La imagen de madrugada que resume la brutalidad de los Nadal-Djokovic: "¡Traigan dos sillas, por favor!"
Nadal y Djokovic se enfrentan este sábado en Arabia Saudí (18:30, DAZN y Movistar+), en el que será el último cara a cara de la rivalidad más grande de la historia del tenis.

El reloj marca las 1:50 de la madrugada de un lunes, concretamente del 30 de enero de 2012, y la Rod Laver Arena de Melbourne está todavía llena a pesar de que el partido ha terminado hace unos minutos. Las casi 15.000 personas que están en las gradas están todavía frotándose los ojos y calmando las pulsaciones. Acaban de presenciar un espectáculo único y brutal, una lucha como nunca se ha visto en una final de Grand Slam. Ni la de Wimbledon 2008 y el bautizado como el partido del siglo entre Rafael Nadal y Roger Federer.
Los operarios del Open de Australia se apuran para preparar el escenario de la entrega de trofeos. Sacan un atril, el micrófono, la copa para el campeón, el plato para el subcampeón, las banderas... Y como el protocolo no entiende de horas, el primero en hablar es el máximo mandatario de Kia, principal patrocinador del torneo, y después el presidente de la Federación Australiana de Tenis. Detrás de ellos, los grandes protagonistas de la noche se tambalean.
De pie y esperando su turno, Novak Djokovic y Nadal intentan estirar las piernas y sus rostros evidencian que están rotos. A punto de desfallecer. Se agachan, intentan respirar y que el oxígeno alcance unos músculos que están hechos trizas. Nadal, incluso, se apoya en la red. No puede sostenerse. Djokovic está con el rostro blanco. A un par de metros, el árbitro de partido, Pascal Maria, otro mítico, atiende atónito a la escena.
"¡Que traigan dos sillas, por favor!", le dice de repente a Pascal Maria el director del Open de Australia, Craig Tiley. El juez de silla avisa a la organización y, en cuestión de segundos, llegan dos hombres, cada uno con una silla azul. El público aplaude y los tenistas resoplan. Pascal Maria les entrega también un par de botellas de agua. Beben. Beben más y esperan su turno para subir al atril.
"¡Buenos días!", dice Nadal cuando, por fin, está delante del micrófono y con el plato de subcampeón en la mano. "Desafortunadamente, Rafa, no ha podido haber dos ganadores esta noche, pero te deseo todo lo mejor. Seguiremos jugando finales como esta", señala Djokovic instantes después.
La escena descrita anteriormente resume a la perfección la brutalidad de los Nadal-Djokovic, la rivalidad más feroz que ha existido en la historia del tenis, y posiblemente del deporte. Ocurrió justo después de la final del Open de Australia 2012, la más larga jamás vista en un Grand Slam -5 horas y 53 minutos-, y que se llevó Djokovic por 5-7, 6-4, 6-2, 6-7 (5-7) y 7-5. Fue un nivel tenístico y de una intensidad de otro planeta.
La final más larga de Grand Slam de la historia
Aquella final australiana es el momento cumbre de su rivalidad. El mejor capítulo de los 60 que habrán disputado cuando Nadal cuelgue la raqueta dentro de unas semanas en las Finales de la Copa Davis de Málaga. Su último encuentro oficial será el duelo que ganó Djokovic en la segunda ronda de los Juegos Olímpicos de París, mientras que el de este sábado en Riad en la multimillonaria exhibición Six Kings Slam (18:30 en DAZN y Movistar) servirá para llevarse a la boca el último bocado de un cara a cara, el de los dos tenistas más exitosos de todos los tiempos, que pasará de generación en generación.
"Yo soy más competidor que ganador, la verdad. A mí la derrota no me destroza. Hay partidos que te duele perder, solo faltaría. Pero soy más competidor. Si yo compito, me siento bien", dijo Nadal a El País hace un año echando la vista a este momento en concreto. "Yo pierdo con Djokovic la final de Australia 2012, seis horas de partido. Lo tuve perdido en el cuarto set. Lo tuve ganado en el quinto. Y lo termino perdiendo. Acabo por los suelos: una final de Grand Slam, un partido medio ganado… Pero no estoy frustrado: competí al máximo. Y estoy satisfecho. He dado lo máximo que tenía. He jugado bien. He luchado hasta el final. He perdido. Me ha ganado el otro. Esto es deporte: si te dedicas a esto, o ganas, o pierdes".

Y qué duda cabe que aquel día Nadal compitió como pocas veces en su carrera. Simplemente, se encontró al otro lado de la red a otro monstruo, un Djokovic que por entonces le tenía tomada la medida. La de Australia fue la séptima final consecutiva que le ganó el serbio a Nadal, unos meses después de tumbarle en las de Wimbledon y US Open 2011. Pero en su siguiente enfrentamiento, en Montecarlo 2012, el balear logró cortar esa racha para, en junio, derrotarlo en la final de Roland Garros.
Nadal y Djokovic disputaron 29 partidos antes de la final de Australia y otros 30 después. Pero nunca, ni antes ni después, se llevaron tanto al límite como en aquella madrugada de Melbourne.