WATERPOLO

La leyenda del waterpolo y un ogro de España hace un Zidane el día de la retirada: "Cuando tenía el balón miraba con cara de asesino"

El doble oro olímpico e icono serbio le propinó una agresión a su rival en la Champions y se despidió del deporte expulsado.

Filipovic, cuando conquistó el último oro olímpico en Tokio. /GETTY
Filipovic, cuando conquistó el último oro olímpico en Tokio. GETTY
Alberto Martínez

Alberto Martínez

Como si fuera el coco, pronunciar el nombre de Filipovic era sinónimo de pánico. Atemorizaba a los rivales, especialmente a los porteros de waterpolo, quienes han sufrido en mil y una ocasiones la fuerza y la destreza del serbio, que ha forjado su leyenda en los 18 años anteriores. El miércoles vivió su último partido como profesional en las semifinales de la Champions entre su equipo, el Novi Beograd, y el Ferencvaros, quien se clasificó para la final. No pudo Filipovic despedirse de la mejor manera posible, y su adiós recordó al de Zinedine Zidane en la final del Mundial de 2006 en Alemania.

Filipovic, hombre de sangre caliente ("era muy duro", recuerda ahora el boya español Roger Tahull), le dio una patada en la cara mientras nadaba a Jansik y fue expulsado. Los árbitros consideraron que la acción fue una agresión en toda regla y lo descalificaron sin dudas. En esos minutos con un hombre de menos, al equipo serbio se le escurrió entre los dedos el encuentro y llegó a una tanda de penaltis que perdió. El mito Filipovic se marchó con un borrón. Atrás dejó cinco oros europeos, dos oros olímpicos (más dos bronces) y otros dos mundiales. "Serbia fue la mejor de la historia", relata Unai Aguirre.

El portero lo conoce bien en su última etapa, todavía letal pese al paso del tiempo en una carrera en la que lo ha logrado todo. "Es uno de los mejores de la historia. Cada vez que tenía la pelota te miraba con cara de asesino. Su olfato goleador era increíble. Es una pena que se retire de esta manera. Es una leyenda, ha hecho que este deporte crezca", confesó, gancho que recoge Tahull, el boya, quien considera que "era uno de esos jugadores que podía marcar gol en cualquier momento y que no le pesaba la responsabilidad. Él mismo se fabricaba las jugadas".

«Lo increíble era que en los momentos clave siempre estaba»

Por un aspecto generacional, quienes mejor lo conocieron fueron el seleccionador español, David Martín, y especialmente el capitán, Felipe Perrone, quien jugó dos campañas con él y pudo establecer una amistad: "Una característica suya es la obsesión. Pedía los vídeos de los partidos y aún no podíamos tenerlos todos. Los analizaba con 20 o 21 años. Una vez nos fuimos de vacaciones a Brasil y acabábamos siempre hablando de waterpolo". Un deporte que le cautivaba como buen balcánico y que él llevó a la excelencia: "Es un top cinco de la historia de este deporte. Lo increíble era que en los momentos clave siempre estaba. Por su cuenta hacia goles, incluso en las situaciones que no eran suyas asumía la responsabilidad y en muchas de ellas le salió bien".

Perrone, incluso, vivió momentos divertidos con Filipovic: "Una vez fuimos a surfear, había olas grandes y me decía 'tranquilo'... Pero acabamos en las rocas, pero lo vi más nervioso que en un partido de waterpolo". "Era un auténtico killer, de los mejores zurdos de la historia. Aparecía en los momentos importantes. Parecía que no estaba bien pero siempre aparecía. Fue un líder de los que tira del carro. Transmitía su mentalidad ganadora", explicó el seleccionador David Martín.

En los Juegos de Tokio, en uno de esos momentos brillantes de Serbia, un gol de Filipovic cambió la dirección del partido de semifinales ante una gigantesca España que finalmente perdió en el último suspiro. "No sé cómo fue. Filipovic metió un gol con cuatro brazos delante, es un fuera de serie. Puedes hacer la táctica, cuidar la técnica, pero si te marcan un gol así...", explicó en su día en Diario AS Dejan Savic, el mítico selecciones de aquella selección legendaria.

En Filipovic había un miedo a lo Michael Jordan cada vez que cogía el balón en los instantes finales de partidos igualados. Algo iba a pasar. Y casi siempre el gol de Serbia era el desenlace, aunque decidiera despedirse como Zidane.