RUGBY

¿Puede sustituir Sudáfrica a Italia en el Seis Naciones?

La Azzurra visita a Irlanda mientras trata de neutralizar algunas voces anglosajonas que piden su exclusión definitiva por malos resultados.

Los jugadores italianos liberan una pelota durante la primera jornada del Seios /Luigi Mariani / LiveMedia
Los jugadores italianos liberan una pelota durante la primera jornada del Seios Luigi Mariani / LiveMedia
Julio Ocampo

Julio Ocampo

"La vida es como un balón de rugby. Cuando bota, no sabes bien qué dirección toma. Es necesario estar preparado para todo". La frase es de Sergio Parisse, excapitán de Italia, con la que disputó 142 partidos, récord absoluto. Es conveniente tenerla presente, especialmente en un momento en que los rumores de un posible retorno al Cinco Naciones o incluso la inclusión de Sudáfrica -en detrimento de Italia- vuelven a estar en boga. Porque sí, da la sensación que para la opinión pública la etapa oval de Roma es, en ocasiones, como un jarrón chino: preciosa, aunque no se sabe muy bien qué hacer con ella ni dónde colocarla exactamente.

"Es algo que se habla en realidad desde hace muchos años. En Italia el rugby está creciendo y mejorando muchísimo, cada vez entrando más en las escuelas. Hay que seguir así, sin prestar atención a estas opiniones, porque no son más que eso", explica a Relevo Monty Ioane, internacional italiano nacido en Australia con orígenes samoanos. "Para acabar con estos rumores hay que comenzar a ganar, que esa sea la praxis. No basta con hacer buenas performances, ni que el objetivo sea evitar la cuchara de madera. No. Estamos motivados y el rugby nos apasiona… Eso hará invertir la situación", añade el joven Andrea Zambonin, segunda línea de Zebre, una de las dos franquicias del país. Son dos de los elegidos por míster Gonzalo Quesada para un Seis Naciones en el que Italia quiere redimirse de una vez por todas. Convertir la victoria en algo cotidiano y no en una utopía o peor aún: una liberación.

Necesaria y útil para el torneo

Desde hace años, medios de comunicación anglosajones como The Daily Mail, The Guardian o la BBC, hipotetizan -y suspiran- por un ingreso de los actuales campeones mundiales (los Springboks) en el torneo más antiguo que existe: fundado en 1882. ¿El objetivo? Mejorar la calidad y dotar de más prestigio aún a este certamen planetario arraigado al purismo, las tradiciones. Al respeto, la caballerosidad y el barro.

"Si hubiera cinco escuadras, una tendría que descansar forzosamente en cada turno. Quedaría algo cojo. Además, los partidos serían diez y no quince. Italia es necesaria"

Una cosa es cierta: por su posición estratégica en el Mediterráneo, su belleza sublime, su magnetismo y un pasado fértil, Italia da la sensación que es más útil que necesaria o querida. A menudo es escrutada, contendida, reclutada para una función mayor que trasciende lo deportivo. También en el Seis Naciones de rugby, donde ingresó en el año 2000 y, desde entonces, lleva más de cien derrotas, diez cambios de seleccionador, diecisiete cucharas de madera, una caterva de ensayos recibidos (28 de media en cada edición) y buen puñado de puntos en contra: en 2021, registró un pasivo de 239 por solo 55 a favor. Además, desde 2015 (victoria en Edimburgo) y hasta el 2022 -cuando se impuso en Gales por 21-22- caminó sin rumbo por las profundidades más fangosas del firmamento rugby: 36 derrotas consecutivas que, sin embargo, no han mermado el appeal comercial que despierta Roma y su estadio Olímpico, donde Italia juega los partidos de casa. Según el Corriere della Sera, cada partido es un producto entero para la ciudad, valorado aproximadamente en veinte millones de euros.

El asunto -comprendido mucho mejor con números, con dinero- no termina ahí. Y es que, en 2019, la Federugby hizo pública la petición de entradas hecha por Inglaterra para visitar la capital de Italia: más de treinta mil, casi la mitad de la capacidad del estadio. Una prueba fehaciente del embrujo, la mística, el encanto… No ya de jugar contra Italia, sino de venir a Roma y gozar de ese Tercer Tiempo en las proximidades del Tíber al son de birras Peroni doble malta y música de Soul System, en las antípodas de ritmos y folklore céltico.

Por no hablar de lo que se experimentó hace algunos años, cuando se puso en práctica el insólito Cuarto Tiempo como proyecto piloto: con la entrada del partido, la posibilidad de acceso gratis a museos comunales durante tres días. La dolce vita del rugby, en definitiva. Con menos frivolidad o hedonismo y mucha más pasión, sí.

Italia sí, Italia no

Para tener un cuadro completo de la situación, es necesario comprender la matriz del Seis Naciones, una sociedad privada con un contrato firmado hasta 2025, inclusive. En él aparecen asteriscos con un reparto ecuánime de los derechos televisivos en función de las prestaciones en el verde. Como colofón está el premio Grand Slam, otorgado al vencedor del torneo con pleno de victorias. Por ejemplo, Francia en 2022.

