TENIS

Que vuelva la Davis de verdad

Que vuelva la Davis de verdad

Para los que nos gusta el tenis de verdad, hay pocos lugares más bonitos que un club de tenis. La semana pasada, aprovechando la Copa Davis en Valencia, entré por primera vez en uno de los más míticos que hay en nuestro país, el Club de Tenis Valencia. Los pasillos, el vestuario, el bar, las pistas de tierra… todo me llevó de un sopapo a mi infancia, a aquellos fines de semana en las pistas de tenis de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid.

En el lugar donde aprendí a jugar -si es que lo mío alcanzó en algún momento esa categoría- ahora hay cinco enormes rascacielos. Lo más parecido al tenis que queda en ese lugar donde llegaron a jugar los Manolos, los originales, Santana y Orantes, es una pista de pádel que construyeron en lo alto de una de las cinco torres. Tierra y tenis por ladrillo y pádel. Los tiempos han cambiado, sí.

En Valencia pensé en aquello y en qué será de los clubes de tenis en un futuro. Y divagando entre el aroma clásico del tenis y los reclamos que hacen algunos de sus jugadores más jóvenes, que quieren al público jaleando en los puntos, aparecí en la Fonteta. Era jueves y jugaban República Checa y Corea del Sur. El aspecto de las gradas era fantasmal. Piénsenlo: ¿a quién demonios en Valencia le iba a interesar un partido entre Tomas Machac y Hong Seong-Chan?

Piqué vino con la idea y con el dinero, pero los que le dieron las llaves de la casa fueron los asambleístas de la federación internacional.

 

La pregunta no necesita respuesta. Hay algo que falla en la nueva Copa Davis, esa competición que llenaba estadios y plazas de toros, que te obligaba a jugarte el título contra miles de argentinos absolutamente locos. Sólo por escuchar los cánticos de los hinchas argentinos merecería la pena recuperar el formato antiguo. Una cobertura que nunca olvidaré fue la final de la Davis 2016 en Zagreb. Fui acreditado por dpa, pude hablar con Maradona el día que murió Fidel Castro y me quedé prendado de los aficionados argentinos. Fueron ellos los que levantaron a Del Potro a remontar un partido imposible, los que dejaron helado a Karlovic en el último punto para celebrar la primera Davis de su historia. Zagreb parecía la Bombonera. 

Ese ambiente se ha perdido por completo con el nuevo formato. Mantienen las eliminatorias de local y visitante de febrero, sí, pero después todo se vuelve impersonal. ¿Qué hacen finlandeses y holandeses jugando en Croacia? ¿Y chilenos y suecos en Bolonia? Desconozco quién es el hombre de la foto de este artículo, pero es un buen resumen de lo que es la nueva Davis. Un aficionado relajado, sin ninguna tensión en el cuerpo, en una grada vacía viendo un Humbert-Wawrinka un martes en Mánchester.

Wawrinka fue precisamente quien prendió la mecha la semana pasada, el que reabrió un debate que no tiene fin. Señaló directamente a Piqué y a Kosmos por el fracaso del actual formato. Pero, como dice Djokovic, ¿y la ITF? "No puedes culpar a Piqué. Si hay que culpar a alguien, es a la ITF", fue lo que dijo el serbio. Piqué vino con la idea y con el dinero, pero los que le dieron la llaves de la casa fueron los asambleístas de la federación internacional.

Hay un hecho innegociable: si la Davis mutó, si la ITF se abrió a una reforma histórica, es porque el formato no funcionaba. Cualquier competición de tenis sin sus grandes estrellas tiene sus días contados y el calendario actual es agotador para cualquier tenista. Pero unos años después parece que la idea de jugar en sede neutral tampoco ha convencido a los mejores del planeta. Tanto es así que Piqué, que huele los negocios al vuelo, dijo que hasta aquí.

En las Finales de Málaga de noviembre -donde jugarán ocho equipos- habrá como mucho dos top ten y seis top 20. Y por primera vez, no habrá un equipo anfitrión. Todos serán visitantes. No sé si han matado la Copa Davis, como proclama Mardy Fish, pero desde luego lo de ahora se parece muy poco a lo que es o debería ser la Davis de verdad.