Nayanesh Ayman, el campeón mundial que empezó a pelear para ayudar a su madre con su maltratador
El hispanocongoleño vive su mejor momento como luchador. Es campeón mundial y este sábado se enfrenta a una leyenda en Italia. Sus inicios en el deporte fueron por supervivencia.
"Ahora me están saliendo un montón de grandes oportunidades. Ojalá hubiese pasado hace cinco años", bromea Nayanesh Ayman. El hispanocongoleño, de 36 años, está en el mejor momento de su vida. Con la madurez han empezado a llegar los grandes resultados. El éxito conlleva más éxito. El pasado octubre se proclamó campeón mundial ISKA de muaythai en el peso medio y este sábado se enfrentará en Italia, en la promotora más prestigiosa del país, contra una leyenda como Sudsakorn.
La sonrisa y el agradecimiento a la vida es lo que más destaca de Ayman. Su vida no ha sido sencilla, pero él nunca cejó en su empeño de buscar lo mejor para su madre. Ella se vio obligada a abandonar la República Democrática del Congo cuando su hijo tenía un año. Su padre tenía problemas con el alcohol y ella buscó un futuro mejor. Probó en Francia, donde vivían en un trastero que "no tenía ni ducha", recuerda el luchador.
La familia de su madre tenía recursos económicos, pero al decidir irse a Europa no la apoyaron. Ella había estudiado en Bélgica y ese era el objetivo, pero al no tener papeles tuvo que trabajar de lo que salía. En Francia encontró el amor y su vida parecía tomar rumbo, hasta que Nayanesh cumplió los nueve años. Toco marchar de nuevo. "Una noche su pareja estaba pegando a mi madre. Creía que la iba a matar y le intenté clavar un cuchillo en la espalda. Él empezó a pegarme a mí y me rompió una costilla. Después de eso se fue y nosotros nos marchamos a Bélgica", recuerda Ayman.
Una vez en Bélgica tuvieron que empezar de cero. Nayanesh había madurado muy pronto y desde muy pequeño fue consciente de todo. Dos años después viajaron a España. Allí les recibió una hermana de su madre, la cual tenía una buena posición económica. Iba a abrir un comercio y su vida al fin parecía clarificarse. Todo cambió de la noche a la mañana. Su abuelo falleció y su madre se tuvo que ir al Congo. Iba para unos días y estuvo tres meses al tener problemas para volver por el visado. En ese lapso de tiempo, Nayanesh vio como a su tía le daba un ictus y el día después falleció. Estaba sólo, no conocía el idioma, no tenía papeles y su madre estaba a miles de kilómetros. Le tocó sobrevivir de nuevo.
Una vez se reencontró con su madre, ambos tuvieron que volver a empezar de cero. Otra vez. Fue en 1997 cuando se establecieron en Alcorcón. Ahí, al fin, empezó su vida. En ese momento Nayanesh era un adolescente y admiraba a Muhammad Ali. Quería emularle, pero no fue hasta los 16 años cuando comenzó a entrenar en deportes de contacto. Su madre al principio no lo sabía, pero él estaba convencido de hacerlo. Ali le gustaba, pero el objetivo real era otro: no quería que ningún hombre volviese a maltratar a su madre.
Con esa noble premisa al pisar el gimnasio, Nayanesh empezó a crecer y encontró su lugar. No le importaba la disciplina en la que pelear, le encantaba competir. Aún así, el muaythai fue la que le enamoró. Su trabajo le permitió emprender en 2016 y montar su propio gimnasio en Alcorcón. Con el Monchay Academy en marcha trajo un maestro tailandés para que sus alumnos tuviesen la mejor formación. Él se aprovechó y empezó a mejorar. El thai no se adaptó a España y él no dudó en marcharse a Tailandia. Quería desarrollarse y supo que ese era el camino.
En 2017 fue bronce en el mundial amateur y hasta 2019 se hizo un nombre en China. Sus peleas en Kulun Fight le hicieron ser una estrella allí. Su color de piel llamaba la atención de los asiáticos y lo que hacía en el ring les acabó de encandilar. La pandemia fue un freno muy importante para su carrera, pero tras la mejora de la situación sanitaria empezaron las grandes oportunidades de nuevo. Fue en 2023 cuando todo cambió. Una opción conservadora, tras romperse un menisco, le dejó casi un año fuera. El tratamiento fracasó y él sabía que no podía esperar.
"Los médicos me dijeron que la competición se había acabado. Peleo desde el año pasado con el menisco roto. Mi suerte es que está bien colocado, pero ya me han avisado que en cualquier momento puede moverse y aparecer el dolor. Mientras siga así no necesito parar", reconoce el luchador a Relevo. Con esa dolencia presente, Ayman ha tenido la mejor parte de su carrera. Actualmente está ranqueado en el puesto número tres en el Rajadamnern, estadio mas antiguo de Tailandia, y es el número uno por el WMC, organismo de la casa real de ese país.
Nayanesh vive entre Asia y España gracias al apoyo económico de Groen Clinic, Weedness CBD, Inacua, Chasky y Laister. El próximo año le esperan "ocho combates" en RWS, promotora que organiza los eventos en el Rajadmnern, pero antes ha vuelto a Europa para mejorar su posición internacional. Tras vencer a José Manuel Hita alzó el Mundial ISKA del peso medio y recibió una importante llamada para este 21 de diciembre. "Me habían propuesto hacer una superfight, pero mi rival se cayó y también el de Sudsakorn (296-40-4). Me ofrecieron hacer el cinturón de la promotora, Fight Clubbing, en el supermedio. Era una oportunidad que no podía dejar pasar. La victoria me dará mas prestigio en Tailandia y habrá un cinturón intermedio WMC, el Mundial de ese organismo podría aparecer pronto también", reconoce Ayman.
Con 104 peleas a su espalda y 36 años, Nayanesh sigue mejorando. "Vivir en Tailandia me ha hecho ser mucho mejor luchador. Ahora estoy entrenando en Bangkok en el Sitsongpeenong muaythai camp, donde tengo grandes campeones como compañeros y lo estoy notando. En España estoy trabajando en GN Sport Center. Me están enseñando a transmitir la agresividad del kickboxing al muaythai y me está funcionando muy bien", revela. Con esa premisa, Ayman viaja a Italia para "ganar a una leyenda venida a menos", pero que le dará el último empujón para que los grandes combates empiecen a llegar en cascada. Lo que empezó por pura supervivencia se ha convertido en un luchador legendario. El León Ayman no deja de rugir.