DEPORTES DE INVIERNO

El día que la anorexia pudo romper los saltos de esquí: "Nos hacían pasar hambre"

Varios saltadores alemanes estallaron en 2003, cuando su Federación les instó a adelgazar muy por debajo de su peso para obtener un supuesto beneficio deportivo.

Sven Hannawald, en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City, en 2002./Getty
Sven Hannawald, en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City, en 2002. Getty
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Dos décadas después, muchos recuerdan aquel día. Frank Löffler, campeón de Alemania el año anterior y del mundo en 1998, cuando todavía competía en categoría juvenil, sacudió el universo de los saltos de esquí en una entrevista en el diario Der Spiegel. Unos meses antes, en verano de ese mismo año, Löffler había sido expulsado de la selección alemana absoluta. ¿El motivo? Su peso.

"En julio, cuando estábamos en un campamento de preparación en Hinterzarten, nos subieron a todos a la báscula", indicó Löffler, recordado por sus portentosos 187 centímetros de estatura. "Me dijeron que tenía que bajar de 72 kilos a 68, pero yo no podía cumplir eso. Tenía que haber perdido mucho músculo y ya solo tenía un mínimo de reservas de grasa en el cuerpo".

La controversia por su expulsión desató un cisma en el deporte alemán. "Por el éxito que había tenido Jens Weißflog, que era bajito y delgado, se estableció la creencia de que pesando poco saltaríamos mejor y más lejos", explica el germano. "Se llevó ese lema hasta tal extremo que los saltos de esquí pasaron a un segundo plano… Pasábamos hambre. Solo nos permitían ingerir 1.200 calorías al día [la OMS indica que un adulto sano debe consumir entre 1.600 y 2.500]. Se malinterpretó todo".

El saltador Sven Hannawald, en Egipto, en 1999.  Getty
El saltador Sven Hannawald, en Egipto, en 1999. Getty

La Federación Alemana lo negó todo, pero Löffler no solo defendió su teoría hasta el final, sino que aseguró que no fue el único damnificado. "Se convirtió en un modelo para todos", indica. "También para los que venían de abajo". Su versión pronto fue respaldada por Reinhard Heß, ex seleccionador alemán, que relató en el diario Bild que Sven Hannawald había estado en peligro de volverse anoréxico. "Su salud ha estado en peligro", sentenció. "La pérdida de peso lo empujó física y mentalmente a límites insospechados".

La tendencia sacudió los saltos de esquí

"Me sorprendió mucho, porque a nosotros unos años antes, cuando entrenaba con los japoneses, nos hacían comer como cerdos", asegura a Relevo Ángel Joaquinet, uno de los tres españoles que logró ser olímpico en una disciplina reservada históricamente a nórdicos, centroeuropeos y nipones. "Sí que recuerdo que había algunas restricciones muy marcadas, como por ejemplo la Coca-Cola. Si te pillaban con una, por lo menos cuando estuve entrenando en Austria, te echaban del equipo".

De hecho, hay un episodio de la carrera del saltador barcelonés que retrata muy bien el sentir de la época. "La primera vez que fui a entrenar con los austriacos, en el 79, fuimos a cenar en el hotel y yo cogí una Coca-Cola", recuerda. "El entrenador jefe me vio y vino a mi mesa para levantar la bebida y enseñárselo a todo el mundo, poniéndome de ejemplo negativo. 'Esto es lo que no se puede hacer', gritaba. Me dijo que estaba fuera del equipo. Yo le dije por activa y por pasiva que no tenía ni idea y me perdonó, pero me pidió que fuera la última vez".

"También nos prohibían el pan blanco, el azúcar en el café y otras muchas cosas", rememora el catalán, que, retirado en 1986, vivió sus años de plenitud cuando se instauró la técnica de salto con las piernas en V, inexplorada hasta aquel entonces. "Aun así, nos querían fuertes. Yo nunca viví ningún problema de anorexia ni vi nada preocupante en otros".

Ángel Joaquinet recuerda el episodio de la Coca-Cola con los austriacos. D.A. / Relevo

"En aquella época es cierto que había saltadores que destacaban y que tenían una constitución delgada, como Matti Nikaenen [54kg] o Jens Weisflog [60kg], que gozaban de una mayor flotabilidad en el aire", añade Bernat Sola, otro de los olímpicos españoles, en este caso por partida doble —en Sarajevo 1984, como Joaquinet, y en Calgary 1988—. "Sin embargo", añade, "no fue hasta mediados de los años noventa cuando se empezaron a ver dietas estrictas de verdad".

"Me consta que al principio solo se hacía algo de régimen en los días previos a una competición importante, pero más adelante se llegó al punto de tomar laxantes", cuenta Sola a este medio. "Fue entonces, ya en torno al 2000, cuando aparecieron los primeros casos de anorexia. Hoy en día, por suerte, los hábitos alimenticios han cambiado; son rigurosos, sí, pero los deportistas están muy controlados".

Una cuestión física... con ciertas lagunas

Ahora bien, ¿tenía sentido la teoría de la Federación Alemana? ¿Era cierto eso de que a menor peso, mayor rendimiento? Vayamos por partes. En los saltos de esquí, el deportista se desliza por la rampa tratando de coger la mayor velocidad posible —en la mayoría de las ocasiones, rozando los 100 kilómetros por hora— para, acto seguido, impulsarse y volar durante varios metros antes de aterrizar en la nieve lo más lejos posible.

Ángel Joaquinet explica la mecánica del salto y la importancia de la masa muscular durante el proceso.D.A. / Relevo

Dependiendo de las dimensiones y de la inclinación del trampolín, una pérdida de peso de un kilo podría resultar en una ganancia adicional de entre dos y cuatro metros, según varios estudios. Tanto se esparció el rumor a comienzos de siglo, que otro estudio reveló que el 22% de los saltadores que compitieron en los Juegos Olímpicos de 2002, en Salt Lake City (Estados Unidos), se encontraban por debajo de los percentiles de altura y peso recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para contrarrestar el problema, indudable y a la vista de todos, la Federación Internacional de Esquí (FIS) introdujo dos años después, en 2004, una norma por la cual vinculaba la longitud máxima de los esquís a la altura y el peso corporal del saltador. Es decir, un intento a la desesperada de detener un problema que había llegado demasiado lejos.

No obstante, la teoría alemana, como se podría acuñar a la tendencia por la cual, a principios de siglo, muchos saltadores germanos rozaron condiciones insalubres para mejorar su rendimiento deportivo, no casa con lo sugerido por la ciencia, como indica Cristina Cabrero, doctora en Biofísica e investigadora en el Instituto de Química Física Blas Cabrera-CSIC.

"Entiendo que, en aquellos tiempos, los alemanes prefirieron sacrificar peso y aceleración durante la caída por el trampolín a cambio de volar más durante el salto", asegura a Relevo por teléfono. "Sin embargo, una vez se prueban los límites y se analiza el balance entre salud y efectividad, creo que hay otros factores más relevantes que el peso, como la aerodinámica, por ejemplo. Es decir, en ningún caso los saltadores han de rozar la anorexia para obtener mejores resultados".