La cara oculta de Delfi Brea, la relación con Bea y sus comienzos: "Tuve que dejar todo"

Siempre se ha dicho que la vida del deportista es muy complicada. Durante su máximo esplendor profesional tienen que estar expuestos a cargas físicas infinitas y soportan una presión exterior difícil de sobrellevar. Pero, en ocasiones, el camino hasta llegar al éxito se hace más dificultoso para ellos, como es el caso de Delfi Brea. Esta jugadora argentina, de 24 años, tuvo que realizar muchos esfuerzos para conseguir cumplir su sueño.

Delfi forma pareja junto con Bea González, las número dos del ranking de la Federación Internacional de Pádel. Su binomio está llamado a dominar el deporte de la pala anivel mundial, con el permiso de Ariana Sánchez y Paula Josemaría, las actuales reinas. Con 17 años dejó su Buenos Aires natal para comenzar una nueva vida en España, lejos de su entorno más cercano.

"Fue muy difícil. Dejarlo todo y venir a España es lo más difícil que he tenido hacer, con mucha diferencia de todas las situaciones que me tocó pasar. Cuando llegué estaba en un proceso de ser medio adulta, tienes amigos más cercanos, empiezas a formarte en la universidad…" reconoce la jugadora argentina en una charla mantenida con Relevo después de pasar a semifinales del Premier Padel de Bruselas.

Su madre ha sido una persona fundamental que la ayudó a superar ese bache: "Mi mamá vive conmigo. Estamos todos los días conviviendo juntas porque así lo elegimos. Es una gran compañera. Siempre está conmigo, me ayuda y me apoya. Mi papá también, lo que pasa es que a él no lo tengo tan cerca. Mi hermana también, la verdad que toda mi familia me ayuda mucho".

Con el paso de los años, la bonaerense ha conseguido hacer de España su hogar: "Ya hace dos años que pude construir mi vida con mi propia casa y decir, esto es mi hogar, este es mi lugar. Pero, claro, este es mi octavo año en España. Ha costado. Sí, ha costado mucho".

Con 12 años empezó a practicar pádel por azar: "La verdad que empecé jugando con 12 como un hobby, como una alternativa. Acababa de dejar de jugar al tenis, tenía el pádel cerca porque mi papá tiene un club a cuatro manzanas de mi casa. Empecé como hobby porque el tenis me aburría y se me fue dando bien, la verdad, siempre he sido muy competitiva".

Ahora no solo ha convertido su hobby en su profesión, sino que ha hecho de una amiga su compañera de pista: "Bea y yo somos amigas desde hace mucho tiempo. Nos conocemos muy bien. Compartimos incluso nuestro tiempo. Nos miramos la cara y ya estamos hablando por telepatía. Así que eso la verdad que facilita mucho las cosas dentro de la pista. Bea es una jugadora espectacular y una persona excelente".