mejor del mundo y Premio Príncipe de Asturias. Y después una etapa como médico de la Selección en la que ha visto el progreso. "En 1992 el seleccionador no creía en la Medicina", explica Estiarte.

Pero, más allá de la esperanza de volver de los Juegos Olímpicos con dos oros, y de hablar de un deporte en el que España es un referente, Estiarte reflexiona sobre la vida, de la salud mental, de la estigmatización y de la Medicina. Del ser humano. De esos héroes caídos como Rollán o de esos entrenadores que ahora son una referencia como David Martín y que se han desarrollado en los valores de la humildad y el trabajo. Nadie mejor que él para hablar de la fortaleza y la flaqueza del deporte. Y de la vida. Los Juegos tratan también de eso.

¿Cómo empieza la historia de los Estiarte?

Nuestra familia era humilde. Mi madre no aprendió a nadar y lo pasaba mal. Tenía miedo. Ella pensó que no quería que nosotros lo adquiriéramos. Y apuntó a los tres hermanos al CN Manresa. Yo tenía siete años, mi hermana Rosa tenía cinco y Manel, tres. A mi hermano no lo aceptaron primero por un tema de edad. Él se iba al gimnasio, a ver a los del boxeo. Luego ya entró con nosotros.

¿Y tenían todos facilidad para nadar?

Yo era el peor. Mi hermana era buena nadadora y Manel era el mejor. Ganaba medallas en estilos y en mariposa. Creo que Manel lo habría hecho bien en cualquier deporte. Y se pasó al waterpolo porque Josep Claret, que era nuestro entrenador, quiso pasar a nadadores al waterpolo; él quería que hubiera gente que nadara. Quitó a los grandes y puso a los pequeños. Subimos a Primera y mi hermano quiso jugar conmigo. Al comienzo le dejamos entrenar los viernes. Lo hacía tan bien que lo convocó la selección de natación y de waterpolo... Y se decidió por el segundo.

¿Usted tenía la presión de ser el hermano mayor?

Manel se enfadaba porque no le pasaba la pelota. No era así, sino que él era tan bueno que iba más rápido que todos y veía pases que nosotros aún no veíamos. Llegué a ser internacional juvenil, jugué hasta los más de 30 años... Estoy muy contento. La presión era para él, no para mí. Él quería ser como yo, pero ya era mejor que yo. Luego él ya empezó su carrera.

Antes que médico de la Selección fue jugador, ¿qué recuerda más de aquellos años?

Construyeron la Residencia Blume y para allí que voy con otros tres compañeros. El entrenador era Pepe Brascó. Estuve dos años becado y empecé a cursar COU. Compaginé estudios de Medicina con mi carrera de waterpolista. Recuerdo uno de los años que subimos de categoría y jugamos contra La Latina, en la que jugaba Rollán y Toto, cuando tenían 16 años, y se reían de mí. 'Dejad a este que es malo', decían. Ya les veía que eran diferentes. Cuando acabé COU no sabía qué hacer. Me hubiera gustado ser veterinario, pero debía ir a Zaragoza. Quería jugar aquí. Y decidí hacer Medicina. Fui a Montjuïc y me cogieron.

¿Y cuándo entró como médico?

Como médico entro con Matutinovic. En 1988 estaba en la selección júnior. Me conocían y me lo ofrecieron y en 1992, después de los Juegos, me une al staff. Antes el médico era de la confianza de Dragan, que utilizaba medicina alternativa, sabía de acupuntura. Para él no existía el dolor ni el sufrimiento. Era un médico tradicional que no creía en la medicina. Debuté en un stage en Canarias. La primera salida ya dormía con Jesús Rollán y Toto García en la misma habitación. Estuve con ellos. Me lo pasé bien, eran abiertos, sociables...

¿Y cómo era ser el médico con un seleccionador que no cree en la Medicina?

