ROLAND GARROS

Djokovic y Alcaraz se suman al ambiente enloquecido de Nadal en París: "Esto no ocurre ni en las finales"

El tenista español, 14 veces campeón de Roland Garros, es un francés más en su vuelta al torneo.

Nadal golpea un revés este lunes en su debut ante Zverev./REUTERS
Nadal golpea un revés este lunes en su debut ante Zverev. REUTERS
Daniel Arribas
Nacho Encabo

Daniel Arribas y Nacho Encabo

Más de dos años habían transcurrido desde la última vez que Rafael Nadal Parera, Rafa para propios y extraños, pisó por última vez la arcilla de Roland Garros. Aquel día, el tenista español conquistó su decimocuarto entorchado parisino ante Casper Ruud, a quien barrió en poco más de dos horas de partido (6-3, 6-3, 6-0).

Desde entonces, la ausencia del manacorí ha sido prolongada, más aún si atendemos a las lesiones que han mantenido su carrera deportiva pendiendo de un hilo, pero hoy, 735 días después, Nadal ha vuelto a su jardín. Y se notaba.

Antes incluso de que comenzara el encuentro de primera ronda ante Alexander Zverev, número cuatro del mundo, las majestuosas gradas de la Philippe Chatrier ya impresionaban. No cabía un alfiler. El ambiente era de día grande.

Bajo el tendido, en las tripas de la pista central, los pasillos también lucían abarrotados. La expectación era máxima. Tanto, que la zona de prensa sufrió un atasco impropio de un encuentro de primera ronda de Grand Slam. "Esto no ocurre ni en las finales", comentaban los allí presentes.

La imagen, claro, chocaba. Decenas de periodistas de todo el mundo esperaban sentados en el suelo, obligados a posponer la entrada a la pista mucho más de lo habitual.

Una vez dentro, las gradas tenían claro su favorito. "¡Rafa, Rafa, Rafa!", era el grito más repetido, incluso antes de que el español saltara a la pista. Trompetas, tambores, vocerío... Todo el público quería llevarle en volandas hacia el triunfo. Viniendo del mismo público que otras tantas ocasiones puso de su parte para frenar la superioridad aplastante del español, impresionaba.

El respetable parisino sentía hoy a Nadal como uno de los suyos, como en cualquier choque decisivo de la Copa Davis. Así lo mostró la atronadora ovación del comienzo, cada punto del español —¡incluso en el calentamiento!— y cada error no forzado de Zverev.

No importaban los códigos no escritos del tenis, esos que afean celebrar un fallo del rival. Hoy, en París, las manos se rompían a aplaudir con cada bola a la red del tenista germano. Nadie se lo quería perder. Ni Novak Djokovic , ni Carlos Alcaraz ni Iga Swiatek. El favorito en Francia era otro. Estaba al otro lado de la red y era español.