Diseccionando esto, aparecen pistas importantes que llevan a la imposibilidad de volver atrás. Porque, por si no son suficientes el embrujo romano, el buen tiempo, la posibilidad irlandesa de tener audiencia con el Papa o la cantidad de dinero por ingresos televisivos (muchos más que el Cinco Naciones), hay algo puramente práctico que descarta absolutamente retroceder al formato de los noventa: con Escocia, Francia, Gales, el XV de la Rosa e Irlanda luchando por el ínclito trofeo. Lo explica un miembro de la Federación. "Si hubiera cinco escuadras, una tendría que descansar forzosamente en cada turno. Quedaría algo cojo. Además, los partidos serían diez y no quince. Italia es necesaria, porque su presencia supone más dinero televisivo", exclama.

Además, añade que una vez se presentó la hipótesis de ascensos-descensos con el Rugby Europe, una especie de Serie B donde militan Alemania, España, Portugal, Holanda, pero sobre todo Georgia, que dominó en los últimos años con puño de hierro. "Se desestimó, rápidamente" … Y no por los amistosos-referéndums organizados entre Italia y Georgia (con victoria siempre de la Azzurra), sino por un tema de logística: no es lo mismo jugar en Roma que en Tiblisi, donde para llegar hay que hacer escala en Estambul. Porque sí. La organización, el estadio… Italia está mucho y mejor preparada. "Los periódicos pueden decir lo que quieran. La idea de echarla murió en 2015, cuando Escocia terminó última. Imagínate un Seis Naciones sin Escocia, un verdadero sacrilegio". Así pues, el caramelo, al menos hasta los nuevos acuerdos de 2026, contempla un formato cerrado al estilo NBA que no está sujeto a ninguna confabulación o diatriba referente a la meritocracia, los juicios morales o las voces discordantes de los mass media británicos.

Sin fenómenos argentinos

El oval azzurro, una vez más, pide la vez para tratar de apaciguar la polémica. De hecho, el rugby en Italia es, junto al fútbol, el único deporte que prácticamente se sostiene solo. Recibe poca ayuda del Comité Olímpico Italiano, ya que desde su entrada en el torneo decano el facturado se ha multiplicado por cuatro. Es su gran aval.

Aunque su trayectoria ha ido prácticamente en correlación al ingreso hace una década de Argentina en la Championship -el homólogo del hemisferio sur-, eso ha condicionado negativamente una Italia que se apoyaba en el país sudamericano para reclutar jugadores de calidad y nacionalizarnos. Era, entonces, la Italia de Parisse, de Martin Castrogiovanni o del magnífico Diego Domínguez, estrellas otrora que elegían Europa para obtener buenos contratos y ganar en prestigio. 

Hoy esa mina está cerrada. Hoy Italia goza de menos argentinos porque las nuevas generaciones Pumas aspiran precisamente a confrontarse con Australia, Nueva Zelanda o la propia Sudáfrica, quien precisamente desde 2017 cede cuatro equipos para jugar el torneo United Rugby Championship junto a otras federaciones como Gales, Irlanda, Escocia e Italia, con Benetton y Zebre a la cabeza. Se trata, pues, de un campeonato europeo-sudafricano, sin Inglaterra ni Francia, que cuentan con ligas propias. Puede ser un señuelo para el devenir a medio plazo.

Sudáfrica, capital Europa

Es interesante, y cuanto menos necesario, escudriñar los hábiles movimientos del mundo rugby actual para estar preparado ante un bote raro del cuero. Intuirlo, anticiparlo para sacar provecho.

Porque de todo este ingente arsenal de escuadras que campan por la vieja Europa, todo un crisol de culturas y colores, las mejores se dividen -como en el fútbol- entre la Champions (European Rugby Champions Cup) y la Challenge, una especie de Europa League con hueco para las dos franquicias italianas. "Es obvio que Sudáfrica se ha apoyado en Europa, aunque parece difícil que juegue en los dos hemisferios porque supondría tenerla activa todo el año: invierno en el norte y verano en el sur. Sí, tiene appeal como Italia, pero Johannesburgo o Ciudad del Cabo están lejos. Sí es cierto que en 2026 se reorganizará todo, pero antes no sucederá nada. Habrá que ver incluso qué virará en el Pacífico con Tonga, Fiji, Samoa…", concluye este empleado desde las entrañas más profundas de la Federación.

Mientras la Italia del argentino Quesada -tras causar buena impresión ante Inglaterra en la primera jornada- se prepara ante la difícil cita de Irlanda, prosiguen estos cantos de sirena en torno a ella, calmados ligeramente tras la gesta de Gales hace dos años. Penélope, mientras tanto, sigue tejiendo para después destejer.

En Roma hay un cementerio protestante con muchos ingleses enterrados. Uno de ellos es el poeta romántico John Keats, de los más importantes en su época junto a Lord Byron. Enfermo de tuberculosis, escogió la ciudad eterna -besada por su clima- para morir. Este epitafio aparece escrito en su tumba: "Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua". Quién sabe si en la del río Tíber.