Isabel Fernández: "Ser abanderada en unos Juegos Olímpicos es lo máximo"
La judoca española, campeona olímpica en Sídney 2000 y líder de la delegación española en Atenas 2004, recuerda sus logros en 'El Relevo Olímpico'.

En Atenas, cuna de la civilización y sede de los primeros Juegos Olímpicos modernos, Isabel Fernández alcanzó en 2004 la cima como deportista. No en Sídney, donde había logrado la medalla de oro cuatro años antes. Tampoco en París, Oviedo o Belgrado, ciudades en las que ya había conquistado Europa y el Mundo enfundada en un kimono. "Entrar al estadio olímpico de Atenas y ver todas esas gradas llenas de luces y gritos de ánimo fue una pasada", confiesa a Relevo, todavía emocionada.
Han pasado casi 20 años, pero los recuerdos siguen muy vivos. "Solo pensaba en que no se me cayera la bandera", asegura la judoca alicantina, primera mujer en portar la bandera de España en unos Juegos Olímpicos de verano por méritos deportivos —la Infanta Cristina lo había hecho en Seúl '88, cuando acudió como suplente del equipo nacional de vela—.
"Se me puso una sonrisa de oreja a oreja y hasta que no llegué al final y me quitaron la bandera no se me fue", explica. "Luego, cuando por fin dejé la bandera, me vino el bajonazo. Creo que hasta solté alguna lagrimita por la adrenalina del momento... Fue una experiencia inolvidable".
Ahora, casi dos décadas después, en pleno debate interno del COE por decidir quiénes serán los abanderados de España en la ceremonia inaugural de París 2024, para la que queda poco más de un año, Fernández, afín a la idea de llevar dos abanderados —como en Tokio 2020—, prefiere no mojarse con supuestos candidatos.
"No puedo decir nombres porque soy deportista y hay muchos que se lo merecen. Además, todavía queda y hay muchos que aún no se han clasificado. Las mínimas son muy exigentes, hay lesiones...", declara, aferrándose a los hechos, sin salirse del guion. "No sé quién o quiénes van a llevar la bandera, pero supongo que pondrán a los que mejor resultados tengan hasta ese momento. Eso es lo que hicieron conmigo".
Campeona olímpica, del mundo y de Europa en seis ocasiones, el día que se retiró, Fernández pilló a todos por sorpresa. Lo dejaba en lo más alto y, a pesar de haber superado momentos difíciles, a pesar de haber sufrido, aseguró que no dejaba malos recuerdos por el camino.
"He tenido lesiones, como cualquier deportista, ha habido competiciones en las que esperaba sacar resultados y no me han salido, pero siempre lo di todo como profesional", reconoce, todavía orgullosa. "Las cosas malas, como esos resultados que no te salen o las lesiones, las acabas olvidando. Yo prefiero quedarme con que nunca pensé en participar en cuatro Juegos Olímpicos. Y lo hice".
El adiós, además, llegó con 37 años, a tres de unos nuevos Juegos —los de Londres— para los que, pese a todo, se quedó a punto de conseguir el billete. "Claro, yo en esa época pensaba, ¿y cuándo tengo hijos yo?", cuenta, con una tranquilidad que solo brinda el paso del tiempo. "Ese es un problema que tenemos las deportistas de élite: la maternidad y la conciliación. Tuve a mi hija justo al retirarme y es la medalla más importante que tengo".
La sequía del judo español
Desde el oro de la alicantina en Sídney 2000, el judo español no ha conseguido ninguna medalla olímpica. Una sequía que, como reconoce la propia Fernández, ya dura demasiado. "Espero que en París saquemos medalla porque yo creo que el judo se lo merece", asegura. "En todos los JJOO desde aquel oro hemos estado en la lucha por las medallas, incluso llegamos a perder el bronce.... Hemos tenido mala suerte".
Ahora, el hispano-georgiano Niko Shera es la máxima esperanza del equipo nacional. También Fran Garrigós o Ai Tsunoda. Aunque en realidad, no importan los nombres, sino el escenario. "Tenemos que ser conscientes de que se llaman Juegos Olímpicos, sí, pero es una competición más. A veces el deportista se mete demasiada presión y por eso termina fallando".
Un metal en París, claro, alejaría todos los nubarrones. "Necesitamos que se saque alguna medalla, a poder ser pronto, porque tienen que terminar de cuajar unos Juegos Olímpicos", sentencia, consciente de que su disciplina, esa que le ha dado todo, esa de la que no guarda malos recuerdos, sobrevive anclada a la viaje cantinela de los deportes minoritarios. "Ojalá nos prestaran más atención, como al fútbol o a otros deportes, y no solo cada cuatro años. Tendríamos más patrocinios, más ayudas y, a fin de cuentas, seríamos mejores".