De más mayor hubiera sido difícil, pero me cogió a una edad en la que estaba con mis amigos. No me respetaba, como a los jugadores. A mí me gustaba, pero ni me pagaban. En el Europeo de 1993, en Sheffield, jugando y saltando, Jesús se cayó y se rompió la muñeca: radio y cúbito. Le enseñó la radiografía y Dragan dijo que no, que no era nada, que tenía que jugar. Le dije que no. Le envió las imágenes a un médico amigo suyo de Croacia, y le dijo que, efectivamente, no podía. Pero no se fiaba.

¡Qué desconocimiento!

Los jugadores estaban contentos porque tenían un médico... En los Juegos de 1992 ya me venían a ver. Miki tenía un pie inflado y con sangre y no le daban ninguna medicina. E iba de escondidas. La experiencia con Dragan me ayudó para aprender cosas.

Todo habrá cambiado mucho. ¿Cómo ha ido ese proceso?

Antes, estábamos el masajista y yo. La perspectiva es que todo ha cambiado. Hubo mucho trabajo. De mucha gente. Y se ha ido profesionalizando el apoyo al jugador. Antes estaban solos. Antes tenía que coger los medicamentes del hospital, la federación no tenía estructura ni apoyos. Iban con la cartilla de la seguridad social, no tenían ni seguros. Lo primero que quise es que entendieran que debería haber un médico. Luego ya era convencerles de que debíamos buscarles una mutua. Si tenían problemas, no debían hacer colas. Con el hospital en el que yo trabajaba, buscamos acuerdos. Y pasamos del masajista al fisioterapeuta. Luego se institucionalizó en todo. Y estaba el CAR. Y el último paso es el psicólogo, yo lo hacía también porque les escuchaba.

¿Cómo debe ser un médico de un deporte de alto nivel?

Tienes que tener conocimientos médicos pero saber cómo son esas personas. Yo siempre digo, resumiendo, que hay dos tipos de lesiones, las graves y las no graves. Con las primeras no juegas, con las segundas, sí. Necesitas una buena estructura para que unos asesores te ayuden. No debes ser el mejor médico del mundo, sino tener a los mejores asesores.

¿Y qué lesiones o situaciones difíciles de gestionar recuerda más?

La rotura de abductor de Rollán en 2003. No estaba en sus mejores condiciones, ni físicas ni mentales. Era un Mundial en casa. Solo había radiografías. Pero no todas son físicas. Luego, el contacto con el mundo real de muchos de ellos. Los deportistas parecen seres mágicos, pero tenían los mismos problemas que los jóvenes de aquella época: el alcohol, el consumo... Había controles antidoping y sufrías. Estaban solos, en pisos y residencias. Ahora los clubes se han dado cuenta. Sufrimos mucho con eso. Aquel equipo flotaba entre los éxitos y la vida.

"¿Por qué no le obligaste a que pidiera ayuda? ¿Por qué no hiciste más?"

Habla de Rollán, con todos los problemas que tuvo de adicción, mentales y posteriormente con el suicidio. ¿Todo lo que pasó le devolvió la historia de su hermana?

Los años me han enseñado en cómo superar lo de mi hermana. Mi madre nos demostró que no podíamos esconderlo pero que había que entenderlo. Con su manera de hablar, de ver la vida. También aprendí que las enfermedades mentales se esconden, las sufren las personas cercanas, pero nadie las vive igual que cuando alguien se rompe un cruzado. Un futbolista lo explica y todos saben que debe estar seis meses de baja. Y cuando empieza a jugar tiene que readaptarse, y si se hacen daño de nuevo, ha recaído. Pero si tienes una enfermedad mental no lo explicas. Y si recaes, menos. Sigue siendo una enfermedad, con sus contextos. La gente no sabe de lo que está hablando. Hay manías, fobias, depresiones, drogodependencias... Pero no se explica y no se conoce. Y no hay protección.

¿Y cómo llegó a entender los suicidios?

