Damián Quintero relata la angustia que nadie vio 24 horas antes de ganar su medalla
El karateca malagueño, plata en Tokio 2020, sobre la noche más difícil de su carrera deportiva: "Fue mucha carga".
"El camino de la mano vacía". Eso significa karate-dō (空手道) y, más allá del deporte, es una declaración de intenciones. Ante la adversidad, lo mejor que podemos hacer es ir con nuestra vulnerabilidad por delante. Damián Quintero cuenta que en la vida, como en el tatami, la humildad es la vara de medir definitiva. Campeón del mundo en kata masculina y 10 veces campeón de Europa, la tarde antes de estrenarse en los que serían sus primeros (y últimos) Juegos Olímpicos, sintió que se derrumbaba. "El día anterior a los Juegos Olímpicos fue el que más presión tuve de toda mi carrera deportiva. La manera que tuve de gestionarlo en ese momento no fue buena. Era mucha carga". Entonces no importaron los meses de entrenamiento, ni las más de 110 medallas que había ido acumulando a lo largo de los años. La salud mental no entiende de palmareses. La presión le pudo.
"No estábamos acostumbrados a ese nivel de exigencia"
La tarde del 5 de agosto de 2021, Damián se queda solo en la Villa Olímpica tras pasar la mañana hablando con Pablo del Río, su psicólogo, en el que fue su último entrenamiento antes del día D. Y pasa lo inevitable: los cuatro años de carrera olímpica y el desgaste de la pandemia, la enorme presión y las expectativas puestas en él ("medalla segura", decían) pasan factura y empieza a entrar en bucle a menos de 24 horas de los primeros y últimos Juegos Olímpicos de la historia del karate. En París 2024, el karate, el béisbol y el sóftbol serán reemplazados por el surf, la escalada, el skateboard y el breakdance en un intento del Comité Olímpico de acercar los Juegos a un público más joven.
"Me vinieron muchos pensamientos negativos: 'Vale, llega el momento. ¿Y si realmente no doy la talla?'", explica. Damián llamó a su mujer, a su psicólogo, intentó poner la tele. Hizo el amago de dormir, pero no pudo. "La noche que pasé fue horrible. Dormí tres horas".
Damián está sentado frente a cámara en una colchoneta del Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Luce uno de sus mejores karategi amarrado por un cinturón negro. Ha estado toda la mañana entrenando, y después de esta entrevista irá al fisio y a comer. Por la tarde volverá a entrenar. Se define como un 'karateca fulltime'. Cuando le preguntan qué supuso Tokio 2020 para su salud mental, le cuesta un poco responder.
La profesionalización del karate y su estatus como deporte olímpico es un tema complicado. Ya no solo a nivel de disciplina y alcance, también en cuestiones de salud mental. "En el karate hemos tenido una única oportunidad de llegar a los Juegos Olímpicos. Ya sabíamos, antes de Tokio, que estábamos fuera de los siguientes, con lo cual tú entrenas de otra manera". Como un malabarista, Damián pasó cuatro años de su vida tratando de mantener un equilibrio entre la motivación necesaria para participar en unos Juegos Olímpicos que iban a ser históricos y la desmotivación total ante la certeza de que no volvería a ocurrir. Y, como guinda del pastel, entrenando como nunca antes en el contexto de una pandemia. "No estábamos acostumbrados a ese nivel de exigencia. Todo el mundo se tuvo que profesionalizar. El karate no estaba preparado para eso". Los karatecas tampoco.
"Me vinieron muchos pensamientos negativos: '¿Y si realmente no doy la talla?'"
Volvemos a Tokio. Damián despierta "hasta sudando" el día de su competición. Se ducha, se viste y se peina el flequillo como de costumbre. Desayuna "lo de siempre", y con el cuerpo en tensión es trasladado al Nippon Budokan en autobús. Y entonces, sucede la magia. "Fue pisar el área de calentamiento y todos esos pensamientos negativos se borraron de repente. Me dije: 'Pero si esto es lo que me gusta a mí, estar aquí'". Cuando al fin le tocó salir a competir, arrastró los pies hacia atrás dos veces (una especie de ritual para él) y voló. Damián cayó aquel día ante Ryo Kiyuna, su eterno rival, pero consiguió la plata olímpica. Y, tal vez, algo más que eso. "El torneo más importante y en el que más presión he sentido, al final, fue el que más he disfrutado".
Quizás vale más la satisfacción de sobreponerse a los propios demonios y ser capaz de disfrutar del día más tenso de tu vida que una plata olímpica. Aquel día, la victoria personal de Damián tuvo un corresponsable directo. "Si hoy en día disfruto del karate es gracias a mi psicólogo. Antes iba con mucha presión a competir porque miraba para todos lados. Todo esto de fijarme menos en los factores que no puedo controlar y mirarme a mí mismo lo aprendí trabajando con él. Ahora compito y disfruto, sin presión de conseguir un resultado sí o sí".
A Damián le ha cambiado el gesto y ahora habla con orgullo. Al ser preguntado por lo más valioso que le ha enseñado su psicólogo, asegura que centrarse únicamente en su propio camino y evitar caer en comparaciones. "Antes yo me fijaba en esas cosas y ahora no. Ahora me fijo en que mi trabajo es entrenar, dar mi 100% en el entrenamiento y en la competición. Las cosas a veces salen bien y a veces salen mal. Lo que hay que hacer primero es autocrítica, ver qué errores he cometido y si esos errores son los que me han hecho perder un torneo".
Termina la entrevista. Antes de la despedida, Damián hace una demostración de una kata con "kiai" incluido. Empieza, en un momento está encima de la cámara y grita. En ese grito resuenan sus propias palabras: "A veces no te hacen falta muchos medios para conseguir un resultado. Simplemente contigo mismo te bastas". El grito como homenaje a uno mismo. Un buen ejemplo de lo que significa enfrentarse a la vida, al fin y al cabo, con las manos vacías.