Las consecuencias de las nacionalizaciones a golpe de BOE: una inglesa y un alemán de pareja española en patinaje

Agárrense. En España, un patinador busca pareja. No sentimental, no. Deportiva. No debería haber problemas para encontrarla, pues el protagonista tiene años de experiencia en la élite, es siete veces campeón de España y aspira, por qué no, a hacer grandes cosas en Europeos, Mundiales y Juegos Olímpicos. Pero no hay pareja. Ninguna patinadora española parece llegar al nivel.

Con la situación encallada y los mejores años del patinador diluyéndose lejos de las grandes competiciones, España acude al mercado y decide nacionalizar a una patinadora británica que, nacida y criada en Sheffield, no tiene vínculo alguno con nuestro país.

Con su nueva pareja, el español mejora sus resultados internacionales y llegan años de bonanza en las grandes competiciones. Pero de golpe, todo cambia. Tras varios lustros como profesional, el patinador español se retira y deja sin pareja a su compañera británica. Toca formar un nuevo dúo. Y el problema, claro, vuelve a la casilla de salida.

España repite el proceso, decide buscar en el extranjero y nacionaliza a un patinador alemán que, nacido en Dortmund, formará dupla con la deportista británica. Sí, han leído bien. Una inglesa y un alemán. Esa es la pareja que desde el pasado mes de diciembre defiende los colores de España en las pruebas internacionales de patinaje artístico sobre hielo.

"No es el camino si queremos cuidar nuestro deporte, desde luego", lamenta Alfonso Reyes, internacional con la selección española 140 veces en otro deporte, el baloncesto. "Esto es ya como un mercado de fichajes en el que cada federación mira por lo suyo. Ha dejado de importar el arraigo del deportista".

Su voz, grave como pocas, no es la única que se alza en forma de protesta contra el sistema actual. En 2015, cuando España le otorgó la nacionalización por carta de naturaleza —mal llamada nacionalización exprés— al cubano Orlando Ortega, especialista en 110 metros vallas, varios atletas firmaron una queja formal para reunirse con Ramón Cid, director técnico y seleccionador de la Real Federación Española de Atletismo (RFEA) por aquel entonces. Nada fructificó y la impotencia de los deportistas quedó en eso, en un lamento.

"No es una sensación mía", cuenta Reyes al otro lado del teléfono. "Pasan los años y a los primeros a los que les ha dejado de importar el arraigo son al CSD y a las instituciones. Y, ojo, no es culpa de los deportistas. Yo conozco a Lorenzo Brown y es una persona maravillosa, pero ni jugaba en la ACB ni tenía raíces en nuestro baloncesto [ni tampoco vínculos familiares con nuestro país]. Creo, de verdad, que no es el camino".

La realidad es que, desde Barcelona '92, clic absoluto y lanzadera de nuestro deporte hacia el gran escaparate internacional, España ha fichado a golpe de Boletín Oficial del Estado (BOE) a 113 deportistas. Una media de cuatro por año. Los últimos, Robin Le Normand (Francia), en mayo; y Titi Futeu (Camerún), Megan Gustafson (Estados Unidos), Aleksander Cenic (Serbia) y Majida Maayouf (Marruecos), en junio.

"Observamos mucho a otras selecciones desde categorías inferiores para tener en el radar a jugadores que puedan jugar con España", declaran a Relevo fuentes de la Federación Española de Baloncesto (FEB), responsables de varias nacionalizaciones en la última década —entre ellas, la de Lorenzo Brown—. El objetivo, dicen, tanto suyo como en otros órganos deportivos, es "cubrir las carencias de talento" con gente de fuera.

Ahora, casi dos décadas después de Atenas 2004, los primeros Juegos Olímpicos del siglo XXI, Relevo publica el listado de todos los deportistas que ha nacionalizado España desde entonces gracias a la denominada carta de naturaleza.

Algunos, como Ansu Fati, Nikola Mirotic o Sancho Lyttle, son muy conocidos y han brillado al más alto nivel con los colores de España. Otros, en cambio, no solo no han corrido la misma suerte sino que, años después de aparecer en el BOE, encadenan pocas internacionalidades —en ocasiones, incluso ninguna— y varios claroscuros.

Desde Griegos, localidad turolense en la que entrena a más de 1.600 metros de altitud, el zaragozano Toni Abadía, uno de los mejores fondistas de la última década, ocho veces campeón de España en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros, cree necesario enfocar bien el debate, pues lo considera peligroso y muy propenso a generar extremismos.

"No es un tema de xenofobia. Vivimos en un mundo globalizado y las nacionalizaciones son legales, es algo que debe entender todo el mundo. Lo que no es justo, y es lo que más nos duele, es el agravio comparativo", asegura por teléfono. "Por qué unos sí y otros no. Por qué quien lleva diez años esperando para cumplir con el requisito de residencia tiene que seguir esperando y luego hay deportistas que lo consiguen casi al momento. Es una injusticia enorme".

El criterio, según las voces más disconformes —como las de Reyes y Abadía—, no puede ser en ningún caso el nivel del deportista, algo más habitual de lo que parece a simple vista. Muchas de las nacionalizaciones otorgadas por el BOE, previa aprobación del CSD, se justifican de manera oficial por la calidad de los deportistas y su utilidad en base a las necesidades de cada federación.

"Es un despropósito", sentencia el corredor. "No puede ser que por este tipo de decisiones tan arbitrarias nos estemos cargando el nivel medio de muchos deportes. Todo está cambiando mucho y el arraigo es en muchos puntos casi inexistente".

Así, lo que comenzó hace décadas y explotó en el cambio de siglo con el alemán Johann 'Juanito' Mühlegg, nacionalizado español en 1999, se ha desvirtuado hasta llegar a un punto de no retorno. "Vemos todo esto cada vez más como un mercado de fichajes", advierte Abadía. "Hemos entrado en una línea progresiva en la que cada vez nos parecemos más al modelo catarí, que ficha deportistas para conseguir récords del mundo. Aquí, si uno repasa los récords de España de atletismo, por ejemplo, se puede hacer una idea de cómo están las cosas".