En aquella época, la sensación es que no entendimos lo que ella tenía. No lo entendíamos. Nos enfadábamos, le decíamos que por qué estaba triste si lo tenía todo. No lo sabíamos. Y ella buscó otra solución. Hay que luchar contra esos estigmas. Obviamente, ellos tienen que aceptar la ayuda. Cuando Jesús se fue, pensé lo mismo. ¿Por qué no le obligaste a que pidiera ayuda? ¿Por qué no hiciste más? Te puedes engañar. Y decir que la relación no era la misma, que ya no estaba ya en la Selección. Mentira. Estaba enfermo y no tenía ayudas. Y no era cosa de un día para otro. Y si no encuentran ayuda buscan otra solución. Seguimos en un momento dónde la salud mental está escondida. Sí, ahora hay cada vez más casos, pero...

La Selección de waterpolo, en su visita al COE, antes de partir a París.  GETTY
La Selección de waterpolo, en su visita al COE, antes de partir a París. GETTY

¿Considera que sigue siendo un tema tabú pese a los casos de Simone Biles, Ricky Rubio...?

No quiero prejuzgar a nadie. Sigo creyendo que el gran problema es que la sociedad esconde la salud mental. Yo te puedo decir que estoy resfriado, pero no que soy alcohólico. La gente no lo visualiza ni tampoco hay ayudas de los gobiernos. El presupuesto en salud mental no llega ni al 5%. Si tienes ansiedad, puedes jugar, si tienes un cuadro depresivo, no, si eres drogodependiente, no. Ahora cualquier tipo de presión se interpreta como una agresión, eso no es. Si es continuada puede ser y depende de la persona.

¿Qué tiene de especial esta generación masculina?

Los astros hicieron que salieran varias generaciones juntas en aquella época. Y ahora ha aparecido lo mismo. Munarriz, Barroso, Larumbe... Pero es que luego vienen Tahull, Cabanes y luego Sanahuja y Granados... Cuatro más cuatro. Es igual de talentosa. Se parecen. Tenemos dos buenos porteros, tenemos a Felipe que es un líder como Manel. Tenemos un boya natural que nunca pasó. Hay otro factor. Tenemos el mejor entrenador del mundo.

¿Qué tiene para ti David que lo ha hecho construir una selección tan grande?

David es el más completo. Viene del waterpolo, de la humildad y del trabajo. Él pertenecía a una generación intermedia, tenía que currar, debía tapar a las figuras, defender lo que nadie tenía, lo tiene en el ADN y lo explica. Son humildes y trabajadores, y explica el waterpolo desde la defensa. Si se junta todo eso, puedes ganar todo. Pero no somos los únicos. Por primera vez desde siempre los Balcanes no son tan favoritos con nosotros.

"David Martín es el más completo, viene de la humildad y el trabajo y lo explica"

Las chicas también pueden repetir...

Las chicas fueron pioneras de todo lo que está pasando. Un equipo de waterpolo fue el comienzo, luego vino el handball o el fútbol, pero tienen el precedente de aquel grupo de chicas que ganaron la plata en Londres 2012. El deporte femenino es igual, solo cambia el físico y la velocidad. Siempre ha habido relevo detrás. Y un entrenador diferente pero a medida de un femenino.

¿Qué tiene Miki Oca de especial?

Se transforma, es sereno en su día a día, en la mayoría de las horas que comparte. Pero es visceral a la hora del partido. Les da la lucha necesaria. Miki nunca juega un partido de entreno sin competir. Aunque luego sea el hombre más espiritual, en la piscina es el más agresivo. Son jugadoras capaces de competir. Tenemos dos equipos y ellos mismos saben que pueden ganar. Pueden ser dos oros o dos cuartos.

¿Su hermano, Manel, sigue el waterpolo o ahora está absorbido en el City de Pep Guardiola?

Está absorbido, pero él siempre pregunta. Cuando estoy en la Selección, el que más lo sigue es él. Verá todos los partidos, sigue con su ADN de waterpolo. Fue su vida. Hizo muchas cosas por este deporte. Los deportes colectivos son iguales. El de waterpolo no le espera nadie, el futbolista, 500. La exigencia, el entrenamiento, el que quiere jugar, el que menos, todo es lo mismo. Qué menos que una persona así. Esta es su virtud. El entrenador quiere una persona de confianza, que no se sienta solo, que pasee con él, que esté